viernes, 5 de agosto de 2011

Sobre el noviazgo cristiano [José Martí]


Si me pidieran consejo una pareja "normal" de novios, un chico y una chica, acerca de su noviazgo, entre las muchas cosas que se me ocurren y que podría decirles, antes de nada intentaría ponerme en su lugar y haría, en voz alta, algunas reflexiones, que considero que podrían servirles de ayuda. Observación: en esta reflexión utilizo las expresiones “el otro” y “él”. Evidentemente, si el que reflexiona es el chico lo propio sería hablar de “la otra” y de “ella”. Me siento entre los dos, respiro profundamente y comienzo la reflexión, como si yo fuera uno de ellos, advirtiéndoles que dicha reflexión va a ser una especie de diálogo con un "personaje", al que podríamos llamar "razón", o tal vez “abogado del diablo”. Se trata de un personaje especial que nos hace verlo todo desde otra perspectiva, y que añade nuevos motivos para seguir reflexionando luego, cada uno ya por cuenta propia, sin que sea necesaria mi presencia. El objetivo principal de este "personaje" es evitar el autoengaño, algo que suele ser bastante frecuente, por desgracia, entre aquellos que tienen como proyecto de futuro el casarse y el formar una familia cristiana.

- Vamos a ver: Yo estoy seguro de que lo quiero, estoy seguro de mis sentimientos hacia él. Además, pienso en él con mucha frecuencia, y me alegro cuando lo hago; deseo estar con él, busco estar a su lado, tengo su foto en mi escritorio, pienso qué es lo que le puede agradar para tener detalles con él. Creo que estas condiciones son las idóneas, y que son las propias para que podamos tener un proyecto en común. Creo que estoy preparado para casarme.

- Bueno, ciertamente lo que dices es ideal; no sólo es bueno, sino muy bueno… siempre que no olvides lo que te voy a decir a continuación:

1. Debes ser consciente, y tenerlo muy claro, de que, por mucho que lo quieras, el otro no es Dios. Es decir: no puedes depender de él, en el sentido de que si él te fallara, por las razones que fueran, tú no podrías vivir, pues tu vida ya no tendría sentido. No, señor. Esa dependencia no es buena, es destructiva, hace mucho daño, innecesariamente. Y cierra horizontes en la vida. Al otro hay que quererlo, pero no adorarlo. No adoptes nunca la actitud del avestruz que piensa que escondiendo la cabeza el cazador ya no está. Si hay algún problema, hay que encararlo. El amor “ciego” no es un amor aconsejable. Si se quiere al otro, se le debe conocer lo mejor posible. Y no deslumbrarse, pensando que tiene todas las perfecciones. Eso es un error, que luego puede tener repercusiones graves; porque si actúas así no lo quieres a él; quieres la “imagen” que tú te haces de él. Pero esa imagen no es él. Luego, en realidad, no lo quieres. No te engañes en esto, porque tiene una gran importancia. Míralo tal y como es, y considera, usando tu cabeza, si serías capaz de vivir con él toda tu vida, aceptándolo y queriéndolo tal y como es. De no ser así, deberías pensar muy seriamente en abandonar esa relación, porque la mentira no puede ser la base de un matrimonio

2. Debes darte cuenta, también, de que en esa relación con él, como en cualquier relación, hay unas reglas básicas fundamentales, establecidas por Dios, con vistas a nuestro verdadero bien y a nuestra verdadera felicidad, reglas que conviene conocer y aceptar, con agradecimiento. Sólo respetando esas reglas es posible que el amor crezca y prospere. De lo contrario, es muy posible que disminuya  y que desaparezca. Para que no quepa duda acerca de lo que te quiero decir, te voy a poner un ejemplo de esas reglas: Es preciso tener muy claro, por parte de los dos, que las relaciones sexuales son para el matrimonio. Si el otro no lo tiene claro (es más, si lo que tiene claro es precisamente lo contrario, y no admite esa condición ni piensa admitirla) lo mejor es romper dicha relación de un modo definitivo y con carácter de auténtica urgencia. Aunque se sufra, lo mejor es que cortes cuanto antes. Será un sufrimiento purificador, pero te hará crecer como persona, pues crecerás en el conocimiento y en la práctica del amor real, del amor que toma como base la sinceridad y la verdad. No es el único ejemplo, se podrían citar otros. A mí se me ocurren varios: la fidelidad, el diálogo, la comunión de intereses,… Tú puedes también pensar en otros, razonar con serenidad y actuar en consecuencia.

- De acuerdo. En cualquier caso, lo cierto es que sólo he hablado de mis sentimientos hacia él. Pero, ¿qué ocurre con los sentimientos de él hacia mí? ¿Cómo puedo yo saber si el otro me ama de verdad?

- La respuesta, en este caso, es de sentido común. Y, además, está refrendada por las palabras de Jesús, para que no quepa duda alguna: “Por sus frutos los conoceréis”; es decir, los hechos. Éstos son los que manifiestan que el amor que se dice tener es verdadero. Las palabras pueden engañar. Los hechos no engañan nunca. Y así, por poner algún ejemplo:

Si el otro me quiere, comenzará por lo más básico en el amor, que es el respeto: un respeto que conlleva procurar por todos los medios no ponerse en situaciones peligrosas que podrían dar lugar a relaciones que sólo son buenas en el matrimonio. Además, si te quiere tendrá detalles contigo. Y si aspira al matrimonio será realista, tendrá proyectos, ahorrará,… No le importará dar la cara ante los familiares ni ante quien sea, a menos que le asuste el compromiso que supone el matrimonio, que es para toda la vida. Pero si esto le asusta es que el amor que dice tenerte no es verdadero, no es total. Y entonces lo mejor es dejarlo, por aquello de que “quien mal empieza, mal acaba”.

No debes cerrar los ojos ante los hechos, pues éstos son la verdadera respuesta al amor que tú le tienes. Como te he dicho antes, las palabras, por hermosas que sean, pueden ser falsas. En cambio, los hechos cantan. ¿Cómo se comporta contigo? ¿Te respeta? ¿Te tiene en cuenta como persona? ¿Se preocupa de tus preocupaciones? ¿Se alegra de corazón con tus alegrías? Eso es lo que verdaderamente importa. Y, por supuesto, esto que hablo de él para contigo debe serlo también de ti para con él. Si no se da reciprocidad en el amor, no hay tal amor. Es un amor falso. Y el amor verdadero, el amor sin más, es algo muy hermoso. No es bueno desvirtuar esta palabra, llamando amor a lo que no lo es.

Para finalizar te diría, o te recordaría, si quieres, que sólo en el cumplimiento de la ley de Dios es posible el amor verdadero “de verdad”, por una razón muy elemental: Dios es Amor. Nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Solo si amamos, tal como Dios entiende el amor, estamos respondiendo a nuestra auténtica naturaleza, a lo que nos hace ser personas. El apartamiento de Dios supone apartarse del Amor y a la larga (o incluso más bien a la corta), un amor humano sin Dios queda tan pobre, tan sin consistencia que difícilmente soportará el paso de los años, revelándose como lo que siempre ha sido en realidad, aunque no se acabe de reconocer: un falso amor, mejor o peor disimulado.

Así es que, por el bien de los dos, si verdaderamente vais en serio, cultivad el trato con Dios. Él hará posible que venzáis todos los obstáculos que, necesariamente, irán surgiendo a lo largo de vuestra vida; de este modo, al ir superando las distintas pruebas, vuestro amor se fortalecerá e irá creciendo, y esto en un proceso sin fin que va, incluso, más allá de la muerte, la cual, en realidad, es simplemente un “hasta pronto”, puesto que aquí, al fin y al cabo, estamos de paso. Nuestra patria auténtica y definitiva es el Cielo, junto al Señor.

Ciertamente, se podrían dar muchos más consejos y, con toda seguridad, más acertados. Yo os he dado aquellos, de tipo práctico, que considero que os pueden ayudar a pensar. Que el Señor os conceda el discernir lo más conveniente para cada uno de vosotros.

Un amigo