sábado, 8 de agosto de 2015

La responsabilidad de la propia vida y la confianza en Dios [José Martí]


Yo respondo de mi vida. Nadie puede hacerlo por mí ni yo puedo hacerlo por nadie. 

El hacer rendir los talentos que he recibido, superando cualquier tipo de dificultades que me surjan -que surgirán- es esencial si no quiero malograr mi vida. La responsabilidad de mi vida es sólo mía y no puedo descargarla sobre ninguna otra persona.


Todo el mundo recibe influencias de los demás, desde muy niños: de sus padres, de sus amigos y no tan amigos, etc. Unas son de signo positivo y otras, en cambio, son negativas. De lo que se trata es de saber seleccionar entre ellas y aprender. 


Y, aunque sea una tarea dificultosa y llena de inconvenientes, que supone tomar, a veces, decisiones muy fuertes, es fundamental llevarla a cabo si no se quiere acabar en una existencia frustrada. Por otra parte, es también el único modo de poder, luego, ejercer una influencia favorable y beneficiosa en la gente que se relacione con nosotros.


Todos tenemos problemas muy parecidos. Y el respeto hacia uno mismo es esencial, es el paso previo para poder respetar y apreciar de verdad a los demás. 


Ante las dificultades que vengan no hay que esconderse y adoptar la postura del avestruz. No hay que rehuir los problemas, sino mirarlos de frente, enfrentarse a ellos ... Sin miedo. Tenemos capacidad para eso y para mucho más.


Y no debe importarnos el hecho de que, anteriormente, por las razones que sean, no se haya procedido así. Simplemente se eligió mal, se optó por lo peor, se prefirió la huída y la cobardía. Afortunadamente, el hombre es un ser que se hace y que puede volver sobre sus pasos en cualquier momento de su vida, si se lo propone con seriedad, con gran seriedad, sabiendo que es mucho lo que está en juego y lo que depende de la decisión que tome.


Ello puede suponer una lucha hasta la sangre (cfr Heb 1, 4) contra todo el lastre que ha dejado en nosotros nuestra anterior vida. Sigue siendo una gran verdad que "todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34) pues así es como nos encontramos, como realmente esclavos, pues lo somos, a consecuencia del pecado: incapaces de salir de la triste situación en la que hemos caído por nuestras decisiones libres y equivocadas tomadas en el pasado.


La lucha debe de ser "a muerte", sin concesiones de ningún tipo, con radicalidad ... y, al mismo tiempo, con esperanza, confiando en la misericordia de Dios, que no desea otra cosa sino que volvamos a Él. Por eso debemos actuar conforme a lo que dice san Pablo, citando el libro de los Proverbios: "Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando seas reprendido por Él; pues el Señor reprende a quien ama y azota a todo el que recibe por hijo" (Heb 12, 5.6)

Si actuamos así, nuestra vida puede dar un gran cambio. Ése es el gran milagro que Dios quiere hacer con nosotros, porque nos ama intensamente, pero espera para ello nuestra colaboración más ardiente.


El estar equivocado es algo negativo. Todo lo que favorezca el salir de una situación de error, sea bienvenido y aplaudido, pues la verdad nunca humilla sino que libera. Eso es lo propio de un hombre que actúe como tal: el amor a la verdad, a la verdad concreta, provenga ésta de donde provenga ... porque, en el fondo, siempre proviene de Dios.


¿Y qué leemos en el Nuevo Testamento? Éstas son palabras de Jesucristo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14, 6). Y en otro lugar, a los judíos que habían creído en Él: "Si permanecéis en mi Palabra, seréis en verdad discípulos míos; conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres" (Jn 16, 32). "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 15) pues "no todo el que me dice: 'Señor, Señor', entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos" (Mt 7, 21).


Cuando Jesús comenzó a predicar así dijo: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 15). De ahí la importancia de la conversión y del arrepentimientos de nuestros pecados, confesándolos como tales pecados; y no excusándolos nunca. Jamás debemos consentir que la mentira se apodere de nosotros porque de ser así no tendríamos parte con Jesús, que dijo a los judíos, a los que no creían en Él: "¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis oír mi Palabra. Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio, y no se mantenía en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira. Pero a Mí, que digo la verdad, no me creéis". (Jn 8, 43-45).


La vida puede ser muy hermosa, pese a los sufrimientos y al dolor, desde que el mismo Dios se ha hecho hombre en Jesucristo y tomando sobre sí el pecado de todos los hombres de todos los tiempos y lugares, nos ha librado de ellos, con su muerte en la Cruz, por amor a nosotros. Es éste un misterio, el misterio de la Cruz que es un escándalo para el mundo y que sólo tiene como explicación algo que es, a su vez, misterioso: el pecado, como "misterio" de iniquidad. 


El horror de la Cruz, al ser asumida por Jesucristo que se hizo un hombre como nosotros, se ha transformado en la gloria de la Cruz, pues ésta ha pasado a ser, desde entonces, la manifestación del máximo amor y, por lo tanto, de la máxima alegría posibles ... en este mundo. Gran misterio es éste, inaccesible a la pura razón "razonadora" y racionalista. 


Entramos en el terreno de la realidad sobrenatural, a la que sólo se accede por la fe ... pero de una auténtica realidad ... ¡aunque no la comprendamos! ¿Cuándo llegaremos a ser conscientes de que no podemos "comprender" el misterio de Dios ni podemos abarcarlo? ¿Por qué no aceptamos que Dios sea Dios y que nosotros somos criaturas suyas? Por inteligentes que seamos no dejamos de ser obra de Dios, manifestado en Jesucristo. Él es quien, al crearnos, nos ha hecho inteligentes. No tenemos el ser por nosotros mismos, sino recibido de Dios. ¿Tan difícil es esto de entender?


Al no aceptar esta realidad tan básica nos hacemos torpes y nos embrutecemos, pues vamos perdiendo nuestra semejanza con ese Dios que nos creó, pero en el que no creemos ... En el pecado llevamos la penitencia.


Si queremos de verdad ser todo lo felices que se puede ser ya en este mundo, es preciso vivir conforme al pensar de Dios que eso, y no otra cosa, es vivir en la realidad "real" (no la inventada por nosotros).  


Afirmar a Dios con todas las fuerzas de nuestro ser, aunque a veces no comprendamos algunas cosas: afirmarlo con nuestra razón, ejercida con libertad, porque es razonable creer en Él ... aunque -a veces- nuestros sentimientos se rebelen. Sí, es preciso optar por la auténtica razón, usándola correctamente, aun a fuer de parecer fríos y sin alma (pues se trata de una actitud activa) en lugar de optar por el sentimiento, como actitud pasiva y sentimentaloide que no produce en nosotros sino la aniquilación de nuestra verdadera personalidad, que es la de "ser en Dios" y no "ser contra Dios" ni "ser nosotros los únicos dioses" porque hemos decidido que Dios no existe.

Estos errores existenciales pasan factura: "Si no hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. Quien me odia, odia también a mi Padre" (Jn 15, 22-23). Por eso, deberíamos actuar como se dice en esta "poesía" que compuse hace algún tiempo:


Si acaso le dejara
marcar ritmo en mi vida, sin demora,
como Él me señalara,
la vida, desde ahora,
tendría la dulzura de la aurora