domingo, 14 de septiembre de 2014

Breves comentarios a la Noche Oscura del Alma, de San Juan de la Cruz (3.2)

Vistas así las cosas, la noche coincidiría, entonces, con la muerte corporal ... Y la expresión "noche dichosa" no sería nada raro ... puede tener sentido ... siempre y cuando hayamos trabajado mientras es de día!, del modo en que se ha dicho. Así se lee en el Apocalipsis: "Sé fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida" (Ap 2, 10). Y así fue la vida del apóstol Pablo: "He luchado el buen combate, he concluido la carrera, he guardado la fe. Desde ahora me espera la corona de justicia, que el señor, justo juez, me entregará en aquel día" (2 Tim 4, 7-8). 

La noche coincidiría, por lo tanto, con el momento del encuentro definitivo con el Señor, lo que sólo es posible cuando nuestra vida terrena haya llegado a su fin, después de haber combatido duramente [y siempre con la ayuda de la gracia] por permanecer fieles a Jesús, en medio de grandes pruebas: todo habrá merecido la pena. De ahí que se pueda hablar de muerte dichosa, tal como hizo san Juan de la Cruz en esta estrofa.



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Como sabemos, la verdadera poesía siempre habla de Dios y conduce hasta Él ... y se nota, entre otras cosas, que es auténtica poesía porque, una vez escrita, cada persona que la lee es impactada por ella, aunque no necesariamente del mismo modo, en lo que a su interpretación se refiere. Ésta puede ser variada, según quien la lea. Y es más: ni siquiera tiene por qué coincidir con la interpretación que el mismo poeta le dio al escribirla.

En todo caso, sea cual fuere la interpretación que se le da, lo que suele ocurrir es que en la persona impactada [si es que ha habido realmente tal impacto] se produce un cambio de mentalidad, que se traduce en un cambio de actitud ante la vida ... lo que sucederá, probablemente, si el lector es una persona con ansias de encontrar la verdad. En la lectura atenta de la verdadera poesía es posible encontrar lo que se ha estado buscando durante toda una vida, incluso aun sin saber qué era exactamente lo que buscaba. 


Y es que en la verdadera poesía siempre es posible encontrar a Aquel que es la Vida y que, por lo tanto, es el único que puede dar sentido a cualquier vida humana, el cual no es otro que Jesucristo ... porque, aun cuando la poesía no se refiera a Él de modo directo ... Él siempre está ahí, de alguna manera. 


Y ésta es la clave que nos puede servir de pauta para averiguar si una poesía es o no auténtica: lo será en tanto en cuanto nos acerque a la realidad; es decir, en tanto en cuanto nos acerque a Dios.  Si la lectura de una determinada poesía influyera en nosotros en el sentido de alejarnos de Dios, si eso ocurriese, sería un claro indicio de que nos encontramos frente a una "falsa poesía", ...,  y esto aun cuando 
la tal "poesía" hubiese  recibido infinidad de premios y aun cuando, prácticamente, todo el mundo la proclamara como la poesía perfecta e ideal ... No sería tal : ¡todo el mundo estaría equivocado!. Y la razón de ello es muy simple. Dado que la perfección se encuentra en el amor... y dado que es el amor lo que define a Dios, según nos dice san Juan: "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8) ... ¿cómo va a ser perfecta una poesía que separe de Dios, o sea, que separe del amor, rectamente entendido? Es un contrasentido. 



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Pero continuemos ...La interpretación que le hemos dado a esta estrofa nos puede servir, como hemos dicho. Pero hay muchas explicaciones posibles y, dado lo sublime de este escrito es seguro que ninguna de ellas podrá agotar su significado que está, la mayoría de las veces, más allá de los conceptos y de las palabras. No obstante, pienso que es bueno aventurarse a descifrar qué es lo que Dios nos quiere decir a través del poeta, porque de eso se trata, en definitiva. Teniendo eso en cuenta, hay otro enfoque que considero que es más correcto, pues el poeta, en esta estrofa, se está refiriendo a esta vida terrena y no a la otra. De modo que aunque la idea de noche como dormición y descanso después de una dura lucha mientras es de día, nos puede ser útil, como se ha dicho más arriba, podemos intentar ahora otra posible explicación.

El concepto de noche está directamente relacionado con el de oscuridad. Cuando es de noche -sobre todo, si se trata de una noche densa- no se ve ni se distingue absolutamente nada; por supuesto que no se puede trabajar puesto que nada se ve. Pero el poeta no habla de la noche en la que se encuentra una persona dormida y en completa inactividad, sino de una noche "dichosa" y en soledad, en la que nadie puede verte ni tú miras a nadie, ni hay nada que atraiga tu mirada. Y, sin embargo, algo -o Alguien- te ilumina con una luz segura, una luz de tal índole que hace que esa noche deje de serlo y se transforme en la más luminosa que mente alguna sea capaz de imaginar:  esa luz se encuentra localizada en el corazón del poeta (pero no proviene de su corazón: Alguien la ha puesto ahí)


Si 
también nosotros indagamos en nuestro interior, nos daremos cuenta de que, como decía Antoine de Saint-Exupéry, en su libro El Principito"sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos" . Pero la palabra definitiva la tiene Jesús cuando dice: "Si tu ojo es puro todo tu cuerpo estará iluminado" (Mt 6, 22). Una mirada pura y sencilla es aquella que deja nuestro corazón al descubierto y nos ilumina, haciéndonos ver las cosas como realmente son.


Todos tenemos experiencia de que esto es así. Cuando dos enamorados hablan del amor que se profesan mutuamente, es lo más normal (al menos lo ha sido hasta ahora) que, mirándose el uno al otro a los ojos, descubra cada uno el corazón del otro; y que se oigan expresiones, que son tan solo balbuceos, como: "estaré siempre contigo", "mi corazón es completamente tuyo", etc.  En el caso de los seres humanos se trata de metáforas o deseos, que nunca pueden ser cumplidos del todo. Sin embargo, cuando el interlocutor es el mismo Dios, esas palabras y otras mucho más bellas, dejan de ser simbólicas y se transforman en algo real.


¿Y cómo puede ser esto? En el Nuevo Testamento se encuentra la respuesta. Por ejemplo, 
cuando san Pablo, al dar una razón por la que la Esperanza no defrauda, dice que es porque "el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu que se nos ha dado" (Rom 5, 5). En otra ocasión ya había dicho: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?" (1 Cor 3, 16). Y así podemos hallar infinidad de citas en el mismo sentido: "Habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios" (Col 3, 3).


Con lo que resulta que "la luz y quía que en el corazón ardía" a la que se refiere San Juan de la Cruz no es otra que el mismo Espíritu de Jesucristo, o sea, el Espíritu Santo, el Amor de Dios, el Corazón mismo de Dios puesto en lugar del nuestro.


 (Continuará)