sábado, 13 de septiembre de 2014

Breves comentarios a la Noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz (3.1)

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5 a 8

3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía

La belleza de esta estrofa es tal que cualquier comentario la estropearía. Sólo cabría repetirla, una y otra vez, en nuestro interior, por si el Señor, en su inmensa bondad, quisiera concedernos esos sublimes sentimientos con relación a Él; o al menos que se les parecieran mucho.

¿Noche dichosa? ¿Cómo es esto posible? Decía Jesús: "Es necesario que nosotros hagamos las obras de Aquél que me ha enviado mientras es de día; pues llega la noche, cuando nadie puede trabajar" (Jn 9, 4). Se trabaja durante el día; y la noche es para descansar. 

Una poesía como ésta puede tener infinidad de interpretaciones, y todas ellas válidas si nos conducen al amor de Jesucristo, pues ése es su origen y también su finalidad. Lo primero que se me ocurre es que el día se refiere a nuestra existencia ... "mientras es de día" sería equivalente a decir: "mientras vivimos" ... pues queda claro que sólo es posible actuar si estamos vivos; aunque no se trata de actuar de cualquier manera, sino de hacer las obras del Padre: "Esta es la obra de Dios: que creáis en quien Él ha enviado" (Jn 6, 29). De modo que la fe en Jesucristo es para esta vida ("mientras es de día"). Y esta fe en Aquél que el Padre ha enviado es aquí y ahora cuando debe de manifestarse : "Ya es hora de que despertéis del sueño" (Rom 13, 11) nos dice el apóstol Pablo. 

Nos jugamos todo en este despertar, pues lo que entra en juego no es ya la felicidad en esta vida, sino el porvenir que nos aguarda en la vida futura, es decir, nuestra salvación eterna; una salvación que sólo Dios puede conceder, y que se encuentra en la unión con Jesucristo ... pero debemos estar atentos porque en esta unión con Cristo, su voluntad es muy clara con relación a cada uno de nosotros: "Me robaste el corazón, hermana mía, esposa" (Cant 4,9) ... "dame a ver tu rostro, dame a oir tu voz" (Cant 2, 14). Enamoramiento de Jesús que le llevó a dar su Vida para que pudiéramos salvarnos y tenernos junto a Él: "Padre, quiero que donde Yo estoy también estén conmigo los que me has confiado" (Jn 17, 24).  Pero, ¿es también clara nuestra voluntad de contestarle con un sí total y definitivo a sus requerimientos de amor ... tal y como respondió la esposa del Cantar: "Yo soy para mi Amado y a mí tienden todos sus anhelos" (Cant 7, 11)?

Dios, que es Amor, ha dejado en nuestras manos la posibilidad de salvarnos, si es que queremos tener parte con Él. Al estar completamente definido su amor para con nosotros (¡y eso es seguro!), para que este amor llegue a plenitud es preciso que también nuestro amor por Él esté igualmente definido por completo y en totalidad (...¡y eso, en cambio, es lo que falta por ver!).

De este modo se aclara la dificultad que algunos piensan que existe entre la justicia, la verdad y la misericordia divinas. Su Misericordia y su Amor son infinitos -y nos lo ha demostrado haciéndose hombre y dando voluntariamente su Vida por nosotros- pero Él es la Verdad, y esta verdad, que coincide con su Amor, requiere en Justicia -y para que el amor sea verdadero amor, es decir, recíproco y en totalidad- una respuesta amorosa y libre por nuestra parte. Dios está atado por su Palabra, de modo que si nuestra respuesta a su amor es de rechazo, Él no puede sino respetar nuestra decisión, pues el Amor jamás puede imponerse a nadie

Por eso es tan importante "trabajar" mientras es de día; un trabajo que consiste en hacer la voluntad de Dios, o sea, creer en Jesucristo y amarlo, como lo único que da sentido a nuestra vida y hace de ella una aventura ... sin olvidar el significado, rectamente entendido, de la palabra amor: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos" (Jn 14, 9) ... "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama" (Jn 14, 21) ..."Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor, como Yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su Amor" (Jn 15, 10), etc. En todas estas expresiones queda suficientemente claro que nuestra actitud no puede ser pasiva y que el amor no puede quedarse en palabras, si es verdadero amor.

(Continuará)