domingo, 24 de octubre de 2010

EL SILENCIO DE DIOS Y LA RESPUESTA DEL HOMBRE (1 de 4) [José Martí]



“En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo...” (Heb 1, 1-2), de quien dice San Juan que “todas las cosas fueron hechas por Él, y que sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn 1,3)

Y, sin embargo, “siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios” (Flp 2, 6) sino que “... se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1,14), “tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y mostrándose igual que los demás hombres” (Flp 2,7).

Es más: “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8), pues como dijo luego en su vida terrena: “Yo no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió” (Jn 5, 30) y en otro lugar: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc, 22, 42).

“Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 9-11)

Jesucristo es “la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1, 9). “Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Jn 1,16) pues, como Jesús mismo decía: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).

Dios se nos ha revelado a Sí mismo en su Hijo, “a quien instituyó heredero de todas las cosas, y por quien hizo también el Universo..., resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” (Heb 1, 2-3).  “Él es la IMAGEN del Dios invisible... y “todo ha sido creado por Él y para Él”... “Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en Él” (Col 1, 15-17).

“Dios tuvo a bien que en Jesucristo habitase toda la plenitud, y por Él reconciliar consigo todos los seres, restableciendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz” (Col 1,19-20). Es por eso que cuando Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” Jesús le responde: “Felipe, tanto tiempo como llevo con vosotros, ¿y aún no me has conocido? El que me ha visto a Mí ha visto al Padre” (Jn 14, 8-9).

Cuando en el Antiguo Testamento se nos dice que Dios creó al hombre a su imagen, varón y mujer los creó (Gen 1, 27), no acabamos de entender esto muy bien. ¿Qué significa ser imagen de Dios? El conocimiento de esta realidad es sumamente importante porque supone nada menos que conocer el sentido de nuestra existencia.

Nuestra vida tiene sentido cuando vivimos conforme a lo que somos, esto es, imágenes de Dios. En la medida en que no vivimos así, estamos malogrando nuestra vida.

Sin embargo, nuestra mente quedó oscurecida y nuestra voluntad debilitada por el pecado de nuestros primeros padres, pecado de origen que nos hace muy difícil configurar nuestra vida a imagen de Dios, nuestro Sumo Hacedor.

Fue “necesario” (una “necesidad” querida libremente por Dios, por su amor hacia nosotros) que el Verbo, el Hijo de Dios, se hiciera realmente uno de nosotros (como así hizo, por puro Amor), un hombre como nosotros, en todo igual a nosotros, menos en el pecado (pues Dios no se puede negar a sí mismo).

Este hombre-Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, es Jesucristo. Sólo en Él podemos ser salvos. Sólo en Él podemos encontrar la imagen perfecta del Padre. Sólo en Él y junto a Él aprendemos a conocernos a nosotros mismos, tal y como Dios nos ha pensado al crearnos. Pero el tema es lo suficientemente importante como para que lo comentemos con más detenimiento en el próximo escrito.