jueves, 18 de agosto de 2016

El Conmonitorio a cámara lenta (8): ADVERTENCIA DE SAN PABLO A LOS GÁLATAS



ADVERTENCIA DE SAN PABLO 

A LOS GÁLATAS

8. Individuos de esa ralea, que recorrían las provincias y las ciudades mercadeando con sus errores, llegaron hasta los Gálatas. Éstos, al escucharlos, experimentaron como una cierta repugnancia hacia la verdad; rechazaron el maná celestial de la Doctrina Católica y Apostólica y se deleitaron con la sórdida novedad de la herejía. 

La autoridad del Apóstol se manifestó entonces con su más grande severidad: "Aun cuando nosotros mismos, o un ángel del cielo, os predicase un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema" (Gal 1, 8)

¿Y por qué dice San Pablo aun cuando nosotros mismos, y no dice aunque yo mismo? Porque quiere decir que incluso si Pedro, o Andrés, o Juan, o el Colegio entero de los Apóstoles anunciasen un Evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema

Tremendo rigor, con el que, para afirmar la fidelidad a la fe primitiva no se excluye ni a sí mismo ni a los otros Apóstoles

Pero esto no es todo: "aunque un ángel del cielo os predicase un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema"

Para salvaguardar la fe entregada una vez para siempre, no le bastó recordar la naturaleza humana, sino que quiso incluir también la excelencia angélica: aunque nosotros -dice- o un ángel del cielo. 

No es que los santos o los ángeles del cielo puedan pecar, sino que es para decir: incluso si sucediese eso, que no puede suceder, cualquiera que fuese el que intentase modificar la fe recibida, este tal sea anatema

¡Pero quizá el Apóstol escribió estas palabras a la ligera, movido más por un ímpetu pasional humano que por inspiración divina! Continúa, sin embargo, y repite con insistencia y con fuerza la misma idea, para hacer que penetre: "Cualquiera que os anuncie un Evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema" (Gal 1, 9). 

No dice: si uno os predicara un Evangelio diferente del nuestro, sea bendito, alabado, acogido; sino que dice: sea anatema, es decir, separado, alejado, excluido, con el fin de que el contagio funesto de una oveja infectada no se extienda, con su presencia mortífera, a todo el rebaño inocente de Cristo.