viernes, 6 de abril de 2012

Necesidad de la fe y de la confianza en el Señor (José Martí)

ORACIÓN DE SÚPLICA

Tienes que ayudarme, Señor. Yo voy a intentar poner de mi parte todo lo que esté en mis manos, y esto independientemente de que tenga ganas o no, porque quiero estar contigo y quiero tenerte junto a mí.

Por eso, quiero trabajar, cada día con más empeño; empezar de nuevo, como si fuera el primer día de mi vida, y en este día me lo jugara todo.

Necesito que me ayudes, que des ilusión a mi vida, porque tengo motivos, todos los motivos, para estar alegre y agradecido.

Y si esto no lo veo, o no lo siento, por las razones que sean, ayúdame, porque sin Tí estoy perdido y mi vida se queda vacía y sin contenido.

Te necesito, porque sin Tí estoy muerto, mi vida es sosa y aburrida si Tú me faltas.

No me dejes, compadécete de mí, porque me encuentro solo y triste, con muchas posibilidades de hacer cosas y con poca ilusión. Y esto me hace sufrir, inútilmente.

Si he de sufrir, que sea por Tí y junto a Tí, haciendo tu voluntad, no teniendo otra voluntad que no sea la tuya.

Amar el trabajo, el estudio, el esfuerzo, las virtudes humanas y sobrenaturales; amar todo, y amarte a Tí por encima de todo.

Sin Tí, Señor, mi vida es muy triste y sin Tí esta vida no es vida.

Pero Tú estás conmigo, no me dejas solo. Yo sé que eso es así, Señor, aunque alguna vez, o muchas veces, no lo sienta: es sólo por mi falta de fe.

Según tus palabras, la victoria que vence al mundo es nuestra fe. Que esas palabras tuyas se hagan realidad en mi vida.

Dame, Señor, esta fe, que tanto necesito, dame el estar junto a Ti, dame tu vida y tu alegría, Señor, porque ninguna otra cosa me produce contento, sino hastío, cansancio  y aburrimiento.

Quédate a mi lado: no importa que no te sienta. Tú quédate conmigo, porque si estás conmigo, entonces soy feliz. Nada más necesito, ni nada más quiero: sólo tener tu amor.

Esto que deseo para mí con urgencia, te lo pido también para aquellos a quienes quiero, porque sólo Tú puedes darles la felicidad que necesitan, incluso aunque ellos no lo sepan.

Quiero acabar esta oración haciendo mías las palabras tomadas de la liturgia de la misa, dirigidas a Tu Padre y nuestro Padre: “No tengas en cuenta, Señor, nuestros pecados, (ni nuestras desidias y abandonos, ni nuestras cobardías y abatimientos) sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu Palabra concédenos la paz y la unidad. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén"