domingo, 26 de diciembre de 2010

RESPUESTA DEL HOMBRE Y SONETOS SACROS (4 de 11)



Acerca de la importancia del actuar en el presente, en el "aquí" y "ahora", el Señor nos indica, con toda claridad, cuál ha de ser nuestra actitud: "No os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad" (Mt 6:34). "Bástale a cada día su propio afán", se nos dice en otra traducción.
El actuar así es (o debe ser) fruto de nuestra confianza en la Providencia: "¿Quién de vosotros,  a fuerza de cavilar, puede añadir un codo a su estatura? Si, pues, no podéis ni lo menos, ¿por qué preocuparos de lo más?" (Lc 12: 24-26). Dios no nos pide imposibles. Nuestra "preocupación" por el futuro no soluciona nada. En el mejor de los casos supone una pérdida de tiempo, tiempo que deberíamos utilizar en "ocuparnos" de nuestras obligaciones reales, para con Dios y para con nuestro prójimo.
Esto también nos lo decía Jesús: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia; y todo lo demás se os dará por añadidura" (Mt 6:33). Nuestra preocupación, que es realmente ocupación, debe ceñirse al presente. Lo demás debemos ponerlo en la manos de Dios: el pasado dejarlo a su Misericordia y el futuro confiarlo a su Providencia, convencidos, en todo momento de que Dios, que es nuestro Padre, quiere siempre lo mejor para nosotros.
¿Acaso no debemos hacer nada entonces? Por supuesto que sí. Nunca debemos tomar la confianza en la Providencia como una excusa para no hacer nada. Nuestra colaboración, que no es otra cosa que una respuesta de amor al Amor que Él nos tiene, es imprescindible. Dios cuenta siempre con nosotros y nos ha hecho libres (y por lo tanto lo somos realmente) para que podamos amarle de verdad, pues sin libertad no hay amor. El amor no puede imponerse, es esencialmente libre: "Quiero (amo) porque quiero". ¿Confiar en Dios? Totalmente, sin reservas: Él es quien nos salva. ¿Adoptar, entonces, una actitud pasiva, puesto que Él lo hace todo, y nos salvará, independientemente de lo que hagamos? En absoluto. Esto es una falacia, una gran mentira, en la que podemos caer con facilidad; y debemos estar alerta para no ser engañados.
Vivimos de esperanza, pero nuestra espera debe ser una espera ansiosa de la venida de Jesús, una espera propia de los que están enamorados: "Tened ceñidas vuestras cinturas y encendidas las lámparas; y estad como quienes aguardan a su amo cuando vuelve de las nupcias, para abrirle al instante en cuanto venga y llame" (Lc 12: 35-36). No podemos dormirnos; debemos estar siempre alerta y trabajar al máximo. San Pablo exhortaba a Timoteo en este sentido: "Vigila en todo y afánate en tu trabajo". (2 Tim 4:5). Podríamos pensar que Dios nos pide imposibles, pero no es así. Decía Santa Teresita de Lisieux que "si nos desalentamos, si llegamos a veces a desesperarnos, es porque pensamos en el pasado y en el porvenir". De ahí puede venir una gran desazón, innecesaria, pues la voluntad de Dios sobre nosotros es siempre para el presente, para el "aquí" y el "ahora", como queda dicho al comienzo de este post.
Copio a continuación algunas de las estrofas del poema de Santa Teresita de Lisieux, titulado "Mi canción de hoy":

Mi vida es un instante, una hora pasajera,
mi vida es un momento que escapa fugitivo:
Tú lo sabes, Dios mío, para amarte en la tierra
no tengo más que hoy.
Oh Jesús, yo te amo, a tí mi alma aspira...
Tan solo por un día, sé tú mi dulce apoyo:
Ven y reina en mi alma y dame tu sonrisa,
tan solo para hoy.
¿Qué me importa, Señor, del porvenir sombrío?
¿Rogarte por mañana? Oh no, yo no lo puedo.
Conserva mi alma pura; cúbreme de tus alas,
tan solo para hoy.
Si pienso en el mañana, temo por mi inconstancia,
siento que en mi alma nacen tristeza y desaliento,
mas, sí, Dios mío, quiero sufrir y ser probada
tan solo para hoy.
..............
Pronto quiero volar para contar sus glorias
cuando el sol sin poniente me dará su fulgor:
entonces cantaré con la lira del ángel
un sempiterno hoy

Hay también una poesía de Amado Nervo (del 12 de Julio de 1914) titulada "Hoy he nacido", que es realmente preciosa y que reproduzco a continuación, pues merece la pena leerla (y no quiero dejar este disfrute solamente para mí)

Cada día que pase, has de decirte:
"¡Hoy he nacido!"
El mundo es nuevo para mí; la luz
esta que miro,
hiere sin duda, por la vez primera,
mis ojos límpidos;
la lluvia que hoy desfleca sus cristales
es mi bautismo.
Vamos, pues, a vivir un vivir puro,
un vivir nítido.
Ayer ya se perdió. ¿Fue malo? ¿bueno?
...venga el olvido,
y quede sólo, de ese ayer, la esencia,
el oro íntimo
de lo que amé y sufrí mientras marchaba
por el camino.
Hoy, cada instante, al bien y a la alegría
será propicio,
y la esencial razón de mi existencia,
mi decidido
afán, volcar la dicha sobre el mundo,
verter el vino
de la bondad sobre las bocas ávidas
en rededor mío.
Será mi sola paz la de los otros;
su regocijo
mi regocijo, su soñar mi ensueño;
mi cristalino
llanto el que tiemble en los ajenos párpados;
y mis latidos,
los latidos de cuantos corazones
palpiten en los orbes infinitos.
Cada día que pase, has de decirte:
"¡Hoy he nacido!"

Hermosa poesía en la que se pone de manifiesto, de una forma muy bella, aquellas palabras del apóstol Pablo, cuando decía, hablando de la caridad: "Alegráos con los que se alegran, llorad con los que lloran" (Rom 12: 15)