miércoles, 28 de agosto de 2013

Tendencias desordenadas y lucha personal (y 2) [José Martí]

Erróneamente -y casi siempre, culpablemente- se considera que todas las religiones son iguales, que todo el mundo es cristiano, lo sepa o no lo sepa, lo quiera o no lo quiera; y que, por lo tanto, todas las personas se van a salvar, con independencia de lo que hagan o crean, incluso aun cuando no crean. El infierno es una fábula, el pecado es un cuento, Jesucristo no resucitó en realidad ni está verdadera y realmente presente en el Sagrario; se niega la virginidad de María y la necesidad de los sacramentos. En definitiva, estamos en un mundo pagano, un mundo que, en su conjunto, ha perdido la fe, lo que reviste una gravedad mucho mayor que en los antiguos paganos, pues ellos desconocían a Jesucristo. Es por eso que dice el Señor: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15,22).

No es lo mismo vivir en gracia que vivir en pecado: "El que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8,34). "Cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo ante Dios" (Rom 14,12). Si todo diera igual, ¿por qué dice Jesús: "Yo soy el que escudriña los corazones y las entrañas y os daré a cada uno según sus obras" (Ap 2, 23). Y más adelante: "Mira, he aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras" (Ap 22,12) Las citas se pueden multiplicar, pero en todas ellas está muy claro que no todos se salvarán. Y esto está dicho por el mismo Jesucristo, que es el fundador de la Iglesia e Hijo del Dios vivo. Cuando les explica a sus discípulos la parábola de la cizaña, les dice: "Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga" (Mt 13, 40-43).

Está más que demostrado que el que se deja llevar por sus pasiones desordenadas se destruye a sí mismo y se queda aún más vacío que estaba. Y es que el ser humano ha sido creado para la inmortalidad: Nos hiciste, Señor, para Tí; y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Tí. Así se expresaba San Agustín, cuya fiesta se celebra hoy, indicando con ello que nada finito nos puede saciar. Hemos sido creados con capacidad para lo infinito. Y puesto que sólo Dios es infinito, sólo en Dios podemos tener nuestro descanso, nuestra felicidad, nuestra alegría y mucho más de lo que podamos desear o soñar, según está escrito: "Ni ojo vio ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que Dios tiene preparadas para aquellos que le aman" (1Cor 2,9).



Las cosas, por buenas que sean, nunca son capaces de saciar nuestro corazón. Y mucho menos en el caso de ser malas. Ni el dinero, la fama, el poder, las drogas o el sexo, son capaces de llenar a una persona. Todo lo contrario: cuanto más se tiene, más se quiere... y más vacía se queda una persona. El que peca es un verdadero esclavo; y lo que es peor, incapaz de salir de esa esclavitud que le domina, si no es con ayuda y con una voluntad férrea.. Es un enfermo del alma y, con frecuencia, también del cuerpo, dada la unión sustancial cuerpo-alma que se da en el hombre... Aunque nunca debe perderse la esperanza: "Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,4). 

Pero, eso sí, cuenta con nosotros. Nunca nos salvará en contra de nuestra voluntad, pues el amor no puede imponerse. Debemos demostrarle que le queremos y para ello, si es que de verdad queremos cambiar y estar junto al Señor, y que Él esté con nosotros, tenemos que actuar como enseñaba San Pablo a Timoteo, cuando le decía:  "si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo" ( 1 Tim 4, 10a); o, incluso mejor, seguir el consejo que daba a los Filipenses,  cuando les hablaba de su deseo de alcanzar a Cristo: "No es que ya lo haya conseguido... sino que continúo esforzándome, por ver si lo alcanzo, puesto que yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús" (Fil 3,12). Así que "...olvidando lo que queda atrás, una cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto por Cristo Jesús" (Fil 3,13-14). Y, mientras tanto, sólo queda esperar:

Algún día será
en que pueda, por fin, ver a mi amado.
Mas, ¿cuándo ocurrirá,
cuándo será saciado
en Él, mi corazón atormentado?

EM núm 18

Todo lo que Dios ha creado es bueno. En particular, lo es el hombre "creado a imagen y semejanza de Dios" (Gén 1,26) En la medida en la que nos asemejemos a Dios y seamos imagen suya, en esa misma medida seremos las personas que estamos llamados a ser, aquellas en las que Dios pensó cuando nos dio el ser. Puesto que Dios es Amor, esa semejanza radica precisamente en el amor. Hemos sido creados para amar. Sólo en el amor, entendido éste como entrega de sí mismo al otro, en perfecta reciprocidad amorosa (amar y ser amado), puede la persona encontrar su verdadera realización como tal persona.

El amor, así entendido, sí que es capaz de proporcionar auténticas satisfacciones; el verdadero amor nunca nos deja vacío o tristes. Por supuesto cuando se ama se sigue con ganas de seguir amando, pues sólo lo infinito, que es Dios, puede dar sosiego a nuestro espíritu (según la conocida frase de San Agustín); y alcanzarlo no acaba de lograrse nunca, pero siempre queda uno con ansias de seguir luchando y buscando Está claro que la plenitud del amor, la satisfacción completa, no tiene lugar en esta vida. Tenemos que esperar hasta que la entrega completa, en totalidad, sea posible, lo que ocurrirá únicamente cuando nos llegue la hora de rendir cuentas a Dios, a Aquel que tanto nos ama y del que estamos enamorados. Esa es la razón por la que en la Biblia se dice:"Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus santos" (Sal 116,15)

La pregunta, que queda en el aire, es: ¿Cuántos son los que están dispuestos, hoy en día, a amar a Dios de esta manera? La respuesta, aunque es personal, tiene, sin embargo, una gran trascendencia, pues de ella va a depender, en gran medida, la salvación de mucha gente (y la nuestra propia). El mundo de hoy necesita de santos auténticos. Ante lo cual sólo nos queda seguir la recomendación del mismo Jesús, quien ante el problema real (¡ya entonces!) de que "la mies es mucha, pero los obreros pocos", acto seguido añadió: "Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Lc 10,2)

Tendencias desordenadas y lucha personal (1 de 2) [José Martí]



 
 

Todos tenemos tendencias desordenadas. El mal está muy metido dentro de nosotros. Incluso parece más nuestro que el bien, lo sentimos con más fuerza. El mismo San Pablo decía: "No logro entender lo que hago; pues lo que quiero no lo hago; y en cambio lo que detesto lo hago" (Rom 7,15). Y poco más adelante: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rom 7,19). Ante lo cual se impone tener las ideas muy claras: no es lo mismo sentir que consentir. No hay pecado si no hay consentimiento libre de la acción pecaminosa, aunque se sienta como propia,  y aunque se sienta muy fuertemente. 

Pero lo más importante para poder salir victoriosos de las tentaciones, que todos padecemos, es acudir al Señor, con confianza, en busca de ayuda. Él es nuestro amigo y nos quiere, y podemos tener la absoluta seguridad de que no nos va a dejar en la estacada: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10,13). Además, hablando de Jesucristo, dice San Pablo que "no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que, de manera semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado" (Heb 4,15).

Todo esto es así... Y, sin embargo, al sentir, a veces, el mal, con más fuerza que el bien, podemos caer en dos tipos de tentaciones, ambas muy peligrosas. La primera, la desesperación: el pensar que todo está perdido y que no tenemos remedio. Es un grave pecado contra la Esperanza, un pecado por defecto, por falta de esperanza. No acabamos de caer en la cuenta de que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5,20) y de que "la caridad cubre la multitud de los pecados" (1 Pet 4,8). Ya Isaías, en el Antiguo Testamento, decía (o, para expresarlo mejor, decía Dios por boca del profeta Isaías): "Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve" (Is 1,18). Por lo tanto, si ese fuese nuestro caso, debemos poner completamente nuestra esperanza en Dios, del mismo modo que un niño pequeño confía plenamente en sus padres. El Señor no defrauda nunca



Y por supuesto,  es preciso tener paciencia, mucha paciencia. No consentir que la tristeza se apodere de nosotros. Todo pasa y, además, ...,  luego se sale fortalecido, una vez pasada la prueba, con una fortaleza que procede de Dios y que es pura gracia, ciertamente. El secreto para lograr esta paciencia, y esto es fundamental, se encuentra en ser conscientes, cuando padecemos, de que Jesús ve nuestro corazón, y ve nuestros deseos de agradarle en todo, y entonces une nuestro sufrimiento al Suyo. De modo que estos padecimientos nuestros, junto a a los de Jesús, se convierten en redentores; es decir, nos convertimos en corredentores con Cristo, porque así Él lo ha querido. Y podemos decir, con verdad, junto con el Apóstol de los gentiles: "Estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presentes no son nada en comparación con la gloria futura que se va a manifestar en nosotros" ( Rom 8,18).

Paciencia esperanzada
en Él, que impide en mí toda amargura;
y la vida es amada,
pues aun siendo muy dura
de mi Amado me dice su ternura

EM núm. 40


Respecto a la segunda tentación es ésta también un pecado muy grave contra la Esperanza, aunque ahora no es ya por defecto, sino por exceso de esperanza. Se piensa que, como Dios es misericordioso, hagamos lo que hagamos, no nos va a condenar: es éste el pecado de la presunción, pecado que, hoy en día, presenta una tremenda actualidad. Esta tentación, en la que se cae con excesiva frecuencia, consiste básicamente en justificar todas las tendencias desordenadas que tiene cualquier persona (como consecuencia del primer pecado de Adán) y considerarlas buenas y naturales. Y así es como se justifican hoy aberraciones contra natura tales como el matrimonio entre homosexuales y que, además, puedan adoptar niños (lo que es un engendro que no tiene ni pies ni cabeza), el aborto (que es un crimen horrendo contra niños inocentes), el divorcio (que es un atentado contra el verdadero amor), la eutanasia (que es la muerte, disfrazada de bondad, de los más débiles), etc, ..., con la desfachatez, para más INRI, de llamar "progreso" a esas monstruosidades. 

Y es que el corazón de las personas se endurece cuando se apartan de Dios: Jesucristo es hoy vilipendiado, ultrajado, odiado y perseguido, en su propia Persona y en todos sus miembros, que somos los cristianos quienes, con Cristo, formamos un solo Cuerpo, que es la Iglesia, del cual Él es la cabeza y nosotros los miembros. El elemento de unidad es "el Amor de Dios que se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5,5) cuando fuimos bautizados. A partir de ese momento somos verdaderos hijos de Dios en Jesucristo: "Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y que lo seamos" (1 Jn 3,1)
(Continuará)

sábado, 24 de agosto de 2013

Dar testimonio del Señor (José Martí)


Señor, Tú eres la única gran realidad, más real que ninguna otra cosa. La realidad de las cosas palidece ante tu Presencia. Tú eres más interior a las cosas que las cosas mismas. Todo subsiste y tiene en Tí su consistencia.Y, sin embargo, suele ocurrirnos, con demasiada frecuencia, que las cosas, el mundo, en general, se nos aparece como más real que Tú, que pasas a significar para nosotros tan solo una palabra (flatus vocis)Hemos tergiversado la realidad. Pues la realidad es lo contrario: si las cosas tienen alguna consistencia es porque Dios se la ha dado, al crearlas; y, además, las mantiene en el ser, y no desaparecen, por su Providencia. Las cosas son lo que Dios piensa de ellas, que es quien las ha creado y las conoce en profundidad. El gran atractivo de la investigación es, precisamente, el poder descubrir en las cosas las huellas de Dios. Alguien dijo alguna vez que Dios no habla, pero todo habla de Dios. Y es muy verdad. 

En todo podemos descubrir a Dios si tenemos un espíritu dispuesto y abierto al saber, si tenemos paciencia y sabemos esperar. Entonces aparecerá la luz en nuestra vida, y las cosas se harán transparentes (no opacas, ni viscosas, como pretendía Sartre, uno de los más importantes representantes del existencialismo ateo, que tanto daño ha hecho)... entonces descubriremos a Dios a través de las cosas:


El olor de las rosas
me llegó, paseando por el prado.
Y las vi tan hermosas
que, su aroma inhalado
me llevó, sin notarlo, hasta mi amado

(EM, núm. 1)

Es una pena, para nosotros, que  estas grandes verdades de la vida, que conocemos por la fe, no no las acabemos de creer nunca del todo... lo que es tanto más cierto en tanto en cuanto no las hacemos realidad en nuestra vida. Con ello nos perdemos mucho, perdemos lo más importante, lo único necesario:  "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice 'dame de beber', tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva" (Jn 4, 10). Estas son palabras que dijo Jesús a la samaritana cuando ella se extrañaba de que Jesús, siendo judío, le pidiera agua a ella, que era samaritana. 


 ¡Qué poco conocemos de Dios y qué poco conocemos a Dios! Y si hay algo que conocemos (o pensamos que conocemos) es porque Dios mismo se nos ha manifestado en la Persona de su Hijo, y nos ha dado su Espíritu: "Muchas veces y de diversos modos habló Dios a los padres en otro tiempo por medio de los profetas; últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo, a quien ha constituido heredero de todo, por quien hizo también el mundo" (Heb 1, 1-2). No somos nosotros los que conocemos, con nuestro esfuerzo mental, sino que es Dios mismo el que se nos ha revelado, haciéndose uno de nosotros; y haciendo posible, de ese modo, el que podamos conocerle y amarle: "Felipe, el que me ve a Mí, ve al Padre" (Jn 14,9). 

Ciertamente, Dios se ha manifestado al mundo... y su manifestación ha sido el Amor... ha sido Él mismo pues, como dice San Juan, "Dios es Amor" (1 Jn 4,8). Viniendo en Persona (Persona divina, pues es realmente Dios), y haciéndose hombre como nosotros (realmente hombre y no sólo apariencia de hombre), nos ha enseñado, y nos continúa enseñando, lo que tenemos que hacer para ser hombres: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 29-30).  Jesús nos enseña a ser verdaderamente humanos, siendo también, en cierto modo, divinos (divinizados por Él, por pura gracia), pues, como dice San Pablo, Nuestro Señor Jesucristo, "siendo rico, se hizo pobre por amor para que vosotros os enriquecierais con su pobreza" (2 Cor 8,9). Porque no otra cosa es lo que Él desea para nosotros, y de nosotros... y es que le queramos, como Él nos quiere: "Paloma mía... dame a oir tu voz, que tu voz es suave, y es amable tu rostro" (Cant 2,14)

Nada hay en este mundo (ni en el Otro) que se pueda comparar a tu amor. Y siendo esto así, como lo es, ... ¿por qué seguimos siendo tan mezquinos y tan mediocres?. ¿Cómo es que todavía no nos hemos vuelto locos de amor por tí? Perdona, Señor, nuestra pobre respuesta, y ayúdanos a ser más generosos y a dártelo todo: que Tú seas lo único que verdaderamente nos importe en nuestra vida, y que siempre demos testimonio de Tí, ayudados por tu gracia.

lunes, 12 de agosto de 2013

La mirada de amor, en el Cantar de los Cantares


Los enamorados, como sabemos, viven pendientes siempre el uno del otro. El amor de enamoramiento es el mayor que nosotros, los humanos, somos capaces de imaginar. De ahí que Dios, que nos quiere tanto, nos haya manifestado, ya en el Antiguo Testamento, hasta qué extremo llega su amor con cada uno de nosotros, tomando como referencia el amor humano entre los esposos. Y lo ha hecho en ese libro poético de la Biblia que es el Cantar de los Cantares. 


Según el padre Alfonso Gálvez, fundador de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote,  "aunque el amor humano conyugal no agota el contenido del amor, posee características y matices diversos de los otros modos de amar que lo hacen, precisamente por eso, el más apto de todos para describir lo que es un amor absoluto de intimidad, de entrega recíproca y de comunión de vidas en totalidad. Por lo demás, como el amor divino-humano es absoluto e inefable, el Cantar utiliza el lenguaje poético, que es el que emplea el hombre cuando intenta hablar de aquellas cosas que no puede terminar nunca de expresar. Lo inefable aquí empieza en el momento en que Dios, que pudo haber tenido con el hombre simples relaciones de amor, propias del Creador y su criatura, decide establecer con él las relaciones propias del amor perfecto" (Comentarios al Cantar de los Cantares Vol I, 1994)

Aunque todo el libro del Cantar refleja este enamoramiento personal de Dios con cada persona, yo he entresacado del mismo solo aquellos versículos en los que se habla expresamente de la mirada de amor entre esposa y Esposo.

El Esposo:

Paloma mía,
en los huecos de las peñas,
en los escondites de los riscos,
dame a ver tu rostro,
dame a oir tu voz,
que tu voz es suave,
y es amable tu rostro (Can 2,14)


¡Qué hermosa eres, amada mía,
qué hermosa eres!
Son palomas tus ojos
a través de tu velo (Cant 4,1)


Me robaste el corazón,
hermana mía, esposa,
prendiste mi corazón
en una de tus miradas  (Cant 4,9)


Aparta ya de mí tus ojos
que me matan de amor (Cant 6,5)


En el caso de la esposa, en lo que se refiere a la mirada, propiamente dicha, esto es lo que he encontrado:


Es mi amado como la gacela o el cervatillo.
Vedle que está ya detrás de nuestros muros,
mirando por las ventanas,
atisbando por entre las celosías. (Cant 2,9)


Mi amado es puro y sonrosado,
se distingue entre millares.
Su cabeza es oro, oro fino;
sus cabellos, racimos de dátiles,
negros como el cuervo.
Sus ojos son como palomas
a la vera del agua,
bañadas en leche,
posadas en la orilla.(Cant 5, 10-12)


No obstante aparecen otras expresiones que suponen, implícitamente, esa mirada amorosa del amado.

La esposa:

Béseme con besos de su boca.
Más deliciosos que el vino son tus amores;
de aroma exquisito tus perfumes (Cant 1,2-3)


¡Qué hermoso eres, amado mío!
¡Qué gracioso!
Hasta nuestro lecho es una floresta (Cant 1,16)


¡La voz de mi amado!
Ya está aquí, ya viene,
saltando por los montes,
brincando por los cerros. (Cant 2,8)


Mi amado es para mí y yo para él;
él pastorea entre azucenas (Cant 2, 16)


Yo duermo, pero mi corazón vela.
La voz de mi amado llama a la puerta. (Cant 5,2)


Os conjuro, hijas de Jerusalén,
que, si encontráis a mi amado,
le digáis que desfallezco de amor. (Cant 5,8)


Yo soy de mi amado y mi amado es mío;
él pastorea entre azucenas. (Cant 6,3)


Yo soy para mi amado
y a mí tienden todos sus anhelos (Cant 7,11)

domingo, 11 de agosto de 2013

La mirada de amor, en San Juan de la Cruz


San Juan de la Cruz (Fontiveros, Ávila, 24 de junio de 1542 – Úbeda, Jaén, 14 de diciembre de 1591), fue un religioso y poeta místico del renacimiento español, reformador de la Orden de los Carmelitas y cofundador de la Orden de Carmelitas Descalzos con Santa Teresa de Jesús. Desde 1952 es el patrono de los poetas en lengua española. 

En 1567 fue ordenado presbítero en Medina del Campo, donde conoció a Teresa de Cepeda y Ahumada, futura santa Teresa de Jesús, que había llegado a la ciudad para fundar una nueva sede de su «Reforma carmelita», los llamados carmelitas descalzos. Teresa convence a Juan y lo une a su causa de reforma de su orden, que tropezó con una gran hostilidad por parte de los carmelitas calzados.


Por conflictos surgidos entre los carmelitas descalzos y calzados, la noche del 3 de diciembre de 1577 Juan de la Cruz fue raptado y conducido sigilosamente a la cárcel del convento de Toledo, donde sufrió tanto rigor y penuria que, después de ocho meses, decidió fugarse, descolgándose de noche por una ventana. Era la noche del 17 de agosto de 1578. Durante este periodo de reclusión escribe las treinta y una primeras estrofas del Cántico espiritual. 

En 1582 escribió la Noche oscura del alma, la primera redacción de la Llama de amor viva y la primera redacción del Cántico Espiritual (la segunda fue en 1588). La segunda redacción de la Llama de amor viva la escribió en 1591, el mismo año de su muerte.

El 28 de septiembre de 1591 va a Úbeda, "a curar de unas calenturillas". Es su última enfermedad. Unas llagas malignas en el empeine del pie acaban con su vida.. Cuando tocaban a maitines, sus últimas palabras fueron: "Pues yo me voy a cantarlos al Cielo". Sonaban las 12 y comenzaba el sábado, 14 de diciembre de 1591. Tenía 49 años cuando murió.

Fue beatificado por Clemente X el 25 de enero de 1675 y canonizado por Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726. Pio XI lo declaró Doctor de la Iglesia el 24 de agosto de 1926. Su fiesta se celebra el 14 de diciembre.

San Juan de la Cruz fue un hombre enamorado de Jesús, como se refleja en sus escritos y en su vida. Sus poesías, cuya fuente de inspiración fue el Cantar de los Cantares, tienen una perenne actualidad, tanto en lo literario como, sobre todo, en el aspecto religioso, de relación amorosa con Dios. 

Yo me he fijado, concretamente, en su Cántico Espiritual. Es tan bello este Cántico que habría que escribirlo todo entero de modo que llegara hasta lo más hondo de nuestro corazón y nos transformara. Trascribo, sin embargo, solo cuatro estrofas entresacadas del mismo, pues su contenido está relacionado, directamente, con la mirada del Amado (que es el asunto del que me he ocupado en los posts anteriores).


10. Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para tí quiero tenellos.              


11. ¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados,
formases de repente
los ojos deseados,
que tengo en mis entrañas dibujados!         


22. Cuando tú me mirabas,
tu gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.    
       

23. No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.         

sábado, 10 de agosto de 2013

La mirada de amor, en Alfonso Gálvez


Escribo aquí unas cuantas estrofas que he entresacado de un libro del padre Alfonso Gálvez, titulado "Los cantos perdidos". He seleccionado sólo las que hacen relación, de un modo directo, a la mirada de Jesús, pues éste ha sido el asunto sobre el que yo he escrito en posts anteriores. Señalo el número para que así sean fáciles de localizar  por aquellos que tengan dicho libro.


15. Sus ojos en los míos se posaron
antes de que la aurora despertara,
mas de tal modo herido me dejaron
que si el suave mirar de mí apartara
dulce muerte de amor yo me encontrara.


16. Sus ojos me miraron
antes que el dulce Apolo apareciera,
y herido me dejaron
de amor, en tal manera,
que al seguir contemplándolos, muriera.


28. Vino hasta mí el Amado
antes que el sol naciera por el teso
y, habiéndome mirado,
sentí en sus ojos eso
que solamente sana con un beso.


43.Si de nuevo me vieres,
allá en el valle, donde canta el mirlo,
no digas que me quieres,
no muera yo al oírlo
si acaso tú volvieras a decirlo.


51. Y luego me miraste
y en silencio dijiste que me amabas;
y cuando por fin me hallaste
y ya no me buscabas
de mi presencia el gozo respirabas.


58.Pasando por los prados
tus ojos con los míos se encontraron;
miráronse callados
y heridos se quedaron
en la llaga de amor que se causaron.


70. Me requirió el Amado
para que de las cosas me olvidara
y, junto al vado umbroso,
sus ojos contemplara
y de amor sus requiebros escuchara.


74. Con ansias de saber si me querías
mis ojos a los tuyos se rindieron,
mas, cuando vieron lo que tú sentías,
al fuego de tu amor desfallecieron.



viernes, 2 de agosto de 2013

Amor y verdad [José Martí]


Un canto al amor:
eso quisiera que fuera mi vida;
un canto mudo,
que no necesita de palabras.

Porque el amor es la verdad,
la gran verdad de la vida...
...lo único que es capaz
de producir en nosotros
la verdadera libertad,
de la que tanto estamos necesitados.

Amor... que es entrega,
amor que dice sí, con todo el ser,
a la toda la creación ...
... un  que es la propia vida,
que se entrega,
que se da con afán.

Optar por el amor
es la única opción
que produce liberación
y verdadero enriquecimiento...
...porque es la opción por la verdad,
esa Verdad que nos hace libres (Jn 8,32).

Y este amor,
que es lo más hermoso de la vida,
lo único por lo que vivir merece la pena,
es simplemente un efecto
de la presencia del Amor en nosotros:
el Amor increado,
produciendo en nosotros su fruto,
eso es el amor humano.

Su Amor en nosotros,
por el que nos unimos a Dios con unión real,
hace posible también
que podamos amar todas las cosas
con el mismo Amor con el que Él las ama.

Y esto es muy bello.

jueves, 1 de agosto de 2013

No tengáis miedo [José Martí]


Si realmente Tú, Señor, eres lo más importante
en nuestro vida,
entonces nada, absolutamente nada,
debe poder inquietarnos...
...Sólo el pecado,
el apartarnos de Tí,
ha de ser nuestro temor.

Mas si Tú estás con nosotros,
¿a quien podemos temer?
Nada será ya capaz de inquietarnos;
y nuestra actitud normal
será la alegría,
una alegría profunda...
... que proviene 
de saber que Tú nos quieres
y estás a nuestro lado...

... una alegría que nadie puede turbar
mientras no nos separemos de Tí,
que eres quien la produce en nosotros.

Danos tu Espíritu, Señor,
danos el movernos con libertad,
porque sabemos que
 "donde está tu Espíritu allí hay libertad" (2 Cor 3,17)

El que tiene tu Espíritu nada teme,
pues "Dios no nos ha dado espíritu de temor,
sino de fortaleza,
de caridad y de templanza" ( 2 Tim 1,7).
"No recibisteis espíritu de servidumbre
para recaer en el temor,
sino que recibisteis el Espíritu de hijos adoptivos,
con el cual clamamos: ¡Abba, Padre!" (Rom 8,15).

Las palabras que Tú nos has dicho
son espíritu y vida (Jn 6,63).

"¿A quien iremos, Señor?
Tú tienes palabras de vida eterna,
y nosotros hemos creído
y sabemos que Tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68-69)

Señor, que Tú seas en mí y en todas las cosas.
Que sólo nos importe el tener tu Espíritu.