viernes, 15 de diciembre de 2017

"CAMINO AL CIELO" por Cristina García

Duración 13:54 minutos

San Juan de la Cruz



Celebramos hoy a San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia y santo muy admirado por Juan Pablo II. Santo que tuvo mucho que ver en su vocación ya que fue leyendo un libro suyo cuando el joven Karol decidió hacerse sacerdote. Presbítero de la Orden de los Carmelitas, el cual, por consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y ásperas tribulaciones.

Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos; Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las manualidades y muestra afición al estudio.

Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un discípulo agudo.

Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese momento.

En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo “palomarcico”, como le gustaba de llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba con “fraile y medio” haciendo con gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero, era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.

Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.

La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará “senequita” para referirse a su ciencia, “santico de fray Juan” al hablar de su santidad, previendo que “sus huesecicos harán milagros”.

No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito y saliendo por el tragaluz.

En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón; serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan llevará la doctrina y cuidará del espíritu.

Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de Mancha Real.

Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido- ante la contemplación de un Cristo doliente! “Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos”. En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a tramarse su expulsión del Carmelo.

Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.

Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su tiempo para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas y medio muerto de cansancio, buscando un médico.

Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el “estercolero del desprecio”. Llovía.

Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.

Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró patrono de los poetas.

Fuente: Archidiócesis de Madrid
Más información sobre san Juan de la Cruz pinchando aquí

El sacerdote: ¿A quién enviaré? (Mons. Kevin Doran)

Duración 4:05 minutos

lunes, 11 de diciembre de 2017

Las razones de Sor Lucía de Fátima para no dejar de rezar el Rosario a diario



(ACI Prensa)– ¿Por qué rezar el Rosario todos los días?, ¿qué beneficios trae para el fiel en su vida diaria? Sor Lucía Dos Santos, una de los tres videntes de Fátima, dio varias razones que responden a estas preguntas en un libro publicado en 2002.

Se trata del libro “Llamadas del Mensaje de Fátima”, escrito por la Sierva de Dios fallecida en 2005. En este recuerda que la Madre de Dios hizo esta invitación desde su primera aparición en Fátima (Portugal) el 13 de mayo de 1917.

“Reza el Rosario todos los días, para obtener la paz para el mundo y el final de la guerra”, alentó la Virgen en su mensaje inicial.

Aquí las razones de Sor Lucía que comparte el National Catholic Register.

1. Se adapta a las posibilidades de cada uno

Sor Lucía dice que Dios es un Padre que “se adapta a las necesidades y posibilidades de sus hijos”, porque “si Dios, por medio de Nuestra Señora, nos hubiera pedido que fuéramos a la Misa y recibiéramos la Sagrada Comunión todos los días, sin duda habría habido muchísimas personas que hubieran dicho con toda razón que eso no era posible”.

Sin embargo, sostiene la Sierva de Dios, “rezar el Rosario es algo que todos pueden hacer, ricos y pobres, sabios e ignorantes, grandes y pequeños”, en cualquier lugar, en común o en privado y en diferentes momentos.

2. Nos pone en contacto familiar con Dios

Sor Lucía indica que esta oración sirve “para ponernos en contacto con Dios, agradecerle por sus beneficios y pedir las gracias que necesitamos”.

“Es la oración que nos pone en contacto familiar con Dios, como el hijo que acude a su padre para agradecerle por los regalos que ha recibido, para hablar con él sobre preocupaciones especiales, para recibir su guía, su ayuda, su apoyo y su bendición”, añadió.

3. Es la oración más agradable que podemos recitar después de la Misa

Sor Lucía afirma que después de la Santa Misa, rezar el Rosario –teniendo en cuenta su origen, las oraciones que contiene y los misterios que se meditan–, “es la oración más agradable que podemos ofrecer a Dios y la más ventajosa para nuestras propias almas”.

“Si ese no fuera el caso, Nuestra Señora no lo habría pedido con tanta insistencia”, sostuvo.

4. Las cuentas del Rosario ayudan a cumplir nuestros ofrecimientos diarios

Sor Lucía responde cualquier inquietud sobre el número de oraciones en el Rosario, aclarando que “necesitamos contar, para tener una idea clara y vívida de lo que estamos haciendo, y para saber positivamente si hemos completado o no lo que habíamos planeado ofrecer a Dios cada día, para preservar y mejorar nuestra relación de intimidad con Dios y, por este medio, preservar y mejorar en nosotros mismos nuestra fe, esperanza y caridad”.

5. Ayuda a recibir mejor la Eucaristía

En su libro, la vidente de Fátima asegura que se puede considerar el rezo del Rosario como “una forma de prepararse para participar mejor en la Eucaristía, o como acción de gracias” después de haber recibido el Cuerpo de Cristo.

Ella agrega que, si bien se pueden usar muchas oraciones excelentes para prepararse para recibir a Jesús en la Eucaristía y preservar nuestra relación íntima con Dios, no cree que haya “una más apropiada para la gente en general que la oración de los cinco o quince misterios del Rosario”.

6. Preserva las virtudes teologales

“Dios y Nuestra Señora saben mejor que nadie lo que es más apropiado para nosotros y lo que más necesitamos. Además, el Rosario será un medio poderoso para ayudarnos a preservar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad”, sostiene Sor Lucía.

7. Evita caer en el materialismo

La hermana Lucía va directamente al grano y asegura que “aquellos que dejan de decir el Rosario y no van a la Misa diaria, no tienen nada que los sustente, y terminan por perderse en el materialismo de la vida terrenal”.

Sobre la Virgen María (Fulton Sheen)

Duración 36:51 minutos

viernes, 1 de diciembre de 2017

"LA HUMILDAD DE MARÍA" (Entrevista de Javier Navascués a Rafael María Molina)

Duración 16:21 minutos

En 1942 se publicó el excelente libro MEDITACIONES SOBRE LA SANTÍSIMA VIRGEN, escrito por el sacerdote Ildefonso Rodríguez Villar, ex Rector del Santuario Nacional de la Gran Promesa de Valladolid. Es un excelente libro de meditación de las virtudes de María aplicadas a nuestra vida cotidiana, del que voy a reseñar, Dios mediante, algunas partes.

Este es uno de los engaños más funestos de la vida espiritual: despreciar algunas cosas y no darles importancia porque las creemos pequeñas. Pensamos que no valen para nada ¡Qué bien explota este engaño el demonio!

Todos los santos deben su grandeza a un conjunto de pequeñeces que ellos supieron admirablemente aprovechar. Al contrario todas las grandes caídas han tenido su origen en cosas pequeñas e insignificantes que pasaban inadvertidas. Pero esta comprobado y es de fe que “el que desprecia lo pequeño, poco a poco caerá”.

Será este conjunto de pequeñeces el que labrará nuestra felicidad o nuestra ruina para siempre. La realidad es que no tendremos ocasiones abundantes ni ánimos o fuerzas para acometer empresas grandes, heroicas, hazañas estupendas. Pero no precisamente en los hechos extraordinarios sino en la fidelidad y exactitud de nuestros pequeños deberes diarios está nuestra perfección.

La fidelidad en lo poco será la causa, algún día, de la posesión sobre lo mucho. Cristo en el Evangelio dice: “Porque fuiste fiel en lo poco (o sea en lo pequeño, en lo que al parecer no tenía importancia) Yo te constituiré sobre lo mucho”. Por eso debemos estar convencidos de que no se puede llamar pequeño a nada de lo que tenga relación con nuestra alma, con nuestra salvación y santificación.

La vida de María no es más que un conjunto de pequeñeces, acompañadas a veces de cosas grandes y heroicas en sumo grado. Guisar, coser, barrer, fregar, limpiar, estar siempre dispuesta para cuidar a Jesús y a San José. Con ello se hizo tan grande y tan santa. San Juan Berchmans decía que la mayor penitencia es la vida común.

También es esencial comprender que Dios normalmente sólo nos pedirá las cosas pequeñas de cada día. Tenemos que tomar la resolución de complacer a Dios todos los días cumpliendo exactamente esa su santísima voluntad.

Para Dios todo es pequeño. Las acciones más grandes y llamativas de los hombres no valen delante de él más que las pequeñas y vulgares.

Para Dios todo son juegos de niños en su presencia; grandes batallas, imperios que se conquistaron, inventos que se descubrieron, fama y laureles para algunas personas. Todo eso para Él es igual que nada. Lo que vale es el corazón y la intención con la que hacemos nuestros actos, la manera como los ejecutamos y el fin que perseguimos. Aunque sean cosas muy pequeñas que además tienen el mérito de no perderse en vanidad o vanagloria como fácilmente puede ocurrir con los actos de brillo y relumbrón.

Rafael Mª Molina

[Nota: Este comentario viene incluido en el mismo vídeo]