martes, 31 de mayo de 2016

Tres vídeos del padre Alfonso sobre el misterio de la Cruz



¿Cómo entender el misterio de la cruz?
Duración 7:58 minutos


¿Por qué tanto temor ante la cruz?
Duración 4:11 minutos


La ley del Amor nos impulsa a compartir el destino de Jesús
Duración 7:18 min




lunes, 30 de mayo de 2016

EL RECHAZO DE LA CRUZ ES EL RECHAZO DEL AMOR Y DE LA ALEGRÍA [José Martí]

Imagen de Cristo sonriente 

El amor, en esta vida, va necesariamente unido al sufrimiento. Esto podemos verlo en infinidad de pasajes evangélicos: "Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto"(Jn 12, 24) . "El que quiera ganar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por mi amor, la encontrará" (Mt 6, 25) "Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y espaciosa la senda que conduce a la perdición, y son muchos los que entran por ella. ¡Qué angosta es la puerta y estrecha la senda que lleva a la Vida, y qué pocos son los que la encuentran!" (Mt 7, 13-14). "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mc 8, 34)

La cruz es el signo del cristiano. Pero es muy importante tener en cuenta que lo esencial en la vida cristiana no es el sufrimiento en sí, sino el sufrimiento junto a Jesús, el sufrimiento por amor. Lo único que da sentido al sufrimiento es el amor. En nuestro caso concreto, el sufrimiento cristiano tiene el mayor de los sentidos porque es la expresión del máximo amor posible. Un cristiano nunca sufre en solitario, sino que su sufrimiento es siempre con Jesús, y en Jesús y por Jesús. Lo único importante es el amor a Jesús, nuestro Maestro y nuestro Amigo. Todo lo demás es accesorio y, en realidad de verdad, todo lo que no sea amar a Jesús es tiempo perdido. ¿Qué ocurre? Pues que la demostración de la autenticidad del amor pasa siempre por la cruz. No hay otro camino.

Y este compromiso con Jesús conlleva trabajo, esfuerzo, ilusión, ..., cruz en definitiva. El que huye de la cruz huye de Dios. De ahí que la cruz debe ser amada, no en sí misma, sino sólo en tanto en cuanto es la cruz de Cristo, que es Aquel a quien amamos y por quien nos jugamos la vida igual que Él hizo por nosotros.

Por eso decía al principio que nadie en su sano juicio quiere sufrir. Ahora bien, si se sufre con Cristo, si al sufrir estamos participando del sufrimiento redentor de Jesucristo, porque formamos con Él un solo cuerpo, entonces esos sufrimientos nuestros son también sufrimientos suyos. Cuando un miembro se conduele todo el cuerpo se conduele. Y cuando un miembro se alegra todo el cuerpo se alegra. Si estamos con Él -y Él está con nosotros- cualquier cosa que nos ocurra siempre será buena, aunque mirada con criterios meramente humanos no lo parezca. La desgracia más grande es, por eso, el pecado, porque nos separa de Aquél que es nuestro mejor Amigo; en realidad, nuestro único amigo, pues no hay verdadera amistad entre dos personas si no está fundamentada en Él.

Frente al "misterio de iniquidad" que es el pecado (2 Tes 2, 7), no hay nada, humanamente hablando, que pueda hacerle frente. Se requiere de otro misterio, más grande aún, que es el "misterio de Amor", del amor que -increíblemente- Dios nos tiene, a todos y a cada uno, pues "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8) y, como dice san Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20)

Esa -y no otra- es la razón por la que Jesús dijo a Pedro, cuando éste quería separarlo de su Camino (ligado a la cruz): "¡Apártate de Mí, Satanás, porque eres para Mí motivo de escándalo!, porque no gustas las cosas de Dios sino las de los hombres" (Mt 16, 23) Y al diablo: "No tentarás al Señor, tu Dios" (Mt 4, 7).
Como digo, el misterio de iniquidad, que es el pecado, es superado por el misterio del Amor de Dios, hecho realidad palpable en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Este misterio del Amor de Dios, del que hemos sido hechos partícipes, por pura gracia, debe llevarnos a un cambio radical en nuestra vida, hasta el punto de estar dispuestos a morir antes que negar al Señor. Decía san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado; y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). Y también: "Habéis muerto y vuestra vida está escondida, con Cristo, en Dios" (Col 3, 3)

El misterio de la muerte y Pasión de Cristo, por amor, es la esencia del Cristianismo y se hace realidad diariamente, en cada Misa. Por eso la Santa Misa es el centro de la vida cristiana, pues en ella se hace presente, aquí y ahora, aunque de modo incruento, lo que tuvo lugar allí y entonces. No como recuerdo, ni como memoria, sino real y verdaderamente. El único Sacrificio de Cristo en la Cruz se actualiza (sin repetirse) en la Santa Misa. Este carácter sacrificial de la Misa es desconocido por una inmensa cantidad de cristianos, porque nadie se lo ha explicado ... y la Misa ha quedado reducida a una mera celebración comunitaria, ha quedado -por así decirlo- protestantizada. 


Se entiende ahora por qué san Pablo, con lágrimas en los ojos, dijera, ya entonces: "Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios es el vientre y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas" (Fil 3, 18-19)Una inmensa mayoría de católicos no conoce, en realidad, la doctrina católica y no conoce, por lo tanto, a Jesús; lo que es una gran desdicha de la que ni siquiera, por desgracia, suelen ser conscientes los mismos que la padecen. Y todo ello por la escasez de buenos pastores en la Iglesia. Son muchos los que hacen un uso fraudulento de la palabra de Dios, tergiversándola o callando verdades verdades fundamentales de la fe, con lo que el cristiano de a pie queda confundido ... y es que lo que se le predica no es la Palabra de Dios.

No se predica, por ejemplo, el mensaje de la Cruz y la existencia y la gravedad del pecado. La Iglesia se ha hecho "mundana" en muchos de sus miembros (incluyendo gran parte de la Jerarquía). Es difícil de explicar cómo hemos llegado a esta situación ... aunque, por otra parte, si bien se piensa, es algo que se veía venir, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II el cual tiene sus cosas buenas y muy buenas, todo hay que decirlo. Pero, por desgracia, casi todos sus documentos están escritos en un lenguaje modernista, es decir, ambivalente y ambiguo, de modo que puede dar lugar -como de hecho ocurrió- a interpretaciones no sólo  diferentes, sino contrarias, de la palabra de Dios ... lo cual nunca había ocurrido en la Iglesia hasta ese momento. 

Por sus frutos los conoceréis -decía el Señor. Y los frutos que observamos -que padecemos- desde hace cincuenta años, no son buenos: todos lo sabemos. Por eso hay tanta división en el seno de la Iglesia. Y vuelven a cumplirse, otra vez, las palabras de Nuestro Señor: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa" (Lc 11, 17). 

Esto es justamente lo que está ocurriendo hoy en la Iglesia, en un proceso que va a más y que amenaza con destruirla, si Dios no lo remedia. Ponemos, pues, de nuevo, nuestra confianza en Dios y en la Virgen María, nuestra Madre, para que ayude a este mundo y a la Iglesia a salir de la gravísima situación en la que se encuentran.


José Martí

domingo, 29 de mayo de 2016

Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11) [José Martí]


Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:


La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)




La cruz de Cristo única salvación posible (8 de 11)

La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)



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De todo lo dicho, resulta que:

(1) El pecado es una realidad misteriosa, única causa de todos los males que afectan a la humanidad. Es cierto que nadie puede querer lo malo ni ser desgraciado. Todos buscamos la felicidad; pero la verdadera felicidad, no sus sucedáneos, sólo se encuentra en la posesión y en el amor de Dios. "Nos hiciste, Señor, para Tí, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Tí". Todos hemos sido creados con un deseo de eternidad, de absoluto. Nada, en este mundo, ni bueno ni malo, nos puede saciar. Siempre queremos más. Tal es nuestra condición, así hemos sido creados. Sólo la posesión de Dios podrá calmar esa ansia de felicidad que todos llevamos dentroPero el mundo rechaza a Dios. Volvemos, otra vez, a caer en la tentación con la que el Diablo engañó a nuestros primeros padres, cuando les dijo: "Seréis como dioses, conocedores de la ciencia del bien y del mal". (Gen 3, 4). Desde el momento en que el hombre ha desplazado a Dios, despreciándolo y erigiéndose a sí mismo en Dios, es imposible que pueda alcanzar la felicidad, pues va por caminos equivocados, que sólo pueden conducirle a su perdición.


(2) Cristo ha venido para salvarnos del pecado. No todos se salvan sino aquellos que responden con amor a su llamada amorosa.

"Sobre el madero, cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo" (1 Pet 2, 24a). ¡No existe amor mayor! Y además hemos sido hechos realmente capaces, por Su gracia -no por nuestros méritos- de amarlo a Él de igual manera, en perfecta reciprocidad de amor, de tú a tú.  "Por sus heridas -dice san Pedro- habéis sido sanados. Pues érais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas" (1 Pet 2, 24b-25).


Ésta -y no otra- es la razón por la que Jesús dijo a Pedro, cuando éste le reprendió y quería separarlo de su camino de cruz: "¡Apártate de Mí, Satanás! Eres para Mí escándalo, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres" (Mt 16, 23). Y al diablo cuando quiere que Jesús monte un show lanzándose desde lo alto del templo, para que todos lo admiren y lo reconozcan como Mesías, le dice: "No tentarás al Señor, tu Dios"( Mt 4, 7). 


Decididamente, los pensamientos de Dios no son como los nuestros (Is 55, 8). No entendemos a Dios. No entendemos sus Palabras ni su manera de enfocar la existencia. ¿Por qué la cruz? Se nos escapa. Y es que, al pensar en la cruz, nos fijamos en su aspecto de dolor y no en su significado: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). 


La causa del dolor, del sufrimiento y de la muerte (de la cruz, en definitiva) fue el pecado. Y Jesús cargó con las consecuencias del pecado en su propio cuerpo ... siendo así que Él no había cometido pecado ... y de esa manera nos redimió. Su amor por nosotros fue el que le llevó a actuar así, pues las puertas del cielo estaban cerradas para nosotros, a consecuencia del pecado original (misterio de iniquidad). 


Mediante la muerte de Jesucristo en la cruz, el pecado fue vencido y de esta manera, lo que siempre había sido considerado como inexplicable y horroroso (porque lo era) adquirió un sentido. La cruz fue la gran victoria de Dios sobre el pecado y en ella se manifestó el mayor amor posible. En ella fue vencido Satanás. Por eso no debemos de tener miedo al dolor ni a la muerte, en tanto en cuanto unamos nuestro dolor y nuestra muerte a los de Jesucristo. Ahora todo tiene sentido. Y la vida no es una pasión inútil, como pretendía Sartre. 


Esta es también la razón por la que decía san Pablo, con lágrimas en los ojos: "Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios es el vientre y su gloria la propia vergüenza, pues son los que saborean lo terreno" (Fil 3, 18-19). 


... Y es que el que pretende arrancar la cruz del cristianismo para hacerlo asequible a la gente, lo desfigura. Lo que le presenta a la gente ya no es la palabra de Dios, sino otra cosa: hace un uso fraudulento de esta Palabra para engañarlos. Un cristianismo sin cruz es un cristianismo sin amor, porque esa huida de la cruz significa una huida de Jesús, cuya vida no queremos compartir. Y si no queremos compartir su Vida es que no lo amamos; y si no amamos a Jesús somos unos desgraciados y nada tiene sentido.


El gigantesco secreto del cristiano, como decía Chesterton, es la alegría y ésta proviene del amor a Jesús que se manifiesta en vivir agradecidos, porque Él nos amó primero y nos sigue amando. Si no estamos enamorados de Jesucristo, como Él lo está de nosotros, de cada uno de forma exclusiva y única, entonces nuestro cristianismo no tiene sentido alguno; es triste y aburrido ... y acabaremos, lógicamente, abandonando nuestra fe.


En el presente eón, la cruz y el amor van siempre unidos ... y junto al amor verdadero, la verdadera alegría, que proviene de la unión con el Señor: unión de pensamiento y unión de vida, siempre en el seno de la Iglesia Católica. Tan esencial es esta verdad al cristianismo (al Catolicismo, habría que decir) que san Pablo, al igual que Jesús, no se andaba con remilgos, en esta materia, pues nos jugamos nuestra salvación eterna: "Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!" (Gal 1, 9)


Todas estas ideas que están contenidas en el Nuevo Testamento y que son, por lo tanto, Palabra de Dios, pues tienen al Espíritu Santo por autor,  han sido escritas para nuestro bien y para que podamos salvarnos. Cada día es una nueva oportunidad para cambiar. Cada día nos ofrece Dios su Amor. Si leemos el Evangelio con atención y confianza en Dios, si nos dejamos llevar y aconsejar de un buen director espiritual, sin ningún género de duda acabaremos creyendo en la inmensidad de ese Amor que Dios nos tiene (Dios encarnado en la Persona de su Hijo), sin mérito alguno por nuestra parte.


Tenemos las palabras de Jesucristo, que es Dios y que no puede engañarnos, pues Él mismo es la Verdad (cfr Jn 14, 6): "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad  y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. O, ¿quién hay entre vosotros al que si su hijo le pide pan le dé una piedra? O si le pide un pez, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan!" (Mt 7, 7-11). San Lucas es aún más explícito, al decir: "¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden? (Lc 11,13). Y si tenemos el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu de Jesucristo, es que, entonces, Cristo vive en nosotros y nosotros en Él. ¿Se puede pedir algo más grande ... y, además, con la seguridad de que nos va a ser concedido?



José Martí

sábado, 28 de mayo de 2016

Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11) [José Martí]


Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:


La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)




La cruz de Cristo única salvación posible (8 de 11)

La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)



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Estábamos hablando de la necesidad de tener el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, único modo de poder entender las realidades sobrenaturales que Dios, en su Hijo, nos ha querido comunicar, entre ellas, el inmenso Amor que nos tiene. Así nos lo dijo Jesús: "El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que Yo os he dicho" (Jn 14, 26).


El Espíritu Santo es el gran Desconocido. Nunca habla de Sí mismo. Su misión es la de darnos a conocer el Amor de Dios. En realidad, el Espíritu Santo, que es Dios, el mismo y único Dios, en la Trinidad de Personas, viene a ser, por expresarlo de algún modo, como el corazón mismo de Dios pues es el Amor que el Padre profesa al Hijo y, a su vez, el Amor con que el Hijo profesa al Padre. La reciprocidad de Amor entre Padre e Hijo, en el seno de la Santísima Trinidad, tiene la misma Entidad que el Padre y el Hijo. Ese Amor que une al Padre y al Hijo (Personas Divinas distintas, en cuanto Personas) es también otra Persona Divina: es el Espíritu Santo. Y es ese el Espíritu que se nos ha dado para que podamos entender todas las cosas que Jesucristo nos dijo ... y aun las que no llegó a decirnos.


Pero no es un Espíritu cualquiera, pues "aunque sopla donde quiere" siempre nos habla de Jesucristo, en quien el Padre tiene sus complacencias. Un "espíritu" que nos llevara a separarnos de Jesús no sería el Espíritu Santo, no sería el verdadero Espíritu, Aquél que guía a la Iglesia, la única Iglesia verdadera, que es la Iglesia Católica.


Y el Espíritu de Jesucristo, que ese es el Espíritu Santo, si vive -de verdad- en nosotros, nos llevará, indefectiblemente, a compartir la Vida de Jesús, tomando su Cruz y haciéndola nuestra. Decía san Pablo a los colosenses: "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo así en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). Jesucristo venció el pecado y nosotros, unidos a Él, podremos también vencerlo. Esta unión con Jesús sólo es posible si tenemos Su Espíritu. De ahí la importancia de conocer bien los Evangelios y el Nuevo Testamento, en donde se encuentra escrita la vida de Jesús y los comienzos de la Iglesia. Si así lo hacemos, y ponemos en ello toda nuestra ilusión, el Espíritu de Jesús vendrá a nosotros; lo que percibiremos cuando nos demos cuenta de que no podemos vivir sin ese Espíritu ... o lo que es igual, sin estar enamorados de Jesús, el cual se irá convirtiendo, cada día más, en Vida de nuestra vida,


Con Cristo -y sólo con Él- podemos vencer el pecado. Él ya lo ha hecho con su muerte en la cruz ... y ahora nos da la posibilidad de que nosotros podamos también hacerlo. Sabemos que tenemos su Espíritu si compartimos su Vida y tomamos la Cruz: No hay otro modo de vencer el pecado. El camino a seguir es el camino que Él tomó. Y ése es el camino que tenemos que seguir ... porque, además, dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino" (Jn 14, 6). La victoria sobre el pecado, causa de todos los males que asolan a la humanidad, pasa y va unida siempre al amor de Jesucristo. Y eso sí, Aquél que aparece en los Evangelios y no el que uno pueda inventarse: "Yo predico a Jesucristo y éste crucificado" (1 Cor 1, 23) hasta el punto de que "si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1, 9). 


Un cristianismo sin cruz no es auténtico cristianismo. Recordemos que "nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Y que Jesucristo, "habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13, 1). diciéndoles, después de haberles lavado los pies: "Os he dado ejemplo, para que como Yo he hecho con vosotros, así lo hagáis vosotros" (Jn 13, 15), que no otra cosa hizo Él en su vida:  "El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en redención por muchos" (Mt 20, 28). Y "no es el siervo más que su señor. Si a Mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15, 20a).


De manera que no tenemos que extrañarnos si el mundo nos persigue y no nos comprende. Eso hicieron con Jesús. Pero no todos: "Si guardaron mi Palabra también guardarán la vuestra" (Jn 15, 20b). Y también: "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11) ... mas "a cuantos le recibieron les dio la capacidad de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre" (Jn 1, 12) 


El compartir la vida de Jesús y el tener sus mismo sentimientos es el secreto de una vida lograda ... aunque ello nos pueda llevar a la muerte. Al fin y al cabo "si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto" (Jn 12, 24). ¿Cómo nos salva Jesús? La respuesta se encuentra en la Biblia: "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que quien crea tenga en Él vida eterna" (Jn 3, 14-15). A los discípulos de Emaús: "¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y entrara así en su Gloria?" (Lc 24, 26) "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de Mí" (Lc 24, 44). "Así está escrito que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día" (Lc 24, 46). 


Las citas pueden multiplicarse:


"Dios tuvo a bien que en Él habitase toda la Plenitud, y por Él reconciliar todos los seres consigo, restableciendo la Paz por medio de su Sangre derramada en la cruz" (Col 1, 19-20). "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). "Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí. Decía esto señalando de qué muerte iba a morir" (Jn 12, 32-33). La necesidad de la cruz en la vida cristiana es una realidad esencial al cristianismo: "Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de Mí" (Mt 10, 38) "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24). ... hasta el punto de que "quien no carga con su cruz y viene tras de Mí no puede ser mi discípulo" (Lc 14, 27). 


¿Por qué esta necesidad?, podríamos preguntarnos. Y la respuesta es que estamos llamados a "tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2, 5) quien, para salvarnos, "se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2, 8). La entrega de Jesús fue libre pues esto dijo: "Nadie me quita mi vida sino que Yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. Este es el mandato que he recibido de mi Padre" (Jn 10, 18). Libremente su voluntad se identificaba con la voluntad de su Padre, cuyo cumplimiento era su alimento y para eso había venido al mundo. Por amor:  "El que ni a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él todas las cosas?" (Rom 8, 32) 



(Continuará)

lunes, 23 de mayo de 2016

Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11) [José Martí] [incluye vídeo del padre Alfonso Gálvez]


Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:


La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)




La cruz de Cristo única salvación posible (8 de 11)

La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)


La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)



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Antes de retomar esta serie de reflexiones en torno al misterio de la cruz de Cristo como única salvación posible, y cuyo origen hay que buscarlo en el misterio de iniquidad que es el pecado, me ha parecido oportuno intercalar aquí parte de una homilía del padre Alfonso Gálvez en la que trataba de este tema; y donde explica cuál es la razón por la que los cristianos debemos abrazarnos a la cruz que no es, ni más ni menos que para identificarnos al máximo con Jesucristo.

Duración 18:15 minutos