sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Para qué vino Dios al mundo? (según San Marcos y San Lucas) [José Martí]

San Juan (1 de 2)
San Juan (2 de 2)

Básicamente se repiten ahora, si no con las mismas palabras, con otras semejantes, las razones por las que el Verbo de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros. La razón fundamental que las abarca a todas es el amor, pues "Dios es Amor" (1 Jn 4,8), un amor que se manifiesta fundamentalmente en la obediencia total y absoluta del Hijo a la voluntad de su Padre, hasta dar su vida por nosotros y por nuestra salvación, librándonos del pecado con su muerte en la Cruz, y enseñándonos a que procedamos en nuestra vida terrena como Él lo hizo el tiempo que estuvo aquí con nosotros para que pudiéramos hacernos partícipes de sus méritos y ser salvos. Su muerte en la Cruz nos abre la posibilidad de salvarnos, pero no nos da la seguridad de la salvación. Para que ésta sea posible se requiere de nuestra cooperación. Dios cuenta con nosotros. Nos da todos los medios para salvarnos, pero tenemos que hacer uso de esos medios si queremos salvarnos realmente. 

Lo que entra dentro de la lógica propia del amor. El amor siempre espera ser correspondido, o no sería amor. Es una nota esencial al amor la reciprocidad, la bilateralidad. Sin ésta no puede haber verdadero amor. De ahí la necesidad, la absoluta necesidad, que tenemos de conocer a Jesús y de enamorarnos de Él, haciendo de su Vida nuestra vida. Sólo así podremos salvarnos, una salvación que antes de la venida de Jesús al mundo era imposible. 

Esta capacidad, que se nos ha dado gratuitamente, de poder participar de sus méritos y de ser corredentores con Él, afecta no sólo a los contemporáneos de Jesús y a los que hemos nacido después sino también a los que nacieron antes, como Abrahán, Isaac, Jacob, etc... Las acciones de Dios están más allá del tiempo y del espacio. Cuando en el Credo decimos que Jesús "bajó a los infiernos", nos estamos refiriendo al limbo de los justos donde se encontraban todos aquellos que habían sido fieles a Dios en su vida terrena, aunque las puertas del Cielo les estaban vedadas hasta la venida de Jesucristo al mundo, el Único capaz de abrir esas puertas, como así lo hizo. 

Jesucristo nos ha hecho capaces de merecer. De nosotros depende ahora, pues, nuestra salvación. Con su muerte y su resurrección venció el pecado y la muerte. Ahora nos toca a nosotros seguir sus pasos y corresponder a su amor con el mismo Amor con el que Él nos amó y nos sigue amando. Sólo así podremos verle algún día y cuando ese día llegue se alegrará por completo nuestro corazón y ya nadie nos podrá quitar nuestra Alegría,aquella que proviene de estar junto a Él, según sus propias palabras (Jn 16,22).

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SAN MARCOS


"El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15)

"Vayamos a otra parte, a las aldeas vecinas, para que también allí predique, pues para esto he venido" (Mc 1,38)

"No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores" (Mc 2,17)

"Quien haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mc 3,35)

"El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención de muchos" (Mc 10,45)


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SAN LUCAS


Cuando Jesús se perdió a los doce años de edad y al cabo de tres días lo encontraron sus padres en el Templo, rodeado de Doctores de la Ley, y se quejaron de su conducta les respondió: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2,49). Ya se entreveía lo que era su misión y para lo que había venido. 

Al comienzo de su vida pública, según costumbre, entró en la sinagoga de Nazaret un sábado, y se levantó para leer. "Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollando el libro, encontró el pasaje donde está escrito: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para evangelizar a los pobres, para predicar a los cautivos la redención y devolver la vista a los ciegos,  para dar la libertad a los oprimidos y promulgar un año de gracia del Señor'. Después de enrollar el libro, lo devolvió al ministro, y se sentó. Todos en la sinagoga tenían sus ojos puestos en él. Y comenzó a decirles: HOY SE HA CUMPLIDO ESTA ESCRITURA QUE ACABÁIS DE OÍR " (Lc 4, 17-21)

La multitud en Galilea intentaba retenerlo para que no se alejara de ellos, pero Él les dijo: "Debo evangelizar también a otras ciudades el reino de Dios, porque PARA ESTO HE SIDO ENVIADO" (Lc 4,43)

Y cuando los fariseos y los escribas murmuraban porque Jesús comía y bebía con publicanos y pecadores, Él dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos.No he venido a llamar a penitencia a los justos, sino a los pecadores" (Lc 5,31-32)

Jesús era consciente de su misión. Y seguirle no era un camino fácil. Todo lo contrario:  "FUEGO HE VENIDO A TRAER A LA TIERRA y ¿qué he de querer sino que ya estuviera ardiendo? Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡qué ansias tengo hasta que se lleve a cabo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división. Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres. Se dividirá el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra" (Lc 12,49-53)

Tras la conversión de Zaqueo, jefe de publicanos y rico, dijo Jesús: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también éste es hijo de Abrahán; pues "el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido" (Lc 19,10) . 

La cruz era algo que los apóstoles no llegaron a entender nunca del todo. Por eso cuando, ya resucitado, se acercó a unos discípulos suyos que caminaban hacia Emaús, y que no le reconocieron, una vez que le contaron lo que había sucedido en Jerusalén sobre la muerte de Jesús, les dijo: "¡Necios y torpes de corazón para creer todo lo que anunciaron los Profetas! ¿NO ERA PRECISO QUE EL CRISTO PADECIERA ESTAS COSAS Y ASÍ ENTRASE EN SU GLORIA? Y comenzando por Moisés y por todos los Profetas les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él"(Lc 24,25-27)

Y poco antes de ascender a los cielos, éstas fueron las últimas instrucciones que dio a los apóstoles: "Esto es lo que os decía cuando aún estaba con vosotros, pues es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de Mí. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. Y les dijo: 'Así está escrito: que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que en su Nombre había de predicarse la conversión para el perdón de los pecados a todas la gentes, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas' " (Lc 24, 44-48)


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viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Para qué vino Dios al mundo? (según San Juan) (2 de 2) [José Martí]


San Juan (1 de 2)
San Juan (2 de 2)

NOS DA UN MANDAMIENTO NUEVO 

"Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. Como Yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros" (Jn 13, 34-35). "Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como Yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que Yo os mando" (Jn 15, 11-14).  "Vosotros me llamáis el Maestro y el Señor, y tenéis razón, porque lo soy. Pues si Yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo para que, como Yo he hecho con vosotros, también lo hagáis vosotros" (Jn 13, 13-15). 

Y QUIERE QUE ESTEMOS SIEMPRE JUNTO A ÉL Y QUE VIVAMOS SU PROPIA VIDA


"De nuevo vendré y os llevaré junto a Mí, para que donde Yo estoy, estéis también vosotros" (Jn 14,3)




HACE POSIBLE QUE PODAMOS SALVARNOS, SI PERMANECEMOS EN ÉL, PUES SÓLO EN JESÚS PODEMOS LLEGAR AL PADRE


Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él (Jn 3, 17). "El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). "En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis discípulos míos" (Jn 15,8). "Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor, como Yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn 15, 10). "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14, 23).


VIENE PARA GLORIFICAR A SU PADRE; Y PARA QUE NOSOTROS (Y A TRAVÉS DE NOSOTROS LOS DEMÁS) TODOS GLORIFIQUEMOS AL PADRE CON NUESTRA VIDA.

"Yo te he glorificado en la tierra: he terminado la obra que Tú me has encomendado que hiciera. Ahora, Padre, glorifícame Tú a tu lado con la gloria que tuve junto a Tí antes de que el mundo existiera" (Jn 17, 4-5). "El que cree en Mí, también él hará las obras que Yo hago, y las hará mayores que éstas, porque Yo voy al Padre. Y lo que pidáis en mi Nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo" (Jn 14, 12-13)


VIENE PARA DARNOS A CONOCER LA MISIÓN QUE TENEMOS EN ESTE MUNDO

"Como el Padre me envió, así os envío Yo" (Jn 20, 21). "En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que Yo envíe, a Mí me recibe; y quien me recibe a Mí recibe al que me ha enviado" (Jn 13,20)


y así, en la oración sacerdotal a su Padre le dice:

"Lo mismo que Tú me enviaste al mundo, así los he enviado Yo al mundo" (Jn 17,18)."Les he dado a conocer tu Nombre y lo daré a conocer, para que el amor con que Tú me amaste esté en ellos y Yo en ellos" (Jn 17,26) "Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo y Yo voy a Tí. Padre Santo, guarda en tu Nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno como nosotros" (Jn 17,11). 


HA VENIDO PARA QUE TENGAMOS VIDA EN ÉL Y PARA QUE SEAMOS FELICES

"Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10b)."Si comprendéis esto y lo hacéis, seréis bienaventurados" (Jn 13,17). "Os he dicho esto para que mi Alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa" (Jn 15,11) 


NOS ADVIERTE QUE SEGUIRLE NO VA A SER FÁCIL

"Os he dicho todo esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas; más aún: LLEGA LA HORA EN LA QUE TODO EL QUE OS DÉ MUERTE PENSARÁ QUE HACE UN SERVICIO A DIOS. Y esto os lo harán porque no han conocido a mi Padre ni a Mí" (Jn 16, 1-3)


Y nos insiste en ello, pero al mismo tiempo, nos infunde paz y confianza:


"Os he dicho esto para que tengáis paz en Mí. En el mundo tendréis sufrimientos, pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33)


Hablándole a su Padre de nosotros le dice:


"Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, lo mismo que Yo no soy del mundo. No pido que los saques del mundo, sino que los guardes del Maligno". (Jn 17,14-15) 


Y conociendo nuestra debilidad e inconstancia, y que seríamos incapaces, por nosotros mismos, de llevar adelante su obra, les anuncia a sus discípulos la venida del Espíritu Santo:


"Todavía tengo que deciros muchas cosas, pero no podéis sobrellevarlas ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de la Verdad, os guiará hacia la verdad completa...Él me glorificará porque recibirá de lo Mio y os lo anunciará. " (Jn 16, 12-14)


Por eso, después de resucitar, sopló sobre sus discípulos y les dijo:


 "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos" (Jn 20,22) (el mismo Espíritu que recibirían todos ellos el día de Pentecostés, cuando estaban todos juntos en un mismo lugar, en forma de lenguas como de fuego que se posaban sobre cada uno de ellos, como se lee en Hech 2, 1-3)

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Muchos otros signos hizo también Jesús en presencia de sus discípulos, que no han sido escritos en este libro. Sin embargo, éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su Nombre (Jn 20, 30-31)

¿Para qué vino Dios al mundo? (según San Juan) (1 de 2) [José Martí]



San Juan (1 de 2)
San Juan (2 de 2)

Lo que da sentido  a cualquier existencia es la venida de Jesucristo, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios mismo, que se hizo realmente hombre, por amor, asumiendo nuestra condición humana, para que nosotros, a su vez, pudiésemos amarle.

Podríamos decir que lo más maravilloso en la historia de la humanidad comenzó cuando "el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros" (Jn 1,14), según se relata en el Evangelio de San Juan:



"En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios" (Jn 1,1)..."En el mundo estaba, y el mundo se hizo por Él, y el mundo no le conoció. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron. Pero a cuantos le recibieron les dio la potestad de ser hijos de Dios, a los que creen en su Nombre, que no han nacido de la sangre, ni de la voluntad de la carne, ni del querer del hombre sino de Dios" (Jn 1,10-13)

ÉL ES NUESTRA LUZ


"El Verbo era la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1,9). "Mientras estoy en el mundo, soy Luz del mundo" (Jn 9, 5). "Yo soy la Luz que ha venido al mundo para que todo el que crea en Mí no permanezca en tinieblas" (Jn 12,45)."Yo he venido a este mundo para un juicio, para que los que no ven vean, y los que ven se vuelvan ciegos" (Jn 9,39) 

JESÚS ES UNO CON SU PADRE, AUNQUE DISTINTO DE ÉL COMO PERSONA...

"Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30). 
"El Padre está en Mí y Yo en el Padre" (Jn 10, 38).
"El que me ha visto a Mí ha visto al Padre" (Jn 14, 9)
"El que me odia a Mí también odia a mi Padre" (Jn 15,23).
"Todo lo que tiene el Padre es mío" (Jn 16, 15)

... Y VIENE PARA CUMPLIR LA VOLUNTAD DE SU PADRE, QUE NOS LO ENVÍA:

"Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (Jn 4, 34). "Yo no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió" (Jn 5, 30).  "He bajado del Cielo no para hacer mi voluntad sino la voluntad de Aquél que me ha enviado" (Jn 6,38). "Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado" (Jn 7,16). "Como el Padre me enseñó así hablo. Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque Yo hago siempre lo que le agrada" (Jn 8, 28-29). "Yo no he salido de mí mismo sino que Él me ha enviado"( Jn 8,32). "Yo no he hablado por mí mismo, sino que el Padre que me envió, Él me ha ordenado lo que tengo que decir y hablar. Y sé que su mandato es Vida eterna; por tanto, lo que Yo hablo, según me lo ha dicho el Padre, así lo hablo" (Jn 12, 49-50)

A TRAVÉS DE JESÚS PODEMOS CONOCER AL PADRE Y EL AMOR QUE NOS TIENE

"A Dios nadie lo ha visto jamás; el Dios Unigénito, el que está en el seno del Padre, Él mismo nos lo dio a conocer" (Jn 1,18) "Yo le conozco, porque de Él vengo y Él mismo me ha enviado" (Jn 7, 20). "El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en sus manos" (Jn 3,35). "El Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado y habéis creído que Yo salí de Dios" (Jn 16,27). "El que cree en Mí, no cree en Mí, sino en Aquel que me ha enviado; y el que me ve a Mí, ve al que me ha enviado" (Jn 12,44). "El que no honra al Hijo no honra al Padre que le ha enviado" (Jn 5,23)


SÓLO UNIDOS A ÉL, MEDIANTE LA FE,  PODEMOS TENER VIDA ETERNA:

 "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn 3, 16). "Yo soy la Resurrección y la Vida; el que cree en Mí, aunque hubiera muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en Mí no morirá para siempre" (Jn 11, 25-26). "El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero quien rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él" (Jn 3, 36). "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15, 22). "Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio, a ése lo recibiríais" (Jn 5,43). "Vosotros sois de este mundo; Yo no soy de este mundo. Os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados" (Jn 8, 23b-24). "El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado"(Jn 14, 24) "Vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas" (Jn 10, 26). "Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y me siguen. Yo les doy Vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano" (Jn 10, 27-28).

VIENE PARA DARNOS A CONOCER LA VERDAD...

 "Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz" (Jn 18,37)

... Y PARA ENSEÑARNOS EL CAMINO A SEGUIR:

"Yo soy el camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre si no es a través de Mí" (Jn 14,6). "Todos cuantos han venido antes que Yo son ladrones y salteadores, pero las ovejas no los escucharon" (Jn 10,8). 
(Continuará)

miércoles, 25 de diciembre de 2013

¿Para qué vino Dios al mundo? (según San Mateo) [José Martí]


San Juan (1 de 2)
San Juan (2 de 2)

He rebuscado en los Evangelios y he encontrado algunos puntos que nos pueden ayudar a conocer el motivo de la venida de Dios al mundo, en la Persona de su Hijo, hecho hombre en Jesucristo. No pretende ser una relación exhaustiva; tan solo una serie de textos entresacados de la Sagrada Escritura y sobre los que se puede meditar, con tranquilidad y serenidad de espíritu, implorando la asistencia del Espíritu Santo, sin cuya asistencia no entenderíamos absolutamente nada. 



Y así, habiendo sido enviado por su Padre...


Según San Mateo, Jesús ha venido para

  •  Llamar al hombre a la conversión:
"Arrepentíos porque el Reino de Dios está cerca " (Mt 4, 17)
  • Dar plenitud a la Ley de Moisés:
No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos sino a darles su plenitud (Mt 5,17).
  • Manifestar su misericordia con los hombres:
"Al ver a las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor" (Mt 9,36)
  • Darnos a conocer que nada debe interferir ante su llamada, ni aquello que más queremos:
No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer la paz sino la espadaPorque he venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Y los enemigos del hombre serán los de su misma casa" (Mt 10, 34-36)
  • Anunciar que su mensaje sólo podrán recibirlo los que se hagan como niños:
"Dejad a los niños y no les impidáis que vengan conmigo, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos" (Mt 19, 14)
  • Enseñarnos que el amor consiste en servir
"El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir ... (Mt 20,28)
  • Redimirnos de nuestros pecados precisamente dando su vida por amor a nosotros:
... y a dar su vida en redención de muchos" (Mt 20,28)
  • Salvar a las ovejas perdidas de Israel:
"No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mt 15, 24)

Sin embargo, a una mujer que no era judía, al insistirle y pedirle, con confianza, que sanara a su hija, le contestó:  "¡Mujer, qué grande es tu fe! Que sea como tú quieres" ... y es que la fe mueve montañas, aunque provenga de un gentil.

  • Cumplir la voluntad de su Padre, por mucho sufrimiento que ello pudiera ocasionarle:
"Padre mío, si es posible, aleja de mí este cáliz; pero que no sea como yo quiero, sino como quieres Tú" (Mt 26, 39b)
  • Que todos cuantos quieran puedan conocer y amar a Dios [misión que encomienda a sus discípulos...]: 
 "Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado (Mt 28, 18-19)

[...dándoles una serie de advertencias, para que sepan a qué atenerse...] : "Mirad que os envío como ovejas en medio de lobos. Por eso, sed sagaces como las serpientes y sencillos como las palomas" (Mt 10, 16)


[... exhortándoles a que no tengan miedo...] : "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed ante todo al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10,28)


[... animándoles a ser valientes en confesar su Nombre y no avergonzarse de Él...]:  "A todo el que me confiese delante de los hombres, también Yo le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos. Pero al que me niegue delante de los hombres, también Yo le negaré delante de mi Padre, que está en los Cielos" (Mt 10, 32-33)


[...y con la seguridad de que nunca van a estar solos]:  Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 18-20)

viernes, 8 de noviembre de 2013

Sed perfectos...¿es esto posible? [José Martí]

"Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto" (Mt 5,48).  Esta perfección, a la que nos llama el Señor Jesús, es la del Amor, dado que en Dios reside la plenitud de la perfección. Él es la referencia de toda auténtica perfección. Somos tanto más perfectos en tanto en cuanto nos parecemos más a Dios ... y "Dios es Amor" (1 Jn 4,8). Éste es el secreto de la verdadera perfección: el amor. Y no se trata de amar de cualquier manera, sino a la manera del mismo Dios: "como Yo os he amado, amaos también unos a otros" (Jn 13,34). No deja de llamar la atención el hecho de que esa frase haya sido pronunciada por Jesús como el colofón de estas otras frases: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en los cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos y pecadores" (Mt 5, 44-45).


Todo mandato lleva consigo la posibilidad de cumplirlo: de lo contrario no tendría ningún sentido. En las palabras del Evangelio que se han transcrito se observa que el verbo va en imperativo: "Sed perfectos", "amad a vuestros enemigos", "rezad por los que os persiguen".  Pero, si somos sinceros con nosotros mismos, y no nos engañamos, tendremos que reconocer que el cumplimiento de este mandato supera nuestras fuerzas humanas, las sobrepasa. Nos sentimos, y con razón, absolutamente incapaces de cumplirlo. Y para tranquilizar nuestra conciencia, puesto que no entendemos nada, procuramos olvidarlas, como si nunca  hubiesen sido dichas; o bien pensamos que el Señor se está refiriendo sólo a algunas personas privilegiadas y que ese mandato no es para todos. [No es eso lo que aparece en el Evangelio, pues fueron pronunciadas por Jesús, en lo alto de un monte, dirigiéndose a la muchedumbre (Mt 5,1)]

El que así razona se engaña a sí mismo y no quiere ver ni entender. Lo que dijo el Señor lo dijo para todos los que le escuchaban. Y sus palabras no son como las nuestras, sino que "son Espíritu y Vida" (Jn 6,63). Me viene a la mente el episodio en el que Jesús les dice a los judíos: "En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y Yo le resucitaré en el último día" (Jn 6,53-54). A consecuencia de lo cual, no sólo ellos sino muchos de sus discípulos se escandalizaron y decidieron no seguirle. Pues bien. Si se hubiera tratado de metáforas, tal vez el Señor les hubiera dicho que, en realidad, quería decir otra cosa distinta de la que dijo; pero no:  el Señor no atenúa el significado de sus Palabras; por el contrario, les dice a los Doce (los únicos que habían quedado): "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67).



Porque así es: las palabras del Señor hay que tomarlas al pie de la letra, sin atenuantes. Eso sí: hay que entenderlas en la profundidad con que han sido pronunciadas. Es evidente que el Señor no estaba enseñando a sus discípulos que tenían que ser antropófagos. Sus palabras fueron las que fueron; y eran reales, pero con una realidad tan profunda que se nos escapa. Ésa es la razón de la Teología. De ahí todos los estudios de los Santos Padres, de San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Juan de la Cruz, etc... es decir, personas que se tomaron en serio las palabras de Jesús y se las creyeron de pies a cabeza, hasta el punto de entregarse, de lleno y sin reservas, a su conocimiento, llevados del amor al Señor. Pues no debemos olvidarlo: es el conocimiento de la realidad, y en este caso de la realidad sobrenatural (que es Dios) lo único que llena la vida de una persona y lo que la hace verdaderamente libre: "La verdad os hará libres"(Jn 8,31)

Es verdad que nuestra reacción inicial suele ser de escándalo o de susto, y es casi imposible que no se nos pase por la mente aquello que le ocurrió  a muchos discípulos del Señor: "Es dura esta enseñanza. ¿Quién puede escucharla?" (Jn 6,60). Y, aunque quisiéramos seguir al Señor, nos vemos incapaces: Yo no puedo amar a mis enemigos. Esto sobrepasa mis fuerzas, etc.  Bien...Eso es completamente cierto, estamos siendo sinceros, y diciendo la verdad de lo que sentimos. Y, sin embargo, es una verdad a medias. Escuchemos lo que dice el Señor: "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15,5). Por nosotros mismos no podemos. Pero si damos un paso adelante, y en lugar de mirarnos tanto al ombligo, volvemos nuestra mirada hacia Él y le pedimos, con San Pablo, que nos haga capaces de decir y sentir, en lo más íntimo de nuestro corazón: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Fil 4,13)... seguro que nos lo concederá y, entonces, podremos ver la vida con otros ojos.




Si pudiéramos decir, con San Pablo: "Con Cristo estoy crucificado. Y vivo, pero ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en Mí" (Gal 2, 19-20), entonces sí que sería posible cumplir todos estos mandatos del Señor... ¡y muchos más!. Así lo decía el mismo Jesús, de un modo muy claro: "El que cree en Mí hará las obras que Yo hago, y las hará mayores que éstas" (Jn 14,12).

Ésta es la clave: creer en Él; y creer que, estando en Él y Él en nosotros y con nosotros, todo lo vamos a poder. Él nos hará capaces de aquello que, por nuestras solas fuerzas, no podríamos, de ninguna de las maneras... pero con Él  todo cambia: "Yo sé muy bien de quién me he fiado" (2 Tim 1,12). Éste es el secreto: ¡querer al Señor, dejarle actuar en nuestro interior y dejarle que nos transforme con su Espíritu!. Desde el momento en que sabemos que Él está con nosotros y que nos quiere (¡y de qué modo!), ¿de qué o a quién podemos tener miedo?. Si pensamos continuamente en nosotros mismos, en nuestro bienestar, en pasarlo bien, etc. nos estamos condenando, ya en esta vida, a ser unos desgraciados y unos aburridos. El egoísmo nos hace perder lo mejor de la vida, aunque nos pueda parecer otra cosa. ¿Por qué? Pues porque el egoísmo es todo lo contrario al amor. Y sin amor no hay alegría, ni paz, ni felicidad posibles. Las palabras del Señor son tajantes: "El que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por Mí , la encontrará" (Mt 16,25).



En las relaciones con el Señor nunca salimos perdiendo: nosotros le damos nuestra pobre vida y Él, a cambio, se nos da a Sí mismo, nos da su propia Vida. Esto es muy hermoso, pero lo es porque de lo que aquí se trata no es de metáforas sino de realidades: Puesto que Él nos ha dado su Vida, y nos la ha dado de verdad, resulta que Su Vida es realmente nuestra. Mediante su Espíritu Él vive realmente en nosotros, nuestra pobre vida la tiene Él, porque se la hemos dado. Y Él nos ha dado la suya. Podemos saborear su Vida como nuestra, porque de hecho lo es, ya que el Amor: es intercambio de vidas. Y Dios es Amor. Y es así como llegamos a ser capaces de todo lo sobrenatural, pues también su Poder está en nosotros y podemos, por lo tanto, amar a nuestros enemigos, rezar por los que nos persiguen, etc... cosas todas ellas que, humanamente hablando, nos sería imposible de llevar a la práctica.

Sin embargo, no debemos olvidar (¡y esto es muy importante!) que, aunque Él viva en nosotros, no nos diluimos en Él, no desaparecemos, como si fuéramos una parte suya. No nos perdemos,  sino que nos encontramos en Él. Nuestra personalidad alcanza su máxima plenitud. Somos más nosotros mismos... estando en Él y estando Él en nosotros. Nuestro verdadero yo es un yo en Él. Al fin y al cabo, hemos sido creados a su imagen y semejanza. 

Y, aunque parezca increíble, porque lo es, el Amor de Dios hacia el hombre, hacia cada hombre concreto, es una realidad, misteriosa, si se quiere, pero realidad. Se trata, además, de un Amor tan grande que ningún ser humano podría imaginar. ¿Que Dios nos quiera, siendo nosotros sus criaturas y Él nuestro Creador? ¿Que nos quiera, además, hasta el punto de entregar su propia Vida, de entregar a su propio Hijo, para abrirnos las puertas del Cielo, que nos estaban cerradas a causa del pecado original, y poder así estar con nosotros? Este Amor de locura que tiene Dios por cada uno de nosotros, como si cada uno fuese único para Él, es sólo propio de Dios. Es un Amor que le lleva a decirnos: "¡Amada mía, hermosa mía, paloma mía...dame a ver tu rostro, hazme oír tu voz. Porque tu voz es dulce y  es hermoso tu rostro" (Ca 2,14).
Ante esta realidad del Amor de Dios, cualquier otra cosa palidece, por importante que pueda parecernos.

martes, 1 de octubre de 2013

Encuentro con una rosa

Hoy, 1 de octubre, festividad de Santa Teresita del Niño Jesús (2 enero 1873-30 septiembre 1897), es un magnífico día para dedicar a esta santa una breve "poesía" que he compuesto, en cuyo fondo intento dejar traslucir la importancia de la "infancia espiritual", que es el camino que enseñó y vivió Teresita, muerta por tuberculosis a los 24 años de edad. Fue proclamada beata en 1923, canonizada en 1925 (17 de mayo) y declarada patrona de las misiones en 1927 (todo ello durante el pontificado del Papa Pío XI). En 1997 Juan Pablo II la proclamó doctora de la Iglesia.



Como curiosidad cabe añadir que sólo gozan de este título de doctora de la Iglesia otras dos santas mujeres anteriores a ella: Santa Teresa de Jesús (28 mayo 1515- 15 octubre 1582), canonizada por Gregorio XV el 22 de marzo de 1622 y declarada doctora de la Iglesia el 27 de Septiembre de 1970 por Pablo VI;  y Santa Catalina de Siena (25 marzo 1347-29 abril 1380), canonizada por Pío II en 1461, y a la que se le concedió también el título de doctora de la Iglesia por Pablo VI  el 4 de octubre de 1970.


El camino que ella propone consiste sencillamente en la puesta en práctica de las palabras de Jesús: "Os lo aseguro: si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3). En un discurso sobre Teresita, comentando el texto anterior, decía el Papa Benedicto XV: "Las palabras del divino Maestro 'si no os convirtiéreis y os hicieseis como niños?, ¿no indican, acaso, la absoluta necesidad de un cambio y de un esfuerzo? 'Si no os convirtiéreis': he aquí indicado el "cambio" necesario, que los discípulos de Cristo han de procurar para "volver a ser niños". ¿Y quién ha de volver a ser niño sino aquél que ya no lo es?. 'Si no os hiciereis como niños': he aquí la indicación del "esfuerzo" que se ha de realizar, porque se comprende que es un verdadero trabajo para el hombre maduro volver a ser lo que ya no es desde hace mucho tiempo. Luego las palabras de Jesús 'si no os hiciereis como niños' implican la obligación de trabajar para reconquistar los dones de la infancia."


Esperarlo todo de Dios como un niño lo espera todo de su padre. Ése era el camino de infancia espiritual que Teresa concebía y vivía en su propia carne. Señalo aquí algunas de sus palabras, entresacadas de su libro "Historia de un alma": 


"Hago como los niños que no saben leer: digo sencillamente a Dios lo que quiero decirle, y siempre me entiende"

"Por encima de todo, es el Evangelio el que me instruye durante mis oraciones. De allí saco todo lo que es necesario a mi pobre y pequeña alma"

"Soy un alma muy pequeña, que sólo puede ofrecer a Dios cosas pequeñas".

"Dios no nos pide grandes cosas, sino simplemente el abandono y el agradecimiento"

Y en "Novissima Verba", con fecha 3 de agosto de 1897, a tan solo poco más de un mes de su muerte, podemos leer la siguiente frase que es, en cierto modo, un compendio de su camino de infancia espiritual: "La santidad no consiste en esta o la otra práctica, sino en una disposición del corazón que nos hace humildes y pequeños entre los brazos de Dios, conscientes de nuestra flaqueza y confiados hasta la audacia en su bondad de padre" 

No hay que llamarse, sin embargo, a engaño. "Han hecho insulsa la espiritualidad de la santa", se lamentaba el papa Pío XI. Las rosas no deben hacernos olvidar las espinas; y la sonrisa de un santo está siempre marcada con el sello auténtico de la cruz. 

Sor María de la Trinidad declaró en el proceso diocesano de canonización de la santa lo siguiente:

"Un día le dije (a Teresita) que iba a explicar su 'caminito de amor' a todos mis parientes y amigos... ¡Ah!, me dijo, si es así, tened cuidado, porque "nuestro camino", mal explicado o mal comprendido, podría ser tomado por "quietismo o iluminismo"... No se crea que seguir nuestro 'caminito' es seguir un camino de reposo, todo él dulzura y consolación. ¡Ah! Es todo lo contrario. Ofrecerse como víctima de amor es ofrecerse al sufrimiento, porque el amor sólo vive del sacrificio, y cuando uno se entrega totalmente al Amor, ha de esperar ser sacrificado, sin reserva alguna". 

... que esto fue, precisamente, lo que hizo Jesús, quien dijo: "Hay más alegría en dar que en recibir" (Hech 20,35). Y que hizo realidad en su vida, pues "habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13,1), hasta dar su vida por amor a nosotros. Y nuestra respuesta a su Amor tendría que ser como la del apóstol Pablo, cuando dijo: "Con Cristo estoy crucificado; y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí. Y aunque al presente vivo en la carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gal 2, 20)

En honor a Teresa de Lisieux, cuya Historia de un alma leí cuando era tan solo un niño, he compuesto esta "poesía" que espero que le guste:


La primavera avanzada
una rosa descubrí.
Me acerqué, tímido, a ella
y su aroma le pedí.

- ¿Quién eres? ¿Qué deseas?
- Soy un niño. Y te deseo a tí.

Confiado, fui a tocarla
y un fuerte dolor sentí.

- Si de veras me quieres 
vas a sufrir por mí.

-Estoy dispuesto -dije-:
sólo te quiero a tí.

Sus pétalos, entonces, se entreabrieron,
 su oloroso perfume percibí, 
y fue grande mi dicha,
mas el sentido todo lo perdí.

Y ahora sólo anhelo
mi rosa, nuevamente, descubrir.

José Martí

miércoles, 28 de agosto de 2013

Tendencias desordenadas y lucha personal (y 2) [José Martí]

Erróneamente -y casi siempre, culpablemente- se considera que todas las religiones son iguales, que todo el mundo es cristiano, lo sepa o no lo sepa, lo quiera o no lo quiera; y que, por lo tanto, todas las personas se van a salvar, con independencia de lo que hagan o crean, incluso aun cuando no crean. El infierno es una fábula, el pecado es un cuento, Jesucristo no resucitó en realidad ni está verdadera y realmente presente en el Sagrario; se niega la virginidad de María y la necesidad de los sacramentos. En definitiva, estamos en un mundo pagano, un mundo que, en su conjunto, ha perdido la fe, lo que reviste una gravedad mucho mayor que en los antiguos paganos, pues ellos desconocían a Jesucristo. Es por eso que dice el Señor: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado" (Jn 15,22).

No es lo mismo vivir en gracia que vivir en pecado: "El que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8,34). "Cada uno de nosotros dará cuenta de sí mismo ante Dios" (Rom 14,12). Si todo diera igual, ¿por qué dice Jesús: "Yo soy el que escudriña los corazones y las entrañas y os daré a cada uno según sus obras" (Ap 2, 23). Y más adelante: "Mira, he aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras" (Ap 22,12) Las citas se pueden multiplicar, pero en todas ellas está muy claro que no todos se salvarán. Y esto está dicho por el mismo Jesucristo, que es el fundador de la Iglesia e Hijo del Dios vivo. Cuando les explica a sus discípulos la parábola de la cizaña, les dice: "Del mismo modo que se reúne la cizaña y se quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles y apartarán de su Reino a todos los que causan escándalo y obran la maldad, y los arrojarán en el horno del fuego. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos que oiga" (Mt 13, 40-43).

Está más que demostrado que el que se deja llevar por sus pasiones desordenadas se destruye a sí mismo y se queda aún más vacío que estaba. Y es que el ser humano ha sido creado para la inmortalidad: Nos hiciste, Señor, para Tí; y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Tí. Así se expresaba San Agustín, cuya fiesta se celebra hoy, indicando con ello que nada finito nos puede saciar. Hemos sido creados con capacidad para lo infinito. Y puesto que sólo Dios es infinito, sólo en Dios podemos tener nuestro descanso, nuestra felicidad, nuestra alegría y mucho más de lo que podamos desear o soñar, según está escrito: "Ni ojo vio ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre, las cosas que Dios tiene preparadas para aquellos que le aman" (1Cor 2,9).



Las cosas, por buenas que sean, nunca son capaces de saciar nuestro corazón. Y mucho menos en el caso de ser malas. Ni el dinero, la fama, el poder, las drogas o el sexo, son capaces de llenar a una persona. Todo lo contrario: cuanto más se tiene, más se quiere... y más vacía se queda una persona. El que peca es un verdadero esclavo; y lo que es peor, incapaz de salir de esa esclavitud que le domina, si no es con ayuda y con una voluntad férrea.. Es un enfermo del alma y, con frecuencia, también del cuerpo, dada la unión sustancial cuerpo-alma que se da en el hombre... Aunque nunca debe perderse la esperanza: "Dios, nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2,4). 

Pero, eso sí, cuenta con nosotros. Nunca nos salvará en contra de nuestra voluntad, pues el amor no puede imponerse. Debemos demostrarle que le queremos y para ello, si es que de verdad queremos cambiar y estar junto al Señor, y que Él esté con nosotros, tenemos que actuar como enseñaba San Pablo a Timoteo, cuando le decía:  "si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos puesta la esperanza en el Dios vivo" ( 1 Tim 4, 10a); o, incluso mejor, seguir el consejo que daba a los Filipenses,  cuando les hablaba de su deseo de alcanzar a Cristo: "No es que ya lo haya conseguido... sino que continúo esforzándome, por ver si lo alcanzo, puesto que yo mismo he sido alcanzado por Cristo Jesús" (Fil 3,12). Así que "...olvidando lo que queda atrás, una cosa intento: lanzarme hacia lo que tengo por delante, correr hacia la meta, para alcanzar el premio al que Dios nos llama desde lo alto por Cristo Jesús" (Fil 3,13-14). Y, mientras tanto, sólo queda esperar:

Algún día será
en que pueda, por fin, ver a mi amado.
Mas, ¿cuándo ocurrirá,
cuándo será saciado
en Él, mi corazón atormentado?

EM núm 18

Todo lo que Dios ha creado es bueno. En particular, lo es el hombre "creado a imagen y semejanza de Dios" (Gén 1,26) En la medida en la que nos asemejemos a Dios y seamos imagen suya, en esa misma medida seremos las personas que estamos llamados a ser, aquellas en las que Dios pensó cuando nos dio el ser. Puesto que Dios es Amor, esa semejanza radica precisamente en el amor. Hemos sido creados para amar. Sólo en el amor, entendido éste como entrega de sí mismo al otro, en perfecta reciprocidad amorosa (amar y ser amado), puede la persona encontrar su verdadera realización como tal persona.

El amor, así entendido, sí que es capaz de proporcionar auténticas satisfacciones; el verdadero amor nunca nos deja vacío o tristes. Por supuesto cuando se ama se sigue con ganas de seguir amando, pues sólo lo infinito, que es Dios, puede dar sosiego a nuestro espíritu (según la conocida frase de San Agustín); y alcanzarlo no acaba de lograrse nunca, pero siempre queda uno con ansias de seguir luchando y buscando Está claro que la plenitud del amor, la satisfacción completa, no tiene lugar en esta vida. Tenemos que esperar hasta que la entrega completa, en totalidad, sea posible, lo que ocurrirá únicamente cuando nos llegue la hora de rendir cuentas a Dios, a Aquel que tanto nos ama y del que estamos enamorados. Esa es la razón por la que en la Biblia se dice:"Preciosa es a los ojos del Señor la muerte de sus santos" (Sal 116,15)

La pregunta, que queda en el aire, es: ¿Cuántos son los que están dispuestos, hoy en día, a amar a Dios de esta manera? La respuesta, aunque es personal, tiene, sin embargo, una gran trascendencia, pues de ella va a depender, en gran medida, la salvación de mucha gente (y la nuestra propia). El mundo de hoy necesita de santos auténticos. Ante lo cual sólo nos queda seguir la recomendación del mismo Jesús, quien ante el problema real (¡ya entonces!) de que "la mies es mucha, pero los obreros pocos", acto seguido añadió: "Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Lc 10,2)

Tendencias desordenadas y lucha personal (1 de 2) [José Martí]



 
 

Todos tenemos tendencias desordenadas. El mal está muy metido dentro de nosotros. Incluso parece más nuestro que el bien, lo sentimos con más fuerza. El mismo San Pablo decía: "No logro entender lo que hago; pues lo que quiero no lo hago; y en cambio lo que detesto lo hago" (Rom 7,15). Y poco más adelante: "No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero" (Rom 7,19). Ante lo cual se impone tener las ideas muy claras: no es lo mismo sentir que consentir. No hay pecado si no hay consentimiento libre de la acción pecaminosa, aunque se sienta como propia,  y aunque se sienta muy fuertemente. 

Pero lo más importante para poder salir victoriosos de las tentaciones, que todos padecemos, es acudir al Señor, con confianza, en busca de ayuda. Él es nuestro amigo y nos quiere, y podemos tener la absoluta seguridad de que no nos va a dejar en la estacada: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10,13). Además, hablando de Jesucristo, dice San Pablo que "no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que, de manera semejante a nosotros, ha sido probado en todo, excepto en el pecado" (Heb 4,15).

Todo esto es así... Y, sin embargo, al sentir, a veces, el mal, con más fuerza que el bien, podemos caer en dos tipos de tentaciones, ambas muy peligrosas. La primera, la desesperación: el pensar que todo está perdido y que no tenemos remedio. Es un grave pecado contra la Esperanza, un pecado por defecto, por falta de esperanza. No acabamos de caer en la cuenta de que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5,20) y de que "la caridad cubre la multitud de los pecados" (1 Pet 4,8). Ya Isaías, en el Antiguo Testamento, decía (o, para expresarlo mejor, decía Dios por boca del profeta Isaías): "Aunque vuestros pecados fuesen como la grana, quedarán blancos como la nieve" (Is 1,18). Por lo tanto, si ese fuese nuestro caso, debemos poner completamente nuestra esperanza en Dios, del mismo modo que un niño pequeño confía plenamente en sus padres. El Señor no defrauda nunca



Y por supuesto,  es preciso tener paciencia, mucha paciencia. No consentir que la tristeza se apodere de nosotros. Todo pasa y, además, ...,  luego se sale fortalecido, una vez pasada la prueba, con una fortaleza que procede de Dios y que es pura gracia, ciertamente. El secreto para lograr esta paciencia, y esto es fundamental, se encuentra en ser conscientes, cuando padecemos, de que Jesús ve nuestro corazón, y ve nuestros deseos de agradarle en todo, y entonces une nuestro sufrimiento al Suyo. De modo que estos padecimientos nuestros, junto a a los de Jesús, se convierten en redentores; es decir, nos convertimos en corredentores con Cristo, porque así Él lo ha querido. Y podemos decir, con verdad, junto con el Apóstol de los gentiles: "Estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presentes no son nada en comparación con la gloria futura que se va a manifestar en nosotros" ( Rom 8,18).

Paciencia esperanzada
en Él, que impide en mí toda amargura;
y la vida es amada,
pues aun siendo muy dura
de mi Amado me dice su ternura

EM núm. 40


Respecto a la segunda tentación es ésta también un pecado muy grave contra la Esperanza, aunque ahora no es ya por defecto, sino por exceso de esperanza. Se piensa que, como Dios es misericordioso, hagamos lo que hagamos, no nos va a condenar: es éste el pecado de la presunción, pecado que, hoy en día, presenta una tremenda actualidad. Esta tentación, en la que se cae con excesiva frecuencia, consiste básicamente en justificar todas las tendencias desordenadas que tiene cualquier persona (como consecuencia del primer pecado de Adán) y considerarlas buenas y naturales. Y así es como se justifican hoy aberraciones contra natura tales como el matrimonio entre homosexuales y que, además, puedan adoptar niños (lo que es un engendro que no tiene ni pies ni cabeza), el aborto (que es un crimen horrendo contra niños inocentes), el divorcio (que es un atentado contra el verdadero amor), la eutanasia (que es la muerte, disfrazada de bondad, de los más débiles), etc, ..., con la desfachatez, para más INRI, de llamar "progreso" a esas monstruosidades. 

Y es que el corazón de las personas se endurece cuando se apartan de Dios: Jesucristo es hoy vilipendiado, ultrajado, odiado y perseguido, en su propia Persona y en todos sus miembros, que somos los cristianos quienes, con Cristo, formamos un solo Cuerpo, que es la Iglesia, del cual Él es la cabeza y nosotros los miembros. El elemento de unidad es "el Amor de Dios que se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5,5) cuando fuimos bautizados. A partir de ese momento somos verdaderos hijos de Dios en Jesucristo: "Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y que lo seamos" (1 Jn 3,1)
(Continuará)