domingo, 24 de octubre de 2010

EL SILENCIO DE DIOS Y LA RESPUESTA DEL HOMBRE (1 de 4) [José Martí]



“En diversos momentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha hablado por medio de su Hijo...” (Heb 1, 1-2), de quien dice San Juan que “todas las cosas fueron hechas por Él, y que sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho” (Jn 1,3)

Y, sin embargo, “siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios” (Flp 2, 6) sino que “... se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1,14), “tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y mostrándose igual que los demás hombres” (Flp 2,7).

Es más: “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp 2,8), pues como dijo luego en su vida terrena: “Yo no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió” (Jn 5, 30) y en otro lugar: “Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc, 22, 42).

“Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: ¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 9-11)

Jesucristo es “la Luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo” (Jn 1, 9). “Y de su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia” (Jn 1,16) pues, como Jesús mismo decía: “Sin Mí no podéis hacer nada” (Jn 15,5).

Dios se nos ha revelado a Sí mismo en su Hijo, “a quien instituyó heredero de todas las cosas, y por quien hizo también el Universo..., resplandor de su gloria e impronta de su sustancia” (Heb 1, 2-3).  “Él es la IMAGEN del Dios invisible... y “todo ha sido creado por Él y para Él”... “Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en Él” (Col 1, 15-17).

“Dios tuvo a bien que en Jesucristo habitase toda la plenitud, y por Él reconciliar consigo todos los seres, restableciendo la paz por medio de su sangre derramada en la cruz” (Col 1,19-20). Es por eso que cuando Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” Jesús le responde: “Felipe, tanto tiempo como llevo con vosotros, ¿y aún no me has conocido? El que me ha visto a Mí ha visto al Padre” (Jn 14, 8-9).

Cuando en el Antiguo Testamento se nos dice que Dios creó al hombre a su imagen, varón y mujer los creó (Gen 1, 27), no acabamos de entender esto muy bien. ¿Qué significa ser imagen de Dios? El conocimiento de esta realidad es sumamente importante porque supone nada menos que conocer el sentido de nuestra existencia.

Nuestra vida tiene sentido cuando vivimos conforme a lo que somos, esto es, imágenes de Dios. En la medida en que no vivimos así, estamos malogrando nuestra vida.

Sin embargo, nuestra mente quedó oscurecida y nuestra voluntad debilitada por el pecado de nuestros primeros padres, pecado de origen que nos hace muy difícil configurar nuestra vida a imagen de Dios, nuestro Sumo Hacedor.

Fue “necesario” (una “necesidad” querida libremente por Dios, por su amor hacia nosotros) que el Verbo, el Hijo de Dios, se hiciera realmente uno de nosotros (como así hizo, por puro Amor), un hombre como nosotros, en todo igual a nosotros, menos en el pecado (pues Dios no se puede negar a sí mismo).

Este hombre-Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, es Jesucristo. Sólo en Él podemos ser salvos. Sólo en Él podemos encontrar la imagen perfecta del Padre. Sólo en Él y junto a Él aprendemos a conocernos a nosotros mismos, tal y como Dios nos ha pensado al crearnos. Pero el tema es lo suficientemente importante como para que lo comentemos con más detenimiento en el próximo escrito.

domingo, 10 de octubre de 2010

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE (4 de 4) [José Martí]

Cuando se trata de hablar del amor y de la belleza, el lenguaje humano siempre se queda pobre; nunca llega a expresar lo que verdaderamente ha entendido, aquello que conoce que es verdad porque lo ha experimentado.

En esos casos una mirada vale más que todas las palabras. Recordemos a Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870):

¿Qué es poesía? - dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

La lectura de la poesía, cuando se trata de verdadera poesía, encanta y emociona; siempre dice algo, aunque diga cosas distintas a quienes la leen. Y siempre reconforta, siempre llega al corazón de aquellos que la leen despacio, con gran atención y con espíritu abierto

En realidad no tengo otro modo de expresar lo que quiero decir si no es haciendo también uso de la poesía, de un intento (al menos) de poesía, que quiere ser auténtica:
Tú eres poesía
y Belleza reside en tu Mirada
colmando de Alegría,
jamás imaginada,
a todo el que recibe tu llamada

Si se observa, la alegría va íntimamente unida a la respuesta enamorada y libre hacia Aquel que libremente nos ha querido hacer partícipes de su propia Vida. Libremente, Dios nos lo ha dado todo, no sólo la existencia, como a cualquier otra criatura, sino que se ha dado también a sí mismo; y además, hasta el extremo de hacerse realmente hombre, por aquello de que el amor se da entre iguales.

Nos ha elevado a la categoría de amigos:Ya no os llamo siervos, sino amigos... (Jn, 15, 15). Y todo esto porque su Amor por cada uno de nosotros es real, no es ningún cuento. Ciertamente, como sin libertad no se puede hablar de amor, Dios, que es esencialmente libertad, nos ha creado “libres” para que nuestro amor hacia Él sea posible, para que podamos quererle igual que Él nos quiere, en mutua reciprocidad de amor. De este modo, se ha expuesto así a nuestra negativa a su amor; pero es que el amor no puede imponerse. "Donde está el Espíritu del Señor, está la libertad". Si no hay libertad no puede hablarse de amor.

Dios nos quiere felices ya en esta vida: "Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa". (Jn, 15, 11). La recompensa es Él mismo: “Vosotros tenéis ahora tristeza, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría"  (Jn, 16, 22)

El hombre de hoy, en cambio, se ha vuelto de espaldas a Dios. Es más: combate encarnizadamente contra todo lo que recuerde a Dios, encarnado en la Persona de Jesucristo; y pretende erigirse él mismo en dios, creando leyes a su antojo, en contra de las leyes de la naturaleza.

Si "Dios es Amor" (1 Jn 4,8), y la alegría es el fruto primero del Amor, resulta, pues, que el rechazo de Dios es también rechazo del amor y de la alegría, rechazo de lo que hay de más humano en el hombre (varón o mujer). El hombre, en la medida en que rechaza a Dios; y más concretamente, a Jesucristo, el hombre-Dios, en esa misma medida se vuelve inhumano e incapaz de ser verdaderamente feliz.

Ésa, y no otra, es la razón por la cual el mundo actual está triste, porque ha renegado del Amor, desde el mismo momento en que ha renegado de Dios y ha renegado de Jesucristo.

Hoy se ataca a la Iglesia católica y al Papa de una manera como jamás se había producido en la historia: "Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas" (se dice en algún lugar de la Biblia). En todo caso no debe extrañarnos el ser perseguidos por el mero hecho de ser cristianos. Ya nos lo advertía Jesús: "Si me persiguieron a Mí también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20). "Seréis aborrecidos de todos a causa de mi Nombre" (Mt 24,9). "Pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13).

Son infinidad los textos del Nuevo Testamento que nos hablan de todos estos sucesos que están sucediendo, porque la palabra de Dios siempre es actual:

"Es preciso que quedemos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba conforme a lo que hizo en su vida mortal, bueno o malo" (2 Cor 4, 10), decía San Pablo.

"En el mundo tendréis tribulación -decía Jesús- ; pero confiad: Yo he vencido al mundo". (Jn, 16,33). 

"Ésta es la victoria que vence al mundo: vuestra fe" (1 Jn 5, 4).

 "¿Quién es el vencedor del mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5,5).

"Todo el que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará como suyo delante de los ángeles de Dios; pero el que me niegue delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9)

 " No os engañéis: de Dios nadie se burla. Pues lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará" (Gál 6, 7).

La solución a los problemas de este mundo no vendrá de este mundo, sino que vendrá sólo de Él, de Jesucristo:  "Ningún otro Nombre se nos ha dado bajo el cielo por el que podemos ser salvos" (se dice en el Nuevo Testamento hablando de Jesús).  Y para que no nos quepa la menor duda ni perdamos nuestra confianza nos dice: " Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Todos los problemas se relativizan si caemos en la cuenta de quesólo una cosa es necesaria”.

Como se ha dicho más arriba, estas realidades son tan hermosas, que el lenguaje humano siempre se queda pobre cuando se trata de hablar de ellas.

En Dios la Verdad, la Bondad y la Belleza son una sola cosa, que se identifican con Dios mismo, que es Amor, Único capaz de satisfacer todas nuestras ansias de felicidad y de alegría, ya en esta vida, si le escuchamos y vivimos conforme a su llamada y a sus leyes.

Como digo, en estos casos necesito recurrir a la poesía, a mi manera, en un intento de expresar lo inexpresable, lo inefable, aquello que sólo a duras penas se entiende con el corazón; y máxime cuando la poesía hace referencia al mismo Dios, encarnado en Jesucristo:

En tu sola presencia,
tan solo en ella puedo ser colmado;
y todo es carencia,
aunque todo es amado
porque todo tus labios han besado.

José Martí Florenciano

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE (3 de 4) [José Martí]


Continuando con lo dicho anteriormente, pensemos que esta "perversión" del lenguaje es lo propio de las tiranías. La corrupción de la clase dirigente (que se burla de las leyes, que se inventa leyes absurdas) afecta al resto del cuerpo social que es afectado negativamente también por el bombardeo continuo de la mayoría de los medios de comunicación social, (periódicos, revistas, televisión, internet, etc…). Éstos, actuando en la misma línea, cambian "fraudulentamente" el significado de las grandes palabras (amor, educación, matrimonio, aborto, etc.) consiguiendo así que los ciudadanos no se entiendan y que se enfrenten entre sí, innecesariamente.

Y de este modo, mediante ese proceso insistente y "machacón" de mentiras, una y mil veces repetidas como si fuesen verdades, (¿no nos recuerda esto a Hitler?) se llega a una situación de atomización de la sociedad, una sociedad dividida, incapaz de razonar de modo adecuado, situación ésta que constituye el caldo de cultivo perfecto para convertir un país en un pueblo de esclavos, sujetos a un poder tiránico y, lo que es peor, un país de personas que se creen libres, siendo realmente esclavos (tal es el "lavado de cerebro" que parece que se pretende conseguir; y que esperemos que no ocurra).

Siguiendo con el símil de la princesa, recordemos de nuevo la última estrofa, que hace referencia a un "feliz caballero", "que viene de lejos", y gracias al cual ella consigue recuperar su alegría.

Calla, calla, princesa” –dice el hada madrina-,
en caballo con alas hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero, que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor...”

Si analizamos esta estrofa y la aplicamos al momento presente, puede ser que encontremos (¡y ojalá que así fuese!) la solución (en realidad la única solución posible) a nuestros conflictos y a nuestra tristeza.

La tristeza del mundo de hoy proviene del hecho de que se ha instalado en la mentira (algo semejante a lo que ocurría con la princesa, encerrada en su palacio de mármol). Se le ha hecho creer (y se lo ha creído) que la felicidad está relacionada con el "tener" más (más dinero, más bienes materiales, más derechos humanos que, a veces, no son tales derechos, etc…). Mentira radical ésta, porque es el "ser" y no el "tener" lo que puede hacer feliz al ser humano: ser mejor persona, ser trabajador, ser honrado, ser generoso, ser alegre, ser limpio de corazón,…

Estas cosas sí pueden dar la felicidad, porque provienen de los más íntimos deseos de nuestro corazón, que ha sido creado para amar y ser amado.

Es en los deberes más que en los derechos donde debemos hacer hincapié. No pensar tanto en recibir y pensar más en dar. Éste es el secreto de la verdadera alegría.
  
¿Existe, para nosotros, para las personas de este mundo, tan extraño a veces, ese caballero feliz, vencedor de la muerte, al que hace referencia el poema de Rubén Darío? ¿O se trata, sencillamente, de un cuento de hadas, sin ningún significado real?

La respuesta es afirmativa: ESE CABALLERO EXISTE. Personalmente estoy convencido de la existencia de ese Caballero Feliz, que me conoce muy bien, a quien le intereso de verdad y para quien soy muy valioso. Un Caballero que me considera su amigo, y que desea con ansias estar a mi lado, porque sabe que es su Presencia lo único que me puede hacer feliz. Ese Caballero Feliz, Vencedor de la muerte, que viene de lejos, no es otro que el mismo Jesucristo (como se sabe, la verdadera poesía va más allá incluso de la intención del autor que la escribio; y siempre conduce hasta Dios).

El encuentro con Jesucristo es lo único que, en verdad, puede quitar la tristeza a este mundo y devolverle la Alegría, una Alegría que consiste en caer en la cuenta de que Él nos ama, y no de cualquier manera, sino con verdadero enamoramiento (cada uno de nosotros es único para Él); y en responderle, luego, de igual manera, enamorándonos de Él. En ese mutuo intercambio de amor, que consiste más en dar que en recibir, ahí (y sólo ahí) es donde se encuentra la Alegría que necesitamos para vivir.
Si nos fijamos, este Alguien que viene, este "feliz caballero", "vencedor de la Muerte", al que yo identifico con Jesucristo  "viene de lejos" (no es de este mundo): VERDADERO DIOS, Hijo Único de Dios Padre, engendrado, y no creado, por el Padre; y eterno, como el Padre. En nada inferior al Padre y amado por el Padre en un Amor que es el mismo Amor que el Hijo profesa al Padre, y que es el Espíritu Santo. Tres Personas distintas, en cuanto Personas (Padre, Hijo y Espíritu Santo), pero una sola Naturaleza, un solo y único Dios. Maravilloso y profundo misterio de Amor éste de la Santísima Trinidad.

Por otra parte, este "feliz caballero", aunque viene de lejos, se acerca a nosotros. Milagrosamente, toma un cuerpo y un alma en el seno de su Madre, la Virgen María, por obra y gracia del Espíritu Santo. Y se hace uno de nosotros: VERDADERO HOMBRE (con un comienzo histórico, hace 2000 años, como Hijo Único de María).

Éste es Jesucristo, el que esperamos, el único que nos puede devolver la alegría.

Jesús, verdadero Dios: "Vencedor de la muerte", pues murió y resucitó al tercer día. Y una vez resucitado, ya no muere más. "Por Él fueron creadas todas las cosas, y sin Él no se ha hecho nada de cuanto ha sido hecho" (Jn 1, 3-4). Él mismo dijo de sí: "Yo y el Padre somos uno" (Jn 10, 30). Y en otro lugar: "El Padre ama al Hijo y todas las cosas las ha puesto en sus manos. Quien cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no cree en el Hijo no verá la vida" (Jn 3, 35-36)

Jesús, verdadero hombre, un hombre como nosotros, semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Fue un bebé, necesitado de José y de María; "crecía en sabiduría, en edad y en gracia, delante de Dios y de los hombres" (Lc, 2, 52); estuvo sujeto a sus padres (Lc 2, 51), ayudando a José en su oficio de artesano, hasta que alcanzó la edad de 30 años.
En su vida pública se manifestó como Dios (realizando muchos milagros) y como hombre (se cansaba, tenía hambre y sed). Padeció con un dolor verdadero (no aparente), como verdadero hombre que era, murió y fue sepultado. Pero, porque era verdadero Dios, resucitó al tercer día, por su propio Poder. Una vez resucitado, con su cuerpo glorioso, estuvo entre nosotros durante cuarenta días, al cabo de los cuales ascendió a los Cielos.

Antes de su Ascensión fundó su Iglesia. Y a sus apóstoles les dio poder para perdonar los pecados (Jn 20, 21-23). Diez días después envió el Espíritu Santo a los apóstoles y a la Virgen María, dándoles la fuerza necesaria para difundir su mensaje de Amor y de Alegría a todos los habitantes de la Tierra.

Como se ve, todo el Evangelio rebosa de alegría; y podría ocurrir –lo que sería una desgracia- que pasáramos por esta vida sin habernos enterado de esta realidad tan hermosa del Amor de Dios, que es lo único que nos puede hacer verdaderamente felices, ya desde ahora. Dios no es un aguafiestas. Todo lo contrario: Él es el que hace posible la fiesta del hombre, la cual carece de sentido cuando se prescinde de Dios.

Hemos sido creados por el Amor y para el Amor, para amar y para ser amados. Creados por Dios con esa “inquietud amorosa”,  que forma parte de nuestra naturaleza humana como personas, según decía San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Tí; y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse en Tí”.

(Continuará)

viernes, 1 de octubre de 2010

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE (2 de 4) [José Martí]

El panorama al que asistimos hoy en nuestro mundo es verdaderamente desolador. Como la princesa del poema, también el mundo está triste, insatisfecho y desencantado. Pero hay una gran diferencia con respecto a la princesa: el mundo de hoy no es consciente de su propia tristeza; no sólo eso, sino que incluso niega abiertamente que su tristeza.

Conclusión: la curación se hace imposible desde el momento en el que se considera que no hay nada que curar.

Si se profundiza un poco nos encontramos con la existencia, en este mundo "satisfecho", de un vacío enorme, de una increíble soledad, de una tristeza infinita que está pidiendo a gritos (aun sin saberlo) el ser removida de su apatía.

Este mundo (cada persona) necesita de "alguien" que le enseñe aquello en lo que consiste la maravillosa aventura del amor y del encuentro auténtico con otras personas.

Se requiere, sin embargo, de unas condiciones previas que hagan posible este encuentro, comenzando por el amor a la verdad, sea ésta la que fuere; la verdad acerca de la propia existencia, por más que dicho acercamiento a la verdad suponga una transformación completa y una renovación de la mente y de la propia vida.

El mundo de hoy, por desgracia, vive en la mentira, en una mentira radical. Se ha llegado a una situación como jamás antes se había dado, manipulando el lenguaje  y llamando verdad a lo que es mentira. 

Todo esto se está haciendo posible mediante la repetición machacona de las mentiras, difundidas, un día sí y otro también, por la gran mayoría de los medios de comunicación.

De este modo, lamentablemente, va aumentando el número de personas que acaba considerando como "normal" y como "verdad" situaciones o cuestiones que jamás en la historia había puesto nadie en entredicho, puesto que van en contra del sentido común y de la lógica. Podría parecer que estoy exagerando. Desgraciadamente no es así. 

Nos escandalizamos del hecho de que haya habido épocas en la historia de la humanidad en las que la esclavitud era considerada como algo "normal", porque así era aceptado por la mayoría. Pero el hecho histórico de la esclavitud está ahí; es algo que verdaderamente ocurrió y que nadie puede negar.

Al ser la esclavitud del ser humano algo abominable, la abolición de la esclavitud condujo a un verdadero progreso, porque supuso un avance en el conocimiento de la verdad acerca del ser humano, y de lo que significaba ser persona. La mayoría, que aceptaba como normal la esclavitud, estaba completamente equivocada, estaba en la mentira. La verdad había sido manipulada a través del lenguaje.

Y es que las leyes impresas en la naturaleza del hombre (lo que llamamos ley natural) no se pueden conculcar sin que ello lleve consigo grandes desgracias.

Hay realidades que son como son, independientemente de lo que los seres humanos podamos pensar acerca de ellas. La votación con respecto a esas verdades es absurda. No todo es opinable, ni todo se puede votar. La voluntad del ser humano, aunque se manifieste en forma de leyes, no puede afectar a la realidad natural, que seguirá siendo como es.  Dos y dos serán siempre cuatro, por más que una inmensa mayoría votase que dos y dos iban a ser cinco, a partir de ese momento.

La democracia, en principio, puede estar bien siempre que se realicen votaciones sobre asuntos opinables. Pero una democracia mal entendida no es tal democracia sino una tiranía (mucho peor que una dictadura), en la medida en que no se ajuste al derecho natural e imponga leyes que atenten contra la verdad de la naturaleza humana.

Recordemos, sin ir más lejos, hechos relativamente recientes, como el que se refiere al origen de la segunda guerra mundial. Todo el mundo sabe que Hitler fue elegido "democráticamente" y, sin embargo, al llegar al poder, estableció un régimen nacional socialista en Alemania, recluyendo en campos de concentración a todos los disidentes y a todos los pertenecientes a las llamadas por él "razas impuras", como los judíos, con vistas a su exterminación. Según él los judíos eran enemigos de Alemania, no tenían la categoría de personas, y debían ser eliminados.
Esta idea, indefendible por cualquier persona con un mínimo de sentido común, fue inculcándola a todo el pueblo alemán a base de repetirla una y otra vez, machaconamente. A Hitler se le atribuye aquella frase de que "una mentira, repetida cien veces, se convierte en una verdad". Ya conocemos, por la historia, la horrible tragedia, el gran genocidio, la enorme desgracia a la que condujo la puesta en práctica de esa idea canallesca, mentirosa y perversa. Y no deberíamos olvidar, como se ha dicho más arriba,  que fue precisamente la "democracia" la que llevó a Hitler al poder; aunque esta idea podría constituir el asunto de otro artículo.

En nuestra ingenuidad, podríamos pensar que aunque es cierto que todo eso ocurrió, se trata de algo perteneciente al pasado, algo que está ya superado. Podríamos pensar que el hombre de hoy está más civilizado y jamás consentiría que ocurriese algo semejante.

Podríamos pensarlo, pero ¿es eso verdad? Sea como fuere, lo cierto es que debemos utilizar nuestra mente de manera lógica y pensar críticamente acerca de ciertos sucesos que están ocurriendo "AHORA" (no en el pasado). La mentira, por más que se disfrace de verdad, seguirá siendo mentira; y cierto tipo de mentiras, las que se refieren al ser del hombre, conducen siempre a la esclavitud y a la destrucción de la persona.

En la actualidad "DEMOCRÁTICA" se está produciendo un fenómeno (que siempre se ha dado, pero hoy en un grado altamente preocupante) al que podríamos llamar "perversión" del lenguaje, que consiste en cambiar "deliberadamente" el significado de algunas palabras dándoles otro significado que no es el que les corresponde.

Pondremos tan solo algunos ejemplos de muestra (en una tabla). La lista sería interminable. Cada uno puede ir añadiendo nuevas palabras e ir completándola.


PALABRA
SIGNIFICADO
("DICCIONARIO")
NUEVO SIGNIFICADO ("MODERNO")
CRÍTICA A LA MENTIRA ENCUBIERTA DEL NUEVO SIGNIFICADO
Aborto provocado
"Muerte" provocada del feto en el seno de su madre.
"Interrupción" voluntaria del embarazo
Una interrupción es una pausa, para luego continuar; en el aborto no se da tal interrupción, sino la eliminación de una vida humana inocente, que se encuentra en desarrollo.
Derecho al aborto
"Derecho" a provocar la muerte del feto humano
La mujer debe de poder disponer de su propio cuerpo, porque su cuerpo le pertenece a ella.
El hijo no pertenece a la madre; es una persona distinta de su madre, aunque dependiente de ella. Consagrar la eliminación del hijo como un derecho de la madre es consagrar como un derecho la supremacía del más fuerte sobre el más débil ("ley de la selva").
Matrimonio
Unión legal de un hombre y de una mujer para formar una familia
Unión de dos personas que "se quieren", independientemente de su sexo.
La idea de familia desaparece en el mal llamado "matrimonio" entre homosexuales.
Eutanasia
Acción u omisión que, por su naturaleza y en la intención de quien la realiza provoca la muerte del enfermo grave
Muerte "digna". Se considera que la vida humana no merece la pena de ser vivida si no es en condiciones de cierta plenitud y calidad de vida.
Se desconoce que la dignidad de la muerte no radica en la muerte en sí, sino en el modo de afrontarla. La eutanasia es siempre ilícita, aunque se practique con fines compasivos o aunque la solicite el propio enfermo. Otra cosa diferente son los cuidados paliativos, que son necesarios para aliviar al enfermo, sin llegar, lógicamente, al encarnizamiento terapéutico, lo que sería igualmente inhumano, puesto que si no hay esperanza de curación, eso significaría infligir al moribundo unos sufrimientos añadidos e inútiles.


 (Continuará)

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE (1 de 4) [José Martí]

Leyendo diversos artículos relacionados con la situación actual del mundo en que vivimos, cayó en mis manos, por casualidad, una bella sonatina del Modernismo, formada por ocho estrofas de seis versos alejandrinos cada una, que riman en consonante: AABCCB. Su autor es Rubén Darío, poeta nicaragüense, de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, que vivió tan solo 49 años (1867-1916). Su lectura, detenida y cuidadosa, me ha confirmado aún más, en aquella verdad, de todos conocida, cual es la perennidad -y actualidad- de lo auténticamente clásico.

Ciertamente fue escrita hace más de 100 años, y está relacionada con lo que el poeta sintió y vivió cuando la escribió. Pero, como sucede con todo lo que es auténtico, constituye también una descripción, muy viva y muy real, de lo que hoy día está sucediendo. Es más: su actualidad es incluso mayor ahora que cuando fue escrita.

En esta poesía aparecen, con claridad meridiana, los síntomas de la terrible enfermedad de la tristeza, por la que atraviesa el mundo actual (enfermedad tanto más terrible y temible en la medida en que no se es consciente de que se la padece). Y, lo que es más importante, aparece también la única solución que hace posible la curación de esa tristeza.

Sólo entresacaremos algunos versos, los más significativos, que enseguida comentamos. Así comienza esta bellísima sonatina de Rubén Darío:

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.

La descripción de la tristeza de la princesa ocupa casi toda la sonatina, dando algunas explicaciones al porqué de esa profunda tristeza que la consume.

Por razones obvias, no vamos a transcribir aquí toda la sonatina, pero al leerla nos encontramos con que la princesa "ya no toca el piano, ni cuida las flores"; " está pálida en su silla de oro"; " no ríe, no siente", por más que esté rodeada de aires festivos y de bufones a su servicio, que hacen todo tipo de piruetas para poder sacarle una sonrisa, y no lo consiguen.

¿Por qué está triste la princesa? "Aparentemente" no le falta nada; tiene todo cuanto quiere. Y, sin embargo… ¡no tiene lo esencial!

El motivo principal de la tristeza de la princesa que, de alguna manera, los abarca a todos, es que "vive" sutilmente engañada; y engañada, además, por aquellos que, en buena lógica, deberían decirle siempre la verdad (aunque es posible que ni ellos mismos la sepan: tal es el poder tremendo de la mentira).

El entorno en el que se mueve parece decirle: "Tú eres princesa: por lo tanto, come, bebe, ríe, duerme, diviértete. No tienes que hacer nada: todos están a tu servicio. Todo te pertenece. ¿Qué más necesitas para ser feliz?". Pero la princesa no es feliz, aunque nadie es capaz de entender la causa de su tristeza.

Su palacio de mármol es un mundo de mentiras, en donde cada uno va a lo suyo. La verdadera alegría brilla por su ausencia; y es sustituida por lo banal, lo grosero, lo cómico, lo burlesco y lo superficial. Todo cuanto la rodea es puro teatro, una comedia, una farsa, una pantomima. Nada es verdad… "de verdad", "de corazón". En medio de tanto bullicio, la princesa está sola. Es por eso que la princesa está triste. ¿Y quién no lo estaría en su lugar?

Tiene un palacio precioso de mármol, sillas de oro, un lago con cisnes, un halcón adiestrado, inmensos jardines, con dalias, rosas y jazmines,…, pero no es feliz.
Tiene a los guardas que vigilan el palacio, cien negros que la custodian con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal,…, pero no es feliz.

¿Cuál es la gran mentira en la que vive? Es muy sencillo. Ha tergiversado la idea de aquello que es lo natural en el ser humano, aquello para lo cual ha sido creado: para salir de sí mismo y amar. Ha considerado que lo natural es vivir para sí misma, ser servida por los demás, ser admirada, que todos estén pendientes de ella. Todo se lo han dado hecho. La consecuencia lógica y prevista de ese "vivir" artificioso y no natural, es que la princesa se ha quedado realmente sola. Y con la soledad, la tristeza, la melancolía, el hastío, el aburrimiento, la palidez propia del que está muerto.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real.

A pesar de todo, la princesa es mucho más afortunada que los que la rodean. En cierto modo… es bueno que la princesa esté triste, que sea consciente de su tristeza. En medio de un ambiente tan adverso, la princesa tiene algo muy importante a su favor: aunque está presa en su jaula de mármol, sabe que eso no es lo normal, sabe que ha nacido para ser mariposa y volar bajo el cielo, en libertad.

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa;
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar, …

La princesa es consciente de la artificialidad en la que vive. Razona, piensa, se rebela, no se deja anestesiar. Sabe que no es natural vivir como vive. No quiere seguir viviendo en ese mundo de mentiras, en el que se siente asfixiada. Al actuar así, se está abriendo a la verdad acerca de su propio ser, que es lo primero que necesita para curarse de su tristeza: admitir que está triste. Y acto seguido, procurar por todos los medios encontrar una solución a su tristeza.

Es cierto que la princesa sufre, pero es un sufrimiento que merece la pena, porque debido a él vislumbra que hay algo esencial, algo de lo que carece, algo sin lo cual su vida no merece la pena de ser vivida. En cierto modo, gracias a su tristeza, la princesa va cayendo en la cuenta, poco a poco, de que no son cosas lo que necesita. Sus aspiraciones más íntimas salen a florecer, y comienza a sentir y a darse cuenta de que lo natural, lo propio de su naturaleza humana, es la necesidad vital que tiene -como la tiene cualquier ser humano- de que alguien la quiera, por sí misma, y a quien ella pueda querer a su vez, de igual manera.

Y es esa esperanza que no pierde, esa esperanza contra toda esperanza, la que va a hacer posible lo que parecía imposible; y es que pueda salir, por fin, de esa triste jaula en la que malvive.

Calla, calla, princesa” –dice el hada madrina-,
en caballo con alas hacia aquí se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero, que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor...”

¿Por qué tiene que callar la princesa? En realidad es muy sencillo contestar a esta pregunta: La princesa necesita hacer silencio en su interior, debe separarse de ese ambiente artificial que la asfixia, y prestar profunda atención a cuanto la rodea (y a su propio corazón) poniendo en ello todos sus sentidos. No importa el esfuerzo que ello conlleve ni las dificultades a las que tendrá que enfrentarse.

Lo único que importa de verdad es que la princesa llegue a darse cuenta de que está "viviendo" en una gran mentira, una mentira radical acerca de aquello en lo que consiste la auténtica felicidad. Y es en el silencio donde podrá escuchar la voz y sentir los latidos del corazón de ese "feliz caballero", que la quiere con locura y que la conoce muy bien, desde aquel primer día en que la vio y se enamoró de ella.

De esto hace ya mucho tiempo. No hubo entonces respuesta ("ella estaba en otras cosas" y no podía entender que ese caballero pudiera quererla por sí misma y no por su dinero). De todos modos, su mirada se le quedó grabada en el corazón. El caballero abandonó el palacio. No así el amor que sentía por ella y que continúa sintiendo y aumentando.

Es cierto que este caballero ya no la ve, desde hace mucho tiempo, pero lo sabe todo acerca de ella: sus criados lo mantienen actualizado, sin que ella lo sepa. Impaciente, no desea otra cosa que volver a verla, abrazarla y besarla; pero tal cosa es imposible mientras la princesa no caiga en la cuenta de que lo único que necesita para ser feliz es responder con su amor al amor que este caballero le profesa. 

Pero el caballero quiere demasiado a la princesa y por eso la respeta profundamente, respeta su voluntad, no puede imponerle su amor. El amor se ofrece, nunca se impone.

Sin embargo, cuando el enamorado caballero tuvo noticias de la mortal tristeza en la que se encontraba su amada princesa, no pudo soportar por más tiempo que ella continuara así, conocedor, como era, del único remedio que la podía curar, que no era otro sino el amor que él sentía hacia ella (y que ella desconocía; o mejor, había olvidado).

Con prisa y con ansias, el caballero fue venciendo todo tipo de obstáculos que encontraba en su camino. No le importaba la distancia, ni las incomodidades; cualquier sacrificio le parecía pequeño, con tal de poder verla de nuevo y curarla de su tristeza, encendiendo sus pálidos labios con un beso de amor.

Fue el amor del que, a partir de entonces fue su esposo para siempre, el que curó a la princesa de su tristeza y le devolvió la alegría; una alegría cuya raíz y consistencia provenía de sentirse amada y querida en totalidad por este "feliz caballero" al que un día ella rechazó, por su torpeza, pero al que ahora también ella le correspondía de la misma manera, dándose entre ambos una mutua reciprocidad de amor y de alegría compartida.

Es cierto que la princesa del poema estaba triste, pero era consciente de su tristeza y deseaba salir de ella; era esclava, (aunque todos la hacían libre), pero deseaba ser liberada; estaba sola, con la soledad del que no se siente amado, pero ansiaba, con todas sus fuerzas, salir de esa soledad asfixiante.

La princesa puso todo de su parte: Al admitir que estaba triste (es decir, al admitir su propia realidad y no negarla), se puso en el camino que la conduciría hasta su curación.

Obedeció a su hada madrina, haciendo silencio en su interior, un silencio activo y esperanzado, que escucha con atención… Y escuchó el aleteo de las alas del caballo, montado por aquel feliz caballero que la amaba y que, desde muy lejos, venía a encenderle sus labios con un beso de amor y a devolverle la alegría que había perdido.

Y es que, como decía el gran poeta Dante en su Divina Comedia, "…es el amor, que al Sol mueve y a las estrellas", la única solución para transformar una vida triste en una vida feliz, auténticamente feliz, con una felicidad que comienza ya aquí, en este mundo, y que continúa y permanece para siempre, porque así es: "El amor es más fuerte que la muerte"

(Continuará)