domingo, 10 de octubre de 2010

LA PRINCESA ESTÁ TRISTE (4 de 4) [José Martí]

Cuando se trata de hablar del amor y de la belleza, el lenguaje humano siempre se queda pobre; nunca llega a expresar lo que verdaderamente ha entendido, aquello que conoce que es verdad porque lo ha experimentado.

En esos casos una mirada vale más que todas las palabras. Recordemos a Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870):

¿Qué es poesía? - dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

La lectura de la poesía, cuando se trata de verdadera poesía, encanta y emociona; siempre dice algo, aunque diga cosas distintas a quienes la leen. Y siempre reconforta, siempre llega al corazón de aquellos que la leen despacio, con gran atención y con espíritu abierto

En realidad no tengo otro modo de expresar lo que quiero decir si no es haciendo también uso de la poesía, de un intento (al menos) de poesía, que quiere ser auténtica:
Tú eres poesía
y Belleza reside en tu Mirada
colmando de Alegría,
jamás imaginada,
a todo el que recibe tu llamada

Si se observa, la alegría va íntimamente unida a la respuesta enamorada y libre hacia Aquel que libremente nos ha querido hacer partícipes de su propia Vida. Libremente, Dios nos lo ha dado todo, no sólo la existencia, como a cualquier otra criatura, sino que se ha dado también a sí mismo; y además, hasta el extremo de hacerse realmente hombre, por aquello de que el amor se da entre iguales.

Nos ha elevado a la categoría de amigos:Ya no os llamo siervos, sino amigos... (Jn, 15, 15). Y todo esto porque su Amor por cada uno de nosotros es real, no es ningún cuento. Ciertamente, como sin libertad no se puede hablar de amor, Dios, que es esencialmente libertad, nos ha creado “libres” para que nuestro amor hacia Él sea posible, para que podamos quererle igual que Él nos quiere, en mutua reciprocidad de amor. De este modo, se ha expuesto así a nuestra negativa a su amor; pero es que el amor no puede imponerse. "Donde está el Espíritu del Señor, está la libertad". Si no hay libertad no puede hablarse de amor.

Dios nos quiere felices ya en esta vida: "Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa". (Jn, 15, 11). La recompensa es Él mismo: “Vosotros tenéis ahora tristeza, pero os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría"  (Jn, 16, 22)

El hombre de hoy, en cambio, se ha vuelto de espaldas a Dios. Es más: combate encarnizadamente contra todo lo que recuerde a Dios, encarnado en la Persona de Jesucristo; y pretende erigirse él mismo en dios, creando leyes a su antojo, en contra de las leyes de la naturaleza.

Si "Dios es Amor" (1 Jn 4,8), y la alegría es el fruto primero del Amor, resulta, pues, que el rechazo de Dios es también rechazo del amor y de la alegría, rechazo de lo que hay de más humano en el hombre (varón o mujer). El hombre, en la medida en que rechaza a Dios; y más concretamente, a Jesucristo, el hombre-Dios, en esa misma medida se vuelve inhumano e incapaz de ser verdaderamente feliz.

Ésa, y no otra, es la razón por la cual el mundo actual está triste, porque ha renegado del Amor, desde el mismo momento en que ha renegado de Dios y ha renegado de Jesucristo.

Hoy se ataca a la Iglesia católica y al Papa de una manera como jamás se había producido en la historia: "Heriré al Pastor y se dispersarán las ovejas" (se dice en algún lugar de la Biblia). En todo caso no debe extrañarnos el ser perseguidos por el mero hecho de ser cristianos. Ya nos lo advertía Jesús: "Si me persiguieron a Mí también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20). "Seréis aborrecidos de todos a causa de mi Nombre" (Mt 24,9). "Pero quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 13).

Son infinidad los textos del Nuevo Testamento que nos hablan de todos estos sucesos que están sucediendo, porque la palabra de Dios siempre es actual:

"Es preciso que quedemos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba conforme a lo que hizo en su vida mortal, bueno o malo" (2 Cor 4, 10), decía San Pablo.

"En el mundo tendréis tribulación -decía Jesús- ; pero confiad: Yo he vencido al mundo". (Jn, 16,33). 

"Ésta es la victoria que vence al mundo: vuestra fe" (1 Jn 5, 4).

 "¿Quién es el vencedor del mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5,5).

"Todo el que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará como suyo delante de los ángeles de Dios; pero el que me niegue delante de los hombres, será negado ante los ángeles de Dios" (Lc 12, 8-9)

 " No os engañéis: de Dios nadie se burla. Pues lo que el hombre siembre, eso mismo cosechará" (Gál 6, 7).

La solución a los problemas de este mundo no vendrá de este mundo, sino que vendrá sólo de Él, de Jesucristo:  "Ningún otro Nombre se nos ha dado bajo el cielo por el que podemos ser salvos" (se dice en el Nuevo Testamento hablando de Jesús).  Y para que no nos quepa la menor duda ni perdamos nuestra confianza nos dice: " Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20).

Todos los problemas se relativizan si caemos en la cuenta de quesólo una cosa es necesaria”.

Como se ha dicho más arriba, estas realidades son tan hermosas, que el lenguaje humano siempre se queda pobre cuando se trata de hablar de ellas.

En Dios la Verdad, la Bondad y la Belleza son una sola cosa, que se identifican con Dios mismo, que es Amor, Único capaz de satisfacer todas nuestras ansias de felicidad y de alegría, ya en esta vida, si le escuchamos y vivimos conforme a su llamada y a sus leyes.

Como digo, en estos casos necesito recurrir a la poesía, a mi manera, en un intento de expresar lo inexpresable, lo inefable, aquello que sólo a duras penas se entiende con el corazón; y máxime cuando la poesía hace referencia al mismo Dios, encarnado en Jesucristo:

En tu sola presencia,
tan solo en ella puedo ser colmado;
y todo es carencia,
aunque todo es amado
porque todo tus labios han besado.

José Martí Florenciano

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