domingo, 23 de diciembre de 2018

PRE-VILLANCICO




Lirios en los caminos de Galilea
brotan por donde pisa la Nazarena
Virgen, como una estrella,
brilla en la tarde:
Del Hijo del Eterno
va a ser la Madre.

Luceros relucientes,
Santos Arcángeles,
Reyes y Profetas
venid, cantadle,
¡rezadle Avemarias!:
Su intacto talle 
contiene al Infinito
que en Ella late.

¡Tal es su aroma,
que a su paso florecen
nuevas las rosas!

Don Terzio

Significado del Adviento (Padre Alfonso Gálvez)

Padre Alfonso Gálvez Morillas

Duración 27:56 minutos

¿Por qué celebramos la Navidad? Esta es la respuesta (Padre Álvaro de Cárdenas)


Duración 7:28 minutos

miércoles, 19 de diciembre de 2018

PASTOR QUE CON TUS SILBOS AMOROSOS (Lope de Vega)





Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos:

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres;

espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero, ¿cómo te digo que me esperes,
si estás para esperar los pies clavados?


Lope de Vega

"Abandonarnos en Dios, aunque no comprendamos sus planes' (P. Javier Martin)


Duración 4:13 minutos

domingo, 16 de diciembre de 2018

Santa Adela



Nace en el año 931 en la península Itálica, y el destino le lleva a convertirse en emperatriz, casada con el rey Lotario. Ya madre, queda viuda con dieciocho años. En su segundo matrimonio, también regio, sufre la cárcel y el destierro. Regente emperatriz, retoma funciones de mando en tiempos de Otón III. Ahora muestra con sus obras lo muerta que estaba para sí misma y que la anterior piedad, la de toda su vida, fue un asunto sincero. La emperatriz se dedica a hacer el bien. Protege, socorre y consuela a los necesitados. Considera el poder como una carga para ella y un servicio para el bien del pueblo. No es injusta, ni vengativa con quienes le injuriaron en tiempo pretérito. Muestra esmero infatigable en las tareas de gobierno. Reza, se mortifica y expía por los pecados de su pueblo. Muere a las puertas del segundo milenio, en el año 999.
Adela o Adelaida, es un nombre alemán que significa: "de noble familia". A esta santa le decían también Alicia.
Santa Adelaida fue la esposa del Emperador Otón el Grande.
Era hija del rey Rodolfo de Borgoña, el cual murió cuando ella tenía 6 años. Muy joven contrajo matrimonio con Lotario, rey de Italia. Su hija Emma llegó a ser reina de Francia.
Su primer esposo, Lotario, murió también muy joven, parece que envenenado por los que deseaban quitarle su reino, quedando Adelaida viuda de sólo 19 años, con su hijita Emma todavía muy pequeñita. El usurpador Berengario la encerró en una prisión y le quitó todos sus poderes y títulos, porque ella no quiso casarse con el hijo del tal Berengario. Su capellán se quedaba admirado porque Adelaida no se quejaba ni protestaba y seguía tratando a todos los carceleros con exquisita amabilidad y dulzura. Todo lo que sucedía lo aceptaba como venido de las manos de Dios y para su bien. Le robaron sus vestidos de reina y todas sus alhajas y joyas y le dieron unos harapos como de pordiosera. En su oscura prisión pasó varios meses dedicada a la oración. Los carceleros exclamaban: "Cuánto heroísmo tiene esta reina. ¡No grita, no se desespera, no insulta. Sólo reza y sonríe en medio de sus lágrimas!".
Y mientras tanto su capellán, el Padre Martín, consiguió un plano del castillo donde ella estaba prisionera, abrió un túnel y llegando hasta su celda la sacó hacia el lago cercano donde la esperaba una barca, en la cual se la llevó hacia le libertad haciéndola llegar hasta el Castillo de Canossa, donde se refugió. Pero Berengario atacó aquel castillo y Adelaida envió unos embajadores a Otón de Alemania pidiéndole su ayuda. Otón llegó con su ejército, derrotó e hizo prisionero a Berengario y concedió la libertad a la santa reina.
Otón se enamoró de Adelaida y le pidió que fuera su esposa. Ella aconsejada por el Padre Martín, acepto este matrimonio y así llegó a ser la mujer del más importante mandatario de su tiempo. Los dos se fueron a Roma y allá el Sumo Pontífice Juan XII coronó a Otón como emperador y a Adelaida como emperatriz.
Otón el grande reinó durante 36 años. Mientras tanto su santa esposa se dedicaba a socorrer a los pobres, a edificar templos y a ayudar a misioneros, religiosos y predicadores.
Al morir su esposo Otón I, le sucedió en el trono el hijo de Adelaida, Otón II, pero este se casó con una princesa de Constantinopla, la cual era dominante y orgullosa y le exigió que tenía que alejar del palacio a Adelaida. Otón aceptó semejante infamia y echó de su casa a su propia madre. Ella se fue a un castillo pero pidió la ayuda de San Mayolo, abad de Cluny, el cual habló de tal manera a Otón que lo convenció que nadie mejor lo podía aconsejar y acompañar que su santa madre. Y así el emperador llamó otra vez a Adelaida y le pidió perdón y la recibió de nuevo en el palacio imperial.
Otón II murió en una guerra y su viuda la princesa de Constantinopla se apoderó del mando y trató duramente a Adelaida. Ella decía: "Solo en la religión puedo encontrar consuelo para tantas pérdidas y desventuras". En medio de sus penas encontraba fuerzas y paz en la oración. A quienes le trataban mal les correspondía tratándoles con bondad y mansedumbre.
Una extraña enfermedad acabó con la vida de la princesa de Constantinopla y Adelaida quedó como regente, encargada del gobierno de la nación, mientras su nieto Otón III llegaba a la mayoría de edad. Fue para sus súbditos una madre bondadosa. Ignoraba el odio y no guardaba resentimientos con nadie. Supo dirigir el gobierno del país alemán con bondad y mucha compresión, ganándose el cariño de las gentes.
Fundó varios monasterios de religiosos y se preocupó por la evangelización de los que todavía no conocían la religión católica. Se esforzaba mucho por reconciliar a los que estaban peleados.
Su director espiritual en ese tiempo fue San Odilón, el cual dejó escrito: "La vida de esta reina es una maravilla de gracia y de bondad". Santa Adelaida tuvo una gran suerte, y fue que durante toda su vida se encontró con formidables directores espirituales que la guiaron sabiamente hacia la santidad: el Padre Martín, San Adalberto, San Mayolo y San Odilón. En la vida de nuestra santa sí que se cumplió lo que dice la S. Biblia: "Encontrar un buen amigo es mejor que encontrarse un buen tesoro. Quien pide un consejo a los que son verdaderamente sabios, llegan con mucha mayor facilidad al éxito".
Cuando su nieto Otón III se posesionó como emperador, ella se retiró a un monasterio, y allí pasó sus últimos días dedicada a la oración para que el Espíritu Santo siga enviando sabios directores espirituales que aconsejen a los gobernadores de las naciones y los lleven hacia la verdadera sabiduría y hacia la santidad. ¡Que hermoso sería que esto se hiciera realidad!.

martes, 4 de diciembre de 2018

La presencia real de Cristo en la Eucaristía (Padre Javier Martín)


Duración 5:34 minutos

Nos asusta la muerte pero no la condenación (Sonia Vázquez)



Hace unos días, me comentaba una persona su gran preocupación por tantas enfermedades que nos atacan y que angustiada por ello, había acudido inmediatamente al médico, para realizarse un chequeo, una valoración de su organismo. Sin duda, cuidar nuestro cuerpo, es una obligación que tenemos, pero, no nos causa el mismo desasosiego las enfermedades del alma. Buscamos la medicina de la inmortalidad, que no existe y rechazamos el tratamiento que nos permite estar en Gracia de Dios, los Sacramentos y la vida de Piedad. Hoy en día, aunque parece una paradoja, vivimos preocupados por vivir.
Una gripe, nos llena de angustia. Un pecado, nos da igual. Un poco de tos, nos hace tomar inmediatamente un antibiótico, acumular faltas, lo consideramos tema para beatos. Nos asusta la muerte, pero no la condenación. Curioso… ¿Nuestra esperanza está fundada en la vida terrenal, o en la Vida eterna?
Nos vamos a operar y nos entran unos miedos absurdos a morir, como si el superar una operación, nos garantizara la inmortalidad. Sin embargo, no vamos a confesarnos y a Comulgar antes de entrar al quirófano y si alguien nos lo sugiere, respondemos con mala disposición.
Cuando hay un enfermo en una casa o en un hospital, se llama al médico, ante cualquier pequeña variación en la temperatura corporal, pero, al Sacerdote, sólo se le llama, cuando ya no está consciente o incluso, cuando ya ha fallecido, ¿Qué Sacramento puede recibir uno, después de muerto? Ninguno.
Es una falta de fe lo que quita el valor de avisar a los enfermos de que la muerte está cerca, y es gran perjuicio engañarles e impedir así que se preparen. Óptima cosa es ponerse de acuerdo con un amigo para advertírselo mutuamente”
(Garrigou Lagrane- La vida eterna y la profundidad del alma)
Nuestras conversaciones están llenas de angustias absurdas. Todo el mundo enferma y todo el mundo muere y lo que hay que hacer es preocuparse de como será ese final, si superaremos ese ultimo chequeo de nuestra alma. Nuestros miedos, sólo revelan una falta de Fe absoluta. Recomendamos restaurantes, libros, películas y no hacemos lo mismo con los Sacramentos. Los Católicos deberíamos de cuidar nuestra alma, tal y como hacemos con nuestro cuerpo. ¿Acaso no es importante el beneficio que nos supone vivir en Gracia de Dios? Si el médico nos recomienda ir a un gimnasio, no sólo vamos aunque no nos apetezca, sino que animamos a otros a que nos acompañen, ¿Por qué no hacemos lo mismo cuando acudimos a la Santa Misa? ¿Por qué no invitamos a otras personas a venir con nosotros, en vez de citarnos al terminar? Muchas veces se acude a la Eucaristía Dominical, como un mero cumplimiento, deseando que el Sacerdote no se alargue ni un minuto más de lo estipulado, ponemos impedimentos a que las vitaminas de la Gracia, penetren en nuestro interior. ¿Y a diario? La Misa del día, ni muchísimo menos, es una meta para nadie. El que trabaja, argumenta que sus obligaciones le impiden perder 20 minutos… ¡Como resplandecería nuestra alma, si se frecuentara todos los días la Santa Misa! En términos de medicina, el doctor, nos diría que la analítica, está perfecta. Pero, por lo visto, esto, nos preocupa poco, por no decir, que nos da exactamente igual.
¿A cuántas personas acercamos diariamente al Sacramento de la Confesión? ¿Y mensualmente? La respuesta es la misma. La gente no se confiesa y mucho menos, lógicamente, invita a otros a hacerlo. Ni siquiera el Clero, a veces, anima a ello. Los Confesionarios sin luz y sin cura, sólo indican una cosa, que el médico del alma, está “cerrado por vacaciones”.
¿Qué resultado obtendríamos si pudiéramos ver nuestro chequeo mensual sobre nuestra vida espiritual? Posiblemente, muy flojo. No frecuentamos los Sacramentos y cuando lo hacemos, es de cualquier manera, el mejor ejemplo es, que llegamos a Misa, tarde, mal y arrastro, como el que toma una medicina a deshora y pretende que le haga efecto.
Nos sentamos a ver la televisión, acudimos a un espectáculo, vamos al cine, al gimnasio…pero no dedicamos ni media hora al día a una lectura espiritual. Trabajamos, comemos, dormimos y dejamos de lado lo más importante, nuestra relación con Dios. Los Sagrarios abandonados y las cafeterías llenas. Es cierto que hay crisis, pero de Fe.
Nuestra agenda está llena de obligaciones que no hablan de Dios. Las Parroquias están repletas de actividades, que en muchas ocasiones son mas propias de un centro municipal que de una Iglesia. Ocupaciones que no llevan asociado ningún crecimiento espiritual: teatro, con representaciones que nada aportan a la vida de un Católico, coros donde se ensayan canciones más propias de una velada musical que de una Iglesia, yoga, meditación budista y un largo etc
¿Dónde están los retiros, meditaciones, rezo del Ángelus, Exposición del Santísimo, Hora Santa, Formación de adultos…? 
Descuidamos el preparar nuestra alma para el Juicio final y es ahí donde de verdad deberá preocuparnos que el “reconocimiento médico” sea perfecto, ya que sino hemos tomado la medicina a tiempo, después ya no habrá remedio.
La vida interior del cristiano supone el estado de gracia, que es lo contrario del estado de pecado mortal. Y en el plan actual de la Providencia, toda alma o está en estado de gracia o en estado de pecado mortal; con otras palabras, o está de cara a Dios, último fin sobrenatural, o está de espaldas a Él”
(Garrigou Lagrane-Las tres edades de la vida interior”
Sonia Vázquez

domingo, 21 de octubre de 2018

Adán, ¿dónde estás?



Oyeron los pasos de Dios, que paseaba por el jardín a la hora de la brisa y el hombre y su mujer se escondieron de Dios, entre los árboles del jardín. Dios llamó entonces al hombre: “Adán, ¿dónde estás?”. Y Adán respondió: “Oí tus pasos por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo y me escondí.” (Gén 3, 8-10).
“¿Dónde estás?”. Es la primera palabra de Dios tras el pecado (terrible pecado del rechazo de Dios) de los progenitores Adán y Eva. Es el punto de partida de una larga, larguísima historia de reconciliación entre Dios y el hombre, historia que no se realizará sino al final de los tiempos.
Adán se escondió porque, tras la caída del pecado original, se vio desnudo, esto es, privado de los dones de la gracia santificante y elevante, que es la única que lleva a su realización a nuestra humanidad sedienta de infinito, sedienta de Dios. Y entonces lo agarra el temor y el temblor de Dios, el pánico de la vida que se convierte en escuálida y sin sentido, absurda y desesperada.
En la historia de los siglos, desde aquel día, hay una terrible “desnudez” del hombre, aun cuando crea el Partenón de Atenas, la Domus aurea de Roma, los arcos de triunfo de los generales y de los emperadores, aun cuando elabora los más complejos sistemas filosóficos, sin Dios y con sus solas fuerzas, aun cuando pretende con la fuerza del derecho, fundado solamente en el hombre, constituir las bases y la organización de la así llamada civilización del progreso, el futuro tecnológico de un mundo que pretende tener todo sin Dios Padre.
Mirad al hombre de hoy: se cree que ha construido la verdadera naturaleza, exaltante vida y sociedad, fruto de su ingenio y de su obra, pero a cada momento, siente el tormento secreto, pronto evidente, de la violencia, que explota por su complejidad; las tinieblas de sistemas filosóficos y de mentalidades que conducen a la desesperación; el “colocón” sin fin de vidas juveniles o de edad madura que se disuelven en la droga, en el sexo desordenado, en la borrachera y en la alteración de todos los valores.
Pero Dios desciende, sigue descendiendo al jardín que ya no es el del paraíso terrenal, sino que dejado en manos del hombre se ha convertido en “l’aiuola che ci fa tanto feroci / el parterre que nos hace tan feroces”[1], que nos desencadena contra nosotros mismos y contra los demás hombres. Dios sigue descendiendo y permanece entre nosotros, preguntando con su corazón de padre: “Adán, ¿dónde estás?”; “Oh hombre, ¿dónde estás?”. 
Esta pregunta, bajo una forma u otra, resuena a lo largo de la historia de los hombres. Resonó potente, infinitamente potente, en Jesús, Hijo de Dios hecho hombre. Cuando Jesús llama a Sí a los hombres, “Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15); “La obra que debéis hacer es creer en Aquel que el Padre ha enviado”, esto es, en Él (Jn 6, 29); “Venid, vosotros todos que estáis oprimidos y Yo os aliviaré” (Mt 11, 28); “Yo soy la luz del mundo, Yo soy el agua que salta y sacia hasta la vida eterna, Yo soy el Pan de la vida, Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al Padre sino por Mí” (Jn 14, 6); es Dios quien repite su pregunta hecha ya al primer Adán: “Hombre, ¿dónde estás?”.
El hombre está llamado, no ya a esconderse por estar despojado de todo como el hombre viejo, el hombre decaído, sino a no tener ya miedo porque Dios, en Cristo, “nuevo Adán” lo quiere revestir de su mismo Hijo, el “Hombre nuevo” en la gracia divina y en la santidad. Sucede que, en Cristo, el hombre, también el hombre de hoy, como el hombre de siempre, encuentra luz para las “preguntas profundas” sobre el sentido de la vida, del dolor y de la muerte, pero también para las preguntas sobre cómo construir o reconstruir la sociedad, la economía, el trabajo, la cultura, la medicina, la justicia, la política y todo lo que de humano existe, porque todo ha sido pensado y querido por Dios solamente en Cristo. 
No es difícil comprender cómo el hombre aspira al humanismo completo, que sacie al hombre y le haga sentir la plenitud, pero el verdadero humanismo se realiza solamente en Jesucristo. No puede existir un humanismo ateo, ni un humanismo comunista, aunque digan que el joven Marx fue un humanista. Existe solamente el humanismo en Jesucristo nuestro Señor, como escribe San Pablo 164 veces en sus cartas. 
Por lo tanto, hermano y amigo que me lees, debes vivir “en Cristo Jesús”. A Dios que te interpela: “Hombre, ¿dónde estás?”, debes poder responder, no: ‘voy por donde me da la gana’, ni: ‘estoy en la luna’, esto es, donde no debo estar, sino que debes responder, sin miedo: “¡Estoy en Cristo Jesús, Hijo tuyo y Salvador, y no quiero separarme jamás de Él!”.
Como escribe La imitación de Cristo“Estar sin Jesús es el infierno, estar con Jesús es dulce Paraíso”. Como predica San Pablo: “Ser uno en Cristo”.
Insurgens
[1] Dante Alighieri, Paraíso XXII, 151.
(Traducido por Marianus el eremita /Adelante la Fe)

lunes, 15 de octubre de 2018

Fiesta de Santa Teresa de Ávila - 15 de octubre

SANTA TERESA DE ÁVILA
Santa Teresa de Ávila (1515-1582), cuya fiesta celebramos el 15 de octubre, fue la fundadora de las carmelitas descalzas. Apóstol incansable, escritora, poeta, mística excepcional. Es una de las grandes maestras de la vida espiritual.

"En la cruz está la vida, y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo...".

En este mes de octubre misionero el santoral nos ofrece la vida de dos insignes carmelitas, ambas de nombre Teresa, que unieron a Jesús. Teresa de Lisieux, de cuya trayectoria se hizo puntual eco esta sección de ZENIT hace unos días, y la fundadora Teresa de Cepeda y Ahumada, considerada una de las grandes figuras de la Iglesia, de poderoso influjo en santos y beatos. Imposible precisar el número de personas anónimas que la eligieron y continúan tomándola como modelo, pero seguro que son multitud. Se han vertido tantas reflexiones en torno a ella que nada nuevo se puede añadir. Seguimos admirados de su entrega, agradeciendo a Dios su fecunda existencia. Hoy se inician los actos programados para el V centenario de su nacimiento y año jubilar teresiano.
Vino al mundo el 28 de marzo de 1515 en Ávila, España; tenía una personalidad impactante. Mujer de empuje, audaz, soñadora, apóstol incansable, mística y doctora de la Iglesia, primera a la que se le confirió tan alto honor, escritora, poeta…, ha logrado que su vida y obra, que mantiene su frescura original, prosiga en lo alto de este podium de santidad. Se enamoró de Cristo precozmente, y quiso derramar su sangre por Él siendo mártir a la edad de 6 años; huyó para ello con su hermano Rodrigo, pero los encontraron. La vida eremítica formó parte de sus juegos infantiles. Después, pasó un tiempo entre devaneos, atrapada por el contenido de libros de caballería y el cortejo de un familiar. Su madre murió dejándola en la difícil edad de los 13 años. Internada por su padre a los 16 en el colegio de Gracia, regido por las madres agustinas, echaba de menos a su primo, que era el galán que la pretendía.
Aunque se hallaba en contacto con la vida religiosa, el mundo seguía disputándosela a Cristo; ser monja no estaba en sus planes. Hasta que en 1535, después de ver partir a Rodrigo, casarse a una de sus hermanas, e ingresar una amiga en el monasterio de la Encarnación, hablando con ésta descubrió su vocación, y entró en el convento a pesar de la oposición paterna. Una grave enfermedad la devolvió a los brazos de su padre en 1537. Luchó contra la muerte y venció, atribuyéndolo a san José, aunque le quedaron secuelas. En 1539 volvió a la Encarnación. La vida en el convento era, como hoy se diría, demasiado light. Tanta apertura y comodidades, entradas y salidas, no eran precisamente lo más adecuado para una consagrada. Y en la Cuaresma del año 1544, el de la muerte de su padre, ante la imagen de un Cristo llagado, con ardientes lágrimas suplicó su ayuda; le horrorizaba ofenderle.
Era su amor vehemente, sin fisuras, alimentado a través de una oración continua: «La oración no consiste en pensar mucho, sino en amar mucho». Comenzó a experimentar la vida de perfección como ascenso de su alma a Dios, y a la par recibía la gracia de verse envuelta en místicas visiones que incendiaban su corazón, aunque hubo grandes periodos templados por una intensa aridez. Susurros de su pasión impregnaban sus jornadas de oración: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero...». Demandaba fervientemente la cruz cotidiana: «Cruz, descanso sabroso de mi vida, Vos seáis la bienvenida […]. En la cruz está la vida, y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo…».
Hacia 1562 vivió la experiencia mística de la transverberación: «Veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla [...]. No era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan. Deben ser los que llaman querubines [...]. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios».
En otra de las visiones le fue dado a contemplar el infierno. Fue tan terrible que determinó el rigor de su entrega y emprendió la reforma carmelitana así como su primera fundación. Tenía 40 años, y Dios iba marcándole el camino que debía seguir. San Juan de la Cruz se unió a su empeño. La reforma no fue fácil. Las pruebas de toda índole, insidias del diablo, contrariedades, problemas internos, dudas y vacilaciones de su propio confesor, así como el trato hostil dispensado por la Iglesia, entre otros, le infligieron grandes sufrimientos. A pesar de su frágil salud, tenía un potente temperamento y no se dejaba amilanar; menos aún, cuando se trataba de Cristo. Así que, acudió a los altos estamentos, se codeó con reyes y nobleza, fue donde hizo falta, y se entregó en cuerpo y alma a tutelar y enriquecer espiritualmente las fundaciones con las que regó España. Todas nacieron a impulso del mismo Dios que las inspiraba.
Era una excepcional formadora. Tenía alma misionera; lloró amargamente pensando en las necesidades apostólicas que había en tierras americanas, donde hubiera querido ir. Plasmó sus experiencias místicas en obras maestras, imprescindibles para alumbrar el itinerario espiritual como «El camino de la perfección», «Pensamientos sobre el amor de Dios» y «El castillo interior», que no vio publicadas en vida. La Inquisición estuvo tras ella; incluso quemó uno de sus textos por sugerencia de su confesor. Fortaleza y claridad, capacidad organizativa y sabiduría para ejercer el gobierno, confianza y entereza en las contrariedades, humildad, sencillez, sagacidad, sentido del humor, una fe y caridad heroicas son rasgos que también la definen.
Devotísima de San José decía: «solo pido por amor de Dios que lo pruebe quien no creyere y verá por experiencia cuan gran bien es recomendarse a ese glorioso Patriarca y tenerle devoción».Aunó magistralmente contemplación y acción. Recibió dones diversos: éxtasis, milagros, discernimiento… Murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. Pablo V la beatificó el 24 de abril de 1614. Gregorio XV la canonizó el 12 de marzo de 1622. Pablo VI la declaró doctora de la Iglesia el 27 de septiembre de 1970.

Oración de Santa Teresa

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,

La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

"El amor no es amado" P JAVIER MARTIN FM


Duración 12:28 minutos

“Hacer las cosas por agradecimiento " P SANTIAGO MARTIN FM


Duración 15:48 minutos

sábado, 29 de septiembre de 2018

Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, Santos Fiesta Litúrgica, 29 de septiembre




Los 3 Arcángeles, los únicos cuyos nombres constan en la Biblia

Martirologio Romano: Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis miliarios de Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin cesar.
Breve Semblanza

Son los nombres con que se presentan en la Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.
Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen Maria el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplia un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.
Actualmente, se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden "angelitos" de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres.
Hay que tener cuidado, pues se puede caer en dar a los ángeles atribuciones que no les corresponden y elevarlos a un lugar de semidioses, convertirlos en "amuletos" que hacen caer en la idolatría, o crear confusiones entre lo que son las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.
A pesar de que están de moda, por otro lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la vida y principalmente, porque no los vemos.
Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles.
Por esta razón, la Iglesia ha fijado dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos estos días para pedir su ayuda.
Misión de los ángeles
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.
Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos.
En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, se han visto y oído materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, los profetas Daniel y Zacarías.
En el siglo IV, el arte religioso representó a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.
En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un "ser que parecía varón" -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él (Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuente las apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto al trono del Cordero, Cristo.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres. Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y ministros de la justicia divina.
La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados. Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor, Jesucristo, en la Carta de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, en el Apocalipsis.
Con la lectura de estos textos, podemos descubrir algo más acerca de los ángeles: nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal.luchan con todo su poder por y con nosotros.
Como ejemplo, está la milagrosa liberación de San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hechos 12, 7 y siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que no sacrificara a su hijo, Isaac.
Los ángeles nos comunican mensajes importantes del Señor en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente y para descubrir la verdad.
Por ejemplo, tenemos las apariciones a la Virgen María, a San José y a Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.
Los ángeles cumplen, también, las sentencias de castigo del Señor, como el castigo a Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Exódo 12, 29).
Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos presten pero el más importante. El arcángel Rafael dice a Tobías: "Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor", (Tob 12, 12 - 16).
Ellos nos animan a ser buenos pues ven continuamente el rostro de Dios y también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. "Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente", (Lucas 15, 10).
Jerarquía de los ángeles
Se suelen enumerar nueve coros u órdenes angélicos. Esta jerarquía se basa en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía, los superiores hacen participar a los inferiores de sus conocimientos.
Cada tres coros de ángeles constituyen una jerarquía y todos ellos forman la corte celestial.
Jerarquía Suprema:
  • Serafines
  • Querubines
  • Tronos
Jerarquía Media:
  • Dominaciones
  • Virtudes
  • Potestades
Jerarquía Inferior:
  • Principados
  • Arcángeles
  • Ángeles
Serafines: Son los "alabadores" de Dios. Serafín significa "amor ardiente". Los serafines alaban constantemente al Señor y proclaman su santidad.
(Isaías 6, 17)
Querubines: Son los "guardianes" de las cosas de Dios. Aparecen como encargados de guardar el arca de la alianza y el camino que lleva al árbol de la vida. Entre dos querubines comunica Yahvé sus revelaciones. "Se sienta sobre querubines".
(Génesis, Éxodo, en la visión de Ezequiel, 1, 4 y Carta a los Hebreos, 9,5).
Potestades, Virtudes, Tronos, Principados y Dominaciones:
En la Biblia encontramos estos diversos nombres cuando se habla del mundo angélico. Hay quien interpreta los nombres de los ángeles como correspondientes a su grado de perfección. Para San Gregorio, los nombres de los ángeles se refieren a su ministerio:
  • los principados son los encargados de la repartición de los bienes espirituales
  • las virtudes son los encargados de hacer los milagros
  • las potestades son los que luchan contra las fuerzas adversas
  • las dominaciones son los que participarán en el gobierno de las sociedades
  • los tronos son los que están atentos a las razones del obrar divino.
Existe, también, una jerarquía basada en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. A los arcángeles les podríamos llamar los "asistentes de Dios". Son ángeles que están al servicio directo del Señor para cumplir misiones especiales.
Arcángel San Miguel: es el que arrojó del Cielo a Lucifer y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la victoria final. El nombre de Miguel significa "quien como Dios". Su conducta y fidelidad nos debe invitar a reconocer siempre el señoría e Jesús y buscar en todo momento la gloria de Dios.
Arcángel San Gabriel: en hebreo significa "Dios es fuerte", "Fortaleza de Dios". Aparece siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como portador de buenas noticias. Anunció a Zacarías el nacimiento de Juan, el Bautista y a la Virgen María, la Encarnación del Hijo de Dios.
Arcángel San Rafael: su nombre quiere decir "medicina de Dios". Tiene un papel muy importante en la vida del profeta Tobías, al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer. Tobías obedeció en todo al arcángel San Rafael, sin saber que era un mensajero de Dios. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios, dejándole como mensaje bendecir y alabar al Señor, hacer siempre el bien y no dejar de orar. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en sus viajes. Es patrono, también, de los médicos (de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.
Los ángeles custodios
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma sobre este tema San Jerónimo: "Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia".
En el Antiguo Testamento se puede observar como Dios se sirve de sus mensajeros para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando a Elías lo alimentó un ángel, (1 Reyes, 19, 5).
En el Nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que aparecen estos seres: el mensaje a San José para que huyera a Egipto y los ángeles que sirvieron a Jesús, después de las Tentaciones en el desierto, entre otros ejemplos.
Se puede decir que los ángeles custodios son compañeros de viaje, que siempre estarán al lado de cada uno de nosotros, en las buenas y en las malas, sin separarse ni un solo momento. Está a nuestro lado mientras trabajamos, descansamos, cuando nos divertimos y cuando rezamos, cuando le pedimos ayuda y cuando le olvidamos. Y, lo más importante, es que no se aparta de nosotros ni siquiera cuando perdemos la gracia de Dios por el pecado. Nos presta auxilio para enfrentar de mejor ánimo las dificultades y tentaciones de la vida diaria.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como si fuera algo infantil. Pero, si pensamos que al crecer la persona se enfrentará a una vida con mayores tentaciones y dificultades, el ángel custodio será de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro.
Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos.
Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos ni deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios sabe lo que hay dentro de nuestro corazón. Ellos, en cambio, sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También podemos pedirle favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinados peligros o las guíen en situaciones difíciles.
¿Qué nos enseñan los ángeles?
Nos enseñan a:
  • glorificar al Señor, proclamar su santidad y rendirle sus homenajes de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza.
  • cumplir con exactitud y prontamente todas las órdenes que recibimos del señor y a cumplir su Voluntad sin discutir sus mandatos ni aplazando el cumplimiento de éstas.
  • servir al prójimo, pues ellos están preocupados por nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos presentan en la vida. Esto nos anima a compartir con nuestros hermanos penas y alegrías.
¿Quiénes son los ángeles caídos?
Dios creó a los ángeles como espíritus puros, todos se encontraban en estado de gracia. Pero algunos, encabezados por Luzbel, el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia se negaron a adorar a Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores. Así, rechazaron eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte.
A Luzbel -también denominado Lucifer, Diablo o Satán- junto con los ángeles rebeldes que le siguieron -convertidos en demonios- fueron arrojados del Cielo al infierno. Quedaron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios.
No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales.
Lucifer es el enemigo de Dios. Jesús le llama “el engañador”, “el padre de la mentira”. Su constante actividad en el mundo busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal. Quiere evitar que lo conozcan, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna. Es un enemigo con el que se tiene que luchar para poder llegar al Cielo.
Los demonios se encuentran organizados en jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores a los superiores.
Satanás y sus demonios comenzaron sus maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor. Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien. Su acción ordinaria en el hombre es la tentación. Por ello rezamos en el Padrenuestro: “...no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.”
¿Por qué creer en los ángeles?
Toda la Sagrada Escritura está llena de versículos y capítulos completos que hablan de los ángeles. Si creemos en la Sagrada Escritura, no podemos negar la existencia y la acción de los ángeles.
Además del testimonio de la Revelación, tenemos el de los Santos Padres de la Iglesia quienes nos dejaron bellas y sugestivas descripciones de los ángeles que fueron retomadas por Santo Tomás no sólo en el aspecto teológico sino en un dinamismo cristiano. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los ángeles.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
El Concilio IV de Letrán, en 1215, se señaló que Dios es creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, de las criaturas espirituales y las corporales. Se señaló que a unas y a otras, las creó de la nada.
En 1870, debido al materialismo y racionalismo que imperante en esa época, el Concilio Vaticano I afirmó de nuevo la existencia de los ángeles.
Pablo VI volvió a poner de manifiesto la existencia de los ángeles en 1968, al formular el Credo.
En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969, quedó establecido el día 29 de septiembre para dar culto a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel y el día 2 de Octubre, para rendir culto a los ángeles custodios.
Oración a San Miguel Arcángel
    San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
    Ayúdanos a luchar contra el mal.
    Que Dios oiga tu voz y tú, como jefe del ejército del Cielo,
    combate y vence a Satanás
    y a todos los espíritus malos que andan por el mundo
    deseando la ruina de las almas.
    Amén.
Oración al Ángel de la Guarda
    Ángel del Señor, que eres mi custodio,
    Puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,
    Ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname
    en este día.
    Amén.
    Ángel de la Guarda, dulce compañía
    No me desampares, ni de noche ni de día,
    hasta que me encuentre en los brazos de Jesús y de María.
Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net