jueves, 17 de julio de 2014

¿Pobreza o Pureza? (2 de 2) [José Martí]



De eso se trata, pues, de entregarlo todo, de darlo todo. No es una tarea fácil, sino exigente y radical. ¿Quién ha dicho alguna vez que vivir como cristianos sea fácil y algo así como un camino de rosas? Muy errado anda quien piense de ese modo. En la Biblia se nos exhorta a que peleemos con todas nuestras fuerzas. "¿No es acaso milicia la vida del hombre sobre la tierra?" (Job 7,1). La lucha, el esfuerzo, el trabajo, ..., la cruz, en definitiva (que es la señal del cristiano) son tan solo manifestaciones del verdadero amor, que es el que les da sentido. Sin amor el trabajo se desnaturaliza. Y del mismo modo que se nos dice que tenemos que "amar a Dios con todas nuestras fuerzas, con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con toda nuestra mente" (Lc 10,27), así debe ser también nuestro trabajo y la lucha que tenemos que mantener contra todo tipo de tentaciones, lucha para poder mantenernos fieles a lo que Dios nos pide pues, como nos dice san Pablo "Todavía no habéis resistido hasta derramar sangre en vuestra lucha contra el pecado" ((Heb 12,4). 

El que ama actúa con interés, con entusiasmo, volcándose plenamente en lo hace en cada momento, para hacerlo lo mejor posible, no importando el esfuerzo que eso suponga: ésta es la ofrenda que agrada a Dios.  El trabajo, por ejemplo, como manifestación de amor que se supone que es,  no debe realizarse de cualquier modo, al tuntún o con desgana, o para llamar la atención, o cosas por el estilo. No, puesto que "Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9,7). 

El que ama tiene su  mirada puesta en Dios y busca sólo agradarle. Dice la Biblia que "el Señor miró complacido a Abel y su ofrenda, pero no a Caín y la suya" (Gen 4, 4-5) ... ¿Por qué? Pues porque Abel le daba a Dios, en sacrificio, lo que más apreciaba; mientras que Caín le daba las sobras. Generosidad o mezquindad al dar: ésa es la cuestión. Este darlo todo: el tiempo, la voluntad, el pensamiento, la vida, si es preciso, y quedarse sin nada, por Amor ... esto -y no otra cosa- es la POBREZA cristiana, una virtud extraordinaria, unida siempre al amor, que es el que le da su sentido, como se lo da a todas las cosas. ¡Qué mal se entiende hoy la pobreza! [no debe confundirse la pobreza cristiana, que es una virtud, con la miseria y las condiciones infrahumanas en las que viven muchas personas. No tienen nada que ver la una con la otra]


En esa donación es todo nuestro ser el que se entrega, sin reservas, sin distracciones, sin pensar en sí mismo, de modo egoísta; se da con alegría, con satisfacción  profunda, importando sólo el agradar a Dios, que Dios esté contento con nuestra ofrenda. Rectitud de intención, sencillez, amor a la verdad, mirada limpia y pura. Cuando se da así, la entrega es, entonces, "perfecta", sin "comparticiones", "sin mezclas". Esta es la PUREZA a la que Jesús se refería cuando decía: "Si tu ojo es puro, todo tu cuerpo estará iluminado" (Lc 11,34). O también: "Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos  verán a Dios" (Mt 5,8)

Toda esa actividad, que es nuestra vida, que se va consumiendo poco a poco, dándolo todo y gastándonos plenamente en todo lo que hacemos [llamémosle a ésto POBREZA o PUREZA, en el significado más profundo de estas hermosas palabras] es simplemente una expresión externa de amor, de amor a Dios, al que se intenta corresponder, pues "Él nos amó primero" (1 Jn 4,19), desde el momento en que "hemos creído y conocemos el amor que Dios nos tiene" (1 Jn 4,16) a cada uno, de una manera exclusiva y única. Y ésto de verdad, de corazón: "Me amó y se entregó a Sí mismo por mí" (Gal 2,20)

La ofrenda de nuestra vida, manifestada en pequeños detalles a lo largo del tiempo que nos toque vivir, pretende ser una respuesta al Amor de Aquél que nos lo ha dado todo; no sólo el ser, al crearnos, sino que, además y sobre todo, nos ha elevado a la categoría de amigos íntimos suyos: "Vosotros sois mis amigos" (Jn 15,14) (...) "porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15, 15).  La ilusión que se pone en lo que se hace clarifica la mirada y hace posible la verdadera comunicación con la gente que pasa a nuestro lado. Éste es el mejor testimonio que podemos dar de Jesús, sin que sean necesarias las palabras. Y teniendo siempre presente que "quien es fiel en lo poco también es fiel en lo mucho" (Lc 16, 10). Dios no nos pide ni mucho ni poco... nos lo pide todo, ..., por la sencilla razón de que nos lo da todo, dándose a Sí mismo en la Persona de Jesucristo: "Amor con amor se paga". Y junto al amor va siempre de la mano la alegría. Ésta manifiesta la autenticidad  y la pureza del amor ofrecido a Dios. Decía Santo Tomás, creo recordar, que "lo que se hace con alegría se hace mejor". Y toda verdadera alegría es comunicativa.


Y, sin embargo, aun siendo todo bueno e importante, puesto que todo ha sido creado por Dios, su importancia es relativa, en el sentido de que nada puede satisfacer nuestro corazón que no sea el mismo Dios: 



En tu sola Presencia
tan solo en ella puedo ser colmado;
y todo es carencia,
aunque todo es amado
porque todo tus labios han besado

(José Martí)

miércoles, 16 de julio de 2014

¿Pobreza o Pureza? (1 de 2) [José Martí]



La vida cristiana tiene como única finalidad la de conformarnos con Jesús. Todo ello supone una transformación radical en nuestra vida, una conversión constante, día a día, minuto a minuto, hasta hacer posible en nosotros el cumplimiento de las palabras del apóstol san Pablo: "Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2,20). Esto es tarea de toda una vida; y sólo se hará realidad completa después de la muerte. Pero, aunque sea en primicias, tenemos ya un adelanto en esta vida. "Os lo aseguro: nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios, quedará sin recibir mucho más en el tiempo presente y, en el venidero, la vida eterna" (Lc 18, 29-30)

Esa transformación, que sólo Dios puede hacer realidad en nosotros, es posible si le dejamos intervenir en nuestra vida; y puestos en su Presencia, le decimos: "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad"  (Sal 40,8). Eso es lo que Jesús espera de nosotros: una disponibilidad total a lo que Él nos quiera pedir, sin mirar atrás: "Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios" (Lc 9,62).; y todo ello como consecuencia de que hemos creído en su Amor y nada hay ya que nos pueda interesar más que Él: "Nos hiciste, Señor, para Tí, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Tí" -decía San Agustín.


La vida siempre es dura y está llena de dificultades para todas las personas, pero especialmente para aquellos que se deciden por hacer suya la vida de Jesús. Si ponemos nuestros ojos en Él, recibiremos la fortaleza que necesitamos para serle fieles, según se lee en la Biblia:  "Corramos con constancia la prueba que se nos propone, mirando a Jesús (...) para que no desfallezcáis por falta de ánimo" (Heb 12, 1-3). Merece la pena compartir su vida: darle nuestra vida y recibir a cambio la suya.. Nada hay más hermoso ni en este mundo ni en el otro. El amor a Dios, manifestado en la Persona de su Hijo hecho hombre (Jesucristo), es lo único que puede dar sentido a nuestra vida, aquello que  nos hace exclamar, como la esposa del Cantar:


"Mi amado es para mí y yo soy para él" (Cant 2,16). 
"Yo soy para mi amado y a mí tienden todos sus anhelos" (Cant 7,11)

¿Y qué debemos hacer si queremos vivir su vida, si queremos ser verdaderamente discípulos suyos? Pues hay una serie de condiciones, que el Señor mismo nos señala como fundamentales: "Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes no puede ser mi discípulo" (Lc 14,33). "Si alguno quiere venir detrás de Mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por Mí, ése la salvará" (Lc 9, 23-24). 

Ésta es la pobreza cristiana. Una virtud clave que supone la renuncia por Amor a aquello que más se ama, incluída la propia vida: nuestro tiempo, nuestro trabajo, nuestro estudio, nuestra salud, etc. Absolutamente todo lo que somos y tenemos le pertenece al Señor quien, por otra parte, nos ha dicho que "somos sus amigos" (Jn 15,14) y nos ha abierto su corazón. Y dado el carácter de reciprocidad del amor, al  igual que nosotros le necesitamos a Él (y no podemos dejar de necesitarlo, porque así hemos sido creados: Él es Dios y nosotros sus criaturas), sin embargo, también Él nos necesita a nosotros: aunque, en este caso, libremente,  porque así lo ha querido ... Pero una vez que lo ha querido así, es así. Realmente nos necesita, porque verdadero es su amor por nosotros. 

Y podemos escuchar su Voz que dice a la esposa del Cantar (en la que debemos vernos reflejados cada uno de nosotros)



"Me robaste el corazón, hermana mía, esposa,
prendiste mi corazón en una de tus miradas" (Cant 4,9)  

Toda nuestra vida se transforma en una auténtica aventura de amor entre Dios y nosotros: Una aventura llena de riesgos, trabajos, dificultades, peligros, dudas, ..., aunque también alegrías, descansos,  etc... Debemos recordar aquí que se trata de una verdadera "pugna" entre el esposo y la esposa. Es un "¿quién da más?" "¿quién es más generoso?". Por eso dice la esposa:


"La bandera que ha alzado mi Amado contra mí es una bandera de amor" (Can 2,4)

(Continúa)