sábado, 24 de agosto de 2013

Dar testimonio del Señor (José Martí)


Señor, Tú eres la única gran realidad, más real que ninguna otra cosa. La realidad de las cosas palidece ante tu Presencia. Tú eres más interior a las cosas que las cosas mismas. Todo subsiste y tiene en Tí su consistencia.Y, sin embargo, suele ocurrirnos, con demasiada frecuencia, que las cosas, el mundo, en general, se nos aparece como más real que Tú, que pasas a significar para nosotros tan solo una palabra (flatus vocis)Hemos tergiversado la realidad. Pues la realidad es lo contrario: si las cosas tienen alguna consistencia es porque Dios se la ha dado, al crearlas; y, además, las mantiene en el ser, y no desaparecen, por su Providencia. Las cosas son lo que Dios piensa de ellas, que es quien las ha creado y las conoce en profundidad. El gran atractivo de la investigación es, precisamente, el poder descubrir en las cosas las huellas de Dios. Alguien dijo alguna vez que Dios no habla, pero todo habla de Dios. Y es muy verdad. 

En todo podemos descubrir a Dios si tenemos un espíritu dispuesto y abierto al saber, si tenemos paciencia y sabemos esperar. Entonces aparecerá la luz en nuestra vida, y las cosas se harán transparentes (no opacas, ni viscosas, como pretendía Sartre, uno de los más importantes representantes del existencialismo ateo, que tanto daño ha hecho)... entonces descubriremos a Dios a través de las cosas:


El olor de las rosas
me llegó, paseando por el prado.
Y las vi tan hermosas
que, su aroma inhalado
me llevó, sin notarlo, hasta mi amado

(EM, núm. 1)

Es una pena, para nosotros, que  estas grandes verdades de la vida, que conocemos por la fe, no no las acabemos de creer nunca del todo... lo que es tanto más cierto en tanto en cuanto no las hacemos realidad en nuestra vida. Con ello nos perdemos mucho, perdemos lo más importante, lo único necesario:  "Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice 'dame de beber', tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva" (Jn 4, 10). Estas son palabras que dijo Jesús a la samaritana cuando ella se extrañaba de que Jesús, siendo judío, le pidiera agua a ella, que era samaritana. 


 ¡Qué poco conocemos de Dios y qué poco conocemos a Dios! Y si hay algo que conocemos (o pensamos que conocemos) es porque Dios mismo se nos ha manifestado en la Persona de su Hijo, y nos ha dado su Espíritu: "Muchas veces y de diversos modos habló Dios a los padres en otro tiempo por medio de los profetas; últimamente, en estos días, nos ha hablado por su Hijo, a quien ha constituido heredero de todo, por quien hizo también el mundo" (Heb 1, 1-2). No somos nosotros los que conocemos, con nuestro esfuerzo mental, sino que es Dios mismo el que se nos ha revelado, haciéndose uno de nosotros; y haciendo posible, de ese modo, el que podamos conocerle y amarle: "Felipe, el que me ve a Mí, ve al Padre" (Jn 14,9). 

Ciertamente, Dios se ha manifestado al mundo... y su manifestación ha sido el Amor... ha sido Él mismo pues, como dice San Juan, "Dios es Amor" (1 Jn 4,8). Viniendo en Persona (Persona divina, pues es realmente Dios), y haciéndose hombre como nosotros (realmente hombre y no sólo apariencia de hombre), nos ha enseñado, y nos continúa enseñando, lo que tenemos que hacer para ser hombres: "Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Pues mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 29-30).  Jesús nos enseña a ser verdaderamente humanos, siendo también, en cierto modo, divinos (divinizados por Él, por pura gracia), pues, como dice San Pablo, Nuestro Señor Jesucristo, "siendo rico, se hizo pobre por amor para que vosotros os enriquecierais con su pobreza" (2 Cor 8,9). Porque no otra cosa es lo que Él desea para nosotros, y de nosotros... y es que le queramos, como Él nos quiere: "Paloma mía... dame a oir tu voz, que tu voz es suave, y es amable tu rostro" (Cant 2,14)

Nada hay en este mundo (ni en el Otro) que se pueda comparar a tu amor. Y siendo esto así, como lo es, ... ¿por qué seguimos siendo tan mezquinos y tan mediocres?. ¿Cómo es que todavía no nos hemos vuelto locos de amor por tí? Perdona, Señor, nuestra pobre respuesta, y ayúdanos a ser más generosos y a dártelo todo: que Tú seas lo único que verdaderamente nos importe en nuestra vida, y que siempre demos testimonio de Tí, ayudados por tu gracia.