jueves, 29 de mayo de 2014

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS (Fray Luis de León)

Todos hemos oído decir aquello de que hay tres días en el año que relucen más que el Sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. De ellos sólo queda el Jueves Santo (como tal día de jueves). Las demás celebraciones se siguen manteniendo, pero se han pasado al domingo siguiente (aunque tengo entendido que este año de 2014, concretamente el jueves, 19 de junio, se celebrará la fiesta del Corpus en Madrid: parece ser que se debe a que el 12 de Octubre de 2014 cae en domingo; así no se pierde ninguna fiesta).

Como ya sabemos, la Ascensión del Señor a los Cielos ocurrió cuarenta días después de su Resurrección en cuerpo y alma. De modo que la ceremonia correspondiente a ese día debería celebrarse hoy jueves, 29 de mayo de 2014. Oficialmente se celebrará el próximo domingo, 1 de Junio.


A continuación se puede leer la ODA XVIII de Fray Luis de León (1527-1591) titulada La ascensión del Señor. Es de una gran belleza:




¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, oscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?


Los antes bienhadados
y los ahora tristes y afligidos,
a tus pechos criados,
de ti desposeídos,
¿a dó convertirán ya sus sentidos?


¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?


Aqueste mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al viento fiero, airado?
Estando tú encubierto,
¿qué norte guiará la nave al puerto?


¡Ay!, nube envidiosa
aun de este breve gozo, ¿qué te aquejas?
¿Dó vuelas presurosa?
¡Cuán rica tú te alejas!
¡Cuán pobres y cuán ciegos, ay, nos dejas!




Nos quedamos tristes, porque el Señor se va, pero nos conviene que se vaya. Así lo dijo Él mismo: "Os digo la verdad: os conviene que me vaya, pues si no me voy, el Paráclito [es decir, el Espíritu Santo] no vendrá a vosotros; en cambio, si me voy, os lo enviaré" (Jn 16,7). Y nos da una razón: "Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero ahora no podéis comprenderlas. Cuando venga Aquel, el Espíritu de Verdad, os guiará hacia la Verdad completa, pues no hablará de Sí mismo, sino que hablará de lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. Él me glorificará porque recibirá de lo Mío y os lo dará a conocer" (Jn 16,12-14)


El Espíritu Santo (el Espíritu del Padre y del Hijo), el Espíritu de Jesús, pues, no hablará de Sí mismo sino que hablará de lo que le oiga a Jesús, pues Jesús es la Palabra del Padre. Y es por eso que si no tenemos el Espíritu de Jesús, que es Amor, tampoco le tenemos a Él, no podemos ser sus amigos. Ese Espíritu no podemos tenerlo por nosotros mismos. Es un don de Dios, es el Don de Dios. Su posesión es pura gracia, pero lo tendremos si se lo pedimos: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden? (Lc 11, 13). ¿Por qué pedimos cosas al Señor y no nos las concede? ¿Es que no nos escucha? ¿Cómo no nos va a escuchar si es nuestro Padre y nos quiere con locura? Pero quiere lo mejor para nosotros. Y nosotros, con bastante frecuencia, le pedimos cosas que no nos convienen (aunque creamos otra cosa): "Pedís y no recibís, porque pedís mal, para malgastarlo en vuestras pasiones" (Sant 4,3). Dicho lo cual, hay que seguir rezando: "Orad sin cesar" (1 Tes 5,17) -decía San Pablo a los Tesalonicenses; lo que viene a ser un recuerdo de lo que decía el mismo Jesús: "Es necesario orar en todo momento y no desfallecer jamás" (Lc 18,1). Si así lo hacemos, el fruto lo tenemos asegurado.


Poseer el Espíritu de Jesús significa pensar como Jesús, amar como Jesús y actuar como Jesús; en definitiva, tener sus mismos sentimientos (Fil 2,5). ¿Cómo procedió Jesús en su vida mortal? Lo que sabemos por la fe, con toda claridad, es que siendo Dios, tomó un cuerpo y un alma, como los nuestros, tomó una naturaleza humana, y sin dejar de ser Dios, se hizo hombre, realmente hombre, y como hombre fue "obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2,8). No hay otro modo de manifestar el amor (en este mundo) que el camino de la cruz, que fue el que Jesús siguió. No la cruz por sí misma, lo que no tendría ningún sentido, sino la cruz por amor a Él, para identificarnos con Él, porque queremos vivir su propia Vida, igual que Él ha vivido la nuestra, queremos amarlo como Él nos amó"Habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13,1). El amor se hace auténtico en la cruz. Esto no lo digo yo. Lo dijo Jesús: "El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga" (Mt 6,24).


No hay otra solución si queremos ser felices. La verdadera felicidad, la única que merece este nombre, va siempre de la mano de Jesús. Pero de Jesús sólo podemos decir que somos sus amigos si hacemos lo que Él nos manda (Jn 15,14). Y sólo entonces tendremos Su Espíritu, y con el Espíritu de Jesús, todos sus frutos, entre ellos la alegría: "caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza. Contra esto no hay Ley" (Gal 5,22). El apóstol Pablo no pretende dar una relación exhaustiva de los frutos del Espíritu Santo. Pero al leer con atención se observa que después de la caridad, (o sea, del amor que, como se ha dicho, precisa del seguimiento de la senda estrecha y de la cruz para poder llamarse verdadero amor) viene inmediatamente la alegría, la verdadera alegría, la que proviene de estar unidos a Jesucristo, con quien formamos un solo cuerpo, en el Espíritu Santo (misterio del Cuerpo Místico de Cristo).

-----
[La venida del Espíritu Santo se celebra diez días después de la Ascensión. Este año será el domingo, 8 de junio, día de Pentecostés. Se llama así porque dicha venida tuvo lugar cincuenta días después de la Resurrección de Jesús]

viernes, 9 de mayo de 2014

Breves comentarios a la Noche oscura del alma, de San Juan de la Cruz (2)

1
2
3.1
3.2
3.3
4.1
4.2
4.3
4.4
4.5
5 a 8

2. A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada

Esta estrofa es muy semejante a la anterior, en lo que se refiere a la oscuridad, a la ventura dichosa y al sosiego. Los versos 3º y 5º son los mismos. Viene a ser como una insistencia o, si se quiere, una profundización mayor en lo que ya se ha dicho antes con respecto a la oscuridad que es mucho más densa de lo que podríamos imaginar. Y aparece aquí, como algo nuevo, la seguridad que tiene la amada en el amor de su amado, una seguridad que raya la certeza absoluta, lo que me recuerda las palabras de San Pablo: "La fe es una convicción de las cosas que se esperan" (Heb 11,1), convicción que, en este caso, es seguridad plena.


Con relación a la salida de la esposa, que tiene lugar en la oscuridad, para buscar a su amado, se señala ahora que tal salida se realiza "por la secreta escala disfrazada". ¿Qué significa esto? Yo entiendo que el disfraz viene a ser como un velo que nos oculta a Dios (en esta vida) y nos impide verlo; sería el equivalente al espejo del que hablaba San Pablo que nos lleva a no ver con la claridad que quisiéramos: "Ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces veremos cara a cara" (1 Cor 13,12). Y la secreta escala es el camino que debe seguirse para llegar a Dios; aunque se dice que tal escala es secreta, en realidad, estrictamente hablando, no hay tal secreto pues Jesús proclamó a todos claramente que la senda que conduce a la Vida es estrecha (Mt 7,14) [la Vida es Él mismo (Jn 14, 6].  Pero dado que, de hecho la inmensa mayoría de la gente suele ignorar u olvidar estas palabras de Jesús, como si nunca hubiesen sido dichas, (¡y eso en el caso de que las conozcan!), en ese sentido sí que se podría hablar de que esta senda es secreta, pues es de pocos conocida. La idea de escala nos lleva a imaginarnos algo elevado adonde se asciende con dificultad y mediante grandes esfuerzos. Se encierra aquí -una vez más- el hecho de que vivir, con seriedad, una vida cristiana no es -ni ha sido nunca- un camino fácil.  El camino que conduce a Dios no es ancho ni cuesta abajo sino estrecho y cuesta arriba. Lo que mucho vale mucho cuesta, dice el refrán. 



Y por si no fuera suficiente recorrer ese camino estrecho y escarpado en medio de una densa oscuridad, propia de una noche sin luna y sin estrellas, la esposa lo recorre, además, disfrazada; pues, como dice San Juan de la Cruz,  la esposa va a oscuras y en celada. 



Todas estas cosas nos pueden llevar a pensar que el amado está completamente ausente (o que si está presente no le importamos demasiado). El sufrimiento que se experimenta es tan grande que se puede incluso dudar de que el amado exista. La tentación contra la fe llega a extremos insospechados ... y, sin embargo, es precisamente entonces, en esas circunstancias, cuando la esposa llega a encontrar la máxima seguridad y dicha que se pueden concebir en esta tierra, en este valle de lágrimas.

¿Cómo es esto posible? Diríamos, balbuceando y sin acabar de entenderlo del todo, que porque es así como le demuestra a su amado la intensidad del amor que le tiene, un amor que "todo lo cree, todo lo soporta y todo lo espera"  (1 Cor 13,7). Además, y esto es lo que la hace capaz de actuar así, es consciente de haber sido hallada digna de participar en los sufrimientos y en la suerte de su amado quien, por amor a ella, se entregó a la muerte, y una muerte de cruz ... hasta el extremo, completamente inconcebible para nosotros, de pronunciar esas tremendas y misteriosas palabras: "¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? (Mt 27,46). 


Y todo lo que hizo fue por amor a mí: "Me amó y se entregó por mí" como dice San Pablo en Gal 2,20. Recordemos que también los apóstoles "se retiraron gozosos de la presencia del Sanedrín por haber sido dignos de sufrir ultrajes a causa del nombre de Jesús" (Hech 5,41). Según dice el refrán: no es bien nacido quien no es agradecido. ¿Y cómo no íbamos a estar agradecidos a Aquél que nos ha creado, nos ha perdonado y nos ha redimido para que podamos estar con Él, amándole por toda la eternidad y siendo amados por Él?

La oscuridad propia de la fe produce, a pesar de todo, y posiblemente gracias a eso [ porque así participa más perfectamente de la cruz del Señor], una gran seguridad interior de la esposa en Aquél a quien espera. La esposa sale de sí misma en busca de su amado a quien no ve, pero se trata de una búsqueda en la que tiene la absoluta seguridad, por la fe, de que su amado la está esperando con más ansias que ella a Él. Su confianza en Aquél que es el amado de su alma es total y absoluta. Por eso su corazón no pierde la paz interior ni el sosiego. Tal vez esa sea la razón por la que el santo vuelve a repetir el último verso en cada una de las dos primeras estrofas de su "Noche oscura del alma": estando ya mi casa sosegada