viernes, 26 de julio de 2019

Breve comentario a la Noche Oscura del Alma de San Juan de la Cruz (5 a 8)

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Las cuatro estrofas que siguen son más divinas que humanas, de modo que poco puedo explicar sobre ellas: sin duda, las estropearía. Aun así, diré algo. Pero pienso que es más provechoso para el lector que, al leerlas, se deje penetrar por ellas, sin pretender entender demasiado, que haga porque le lleguen a lo más profundo del corazón, donde se encuentra Dios … y tal vez pueda llegar así a entender algo …  si Dios se lo da a entender, algo que, por supuesto, no podrá transmitir a nadie, ni siquiera a sí mismo, pero puede tener la seguridad de que ese algo siempre le hablará del inmenso amor con el que es amado por Jesús.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

5. Jesús es el Camino, el que nos sirve de guía. Aquí quien sirve de guía es la noche. Podemos imaginar la noche que experimentó el Señor, que llegó hasta el extremo de sentirse abandonado de su Padre (aunque, en realidad, no lo estaba; no podía estarlo). Seguir a Jesús en la oscuridad y tomarlo como guía es el mejor modo de expresarle que no está solo, que nosotros le seguimos adondequiera llevarnos. ¿Qué importa la noche si Jesús está con nosotros? Bendita noche … que es, incluso, más amable que la alborada. Cuando se hace de día vemos con nuestros ojos. Cuando es de noche, vemos con los ojos de Dios, que es más seguro. En la noche de la fe tiene lugar el encuentro con el Señor, un encuentro que comienza estando juntos el Esposo y la esposa, y que acaba en una transformación de la amada en el Amado. La vida de Jesús cala tan hondo en nuestro ser que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo quien vive en nosotros. Él es nuestra vida, sin perder, por ello, nuestra personalidad

6. En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí́ quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.

6. La unión entre Amado y amada es tan grande y tanta la confianza del Amado en la amada que éste queda completamente dormido en el pecho de la esposa, reservado sólo para Él. Y mientras duerme el Esposo, ella lo acaricia, lo besa y lo abanica con hojas de cedro, manifestándole así cuánto lo quiere.

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

7. Este aire de la almena se produce cuando la amada esparce los cabellos del Esposo, un aire que nos recuerda al Espíritu Santo, que es el Don de Dios. Ese Espíritu, que es el de Jesucristo, desborda nuestro corazón de amor y suspende todos los sentidos, porque ya nada cuenta, si no es la unión entre el Esposo y la esposa. 

8. Quédeme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

8. Llegados a este punto todos los desvelos y cuidados de la vida se desvanecen y desaparecen, olvidados entre las azucenas, mientras la esposa reclina su rostro sobre el Amado, sin ninguna otra ocupación en su mente que no sea el estar junto a Él, amándolo y sintiéndose amada. Ya nada importa. Esta estrofa parece como si hubiese sido escrita en la antesala del cielo.

José Martí

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