sábado, 22 de diciembre de 2012

También en la música está Dios

Dios se encuentra en todo lo bello... Y, por lo tanto, también en la música, si es bella, si es una buena música. Esa  música que tan poco abunda hoy... pero que existe: ¡por supuesto que sí!

Escuché ayer una canción de Pablo Alborán, que reproduzco aquí, en este blog, porque al oírla, me sorprendí a mí mismo bailando, bailando de alegría y con el corazón puesto en el Señor... Así que, por aquello de que debemos consolar a los demás con el mismo consuelo con el que nosotros mismos somos consolados por Dios (2 Cor 1,4), incluyo dicha canción en este blog, acompañada de la letra. 


No me cabe duda de que, cuando Pablo Alborán escribió esta canción lo más probable es que la inspiración le viniera del amor hacia su novia... y de que en eso pensara para componerla. Lo que no es óbice, sin embargo, sino todo lo contrario, para que yo pueda hacer míos esos sentimientos y, al cantarla, me dirija, en mi corazón,  hacia Dios que es, al fin y al cabo, el autor de todo cuanto existe; y que, además, ha querido ser mi amigo: "Ya no os llamo siervos, sino amigos" (Jn 15,15). 

De modo que, sin más preámbulos, que pueden aburrir más que otra cosa, pasamos ya a la canción que nos ocupa. Tal vez a alguno de vosotros, cuando la escuche,  le entre también ganas de bailar, de bailar de alegría,  como a mí me ocurrió. Ese es mi deseo. ¡Que lo disfrutéis! 

Duración 3:51 minutos


Enciende las luces
en este puerto donde esperas mi barca,
para que regreses,
me llenes de sueños y devuelvas mi calma.

Porque si te pierdo,

yo no me encuentro,
porque eres parte de todo lo que soy.

Yo no te olvidaré, siempre te querré.

Nada nos podrá separar jamás.
Dentro de mí, cuando me acuerde de tí,
tu luz me guiará y me iluminará.

Desde la distancia,

cada día que pasa se hace más fuerte mi amor,
porque tanta alegría, mi vida, no se puede perder,
y a pesar de lo lejos que estés,
sigue viva tu magia en mi ser.

Y si te pierdo, yo no me encuentro,

porque eres parte de todo lo que soy.

Yo no te olvidaré, siempre te querré.

Nada nos podrá separar jamás.
Dentro de mí, cuando me acuerde de tí,
tu luz me guiará y me iluminará. (bis)

Lo eres todo para mí,

mi voz siempre será tuya.
Hoy, que el día que acaba aquí,
que mi alma lleva tiempo desnuda.

Yo no te olvidaré, siempre te querré.

Nada nos podrá separar jamás.
Dentro de mí, cuando me acuerde de tí,
tu luz me guiará y me iluminará.

Yo no te olvidaré...

Yo no te olvidaré...
Yo no te olvidaré.
Pablo Alborán

sábado, 15 de diciembre de 2012

Carta a un ateo de hoy (José Martí)



Mi querido amigo ateo:

Me comentas que hoy en día todo es relativo, que nadie tiene la verdad absoluta, y que la Iglesia impone sus dogmas. Te escribo algunas ideas que me han venido, reflexionando acerca de este comentario que me haces.

Si bien se piensa… este relativismo de los “tiempos modernos” constituye, en realidad, un nuevo dogma. Podríamos hablar, en cierto modo, de la dogmática del relativismo.

Todo se mueve en torno a los consensos y a las estadísticas (casi siempre falseadas) acerca de lo que es bueno y de lo que no lo es. La “mayoría” es la que dicta lo que es verdad o no, si es que tiene algún sentido hablar de “verdad”, en este supuesto, en el que la verdad de hoy es mentira mañana. Y eso sí: una vez que se ha procedido a la votación (aunque ésta esté amañada y manipulada de modo muy inteligente) el consenso de mínimos al que se llegue, se impone a todos, de modo absoluto y contundente. Prohibido discrepar. La mayoría ha hablado. Todo tiene que sujetarse a las decisiones de la mayoría. El Gobierno de turno representa a esta mayoría. Y las decisiones que tome el Gobierno en cuestión se considera que son avaladas por dicha mayoría. Y es ese aval el que se considera que legitima todas las decisiones gubernamentales. ¡Craso error!

En principio no habría demasiado que objetar a este sistema de gobierno democráticoEl único problema, y no pequeño, surge cuando el Gobierno se arroga competencias que no le pertenecen. Todo comienza cuando el gobernante se olvida de que su misión, como político, es la de procurar el bien común. Ha sido elegido por una gran mayoría, ciertamente…, pero para servir a su nación, para que ésta se desarrolle correctamente y progrese, con una noción de progreso rectamente entendida.

Claro que, desde el momento en que se ha perdido la noción de bien, la pérdida del estado de derecho queda asegurada. Aunque no “de iure”, sí de facto”, los tres poderes básicos (el legislativo, el ejecutivo y el judicial) quedan reducidos a un solo poder, el ejecutivo. La justicia, rigurosamente hablando, desaparece, pues todo queda al arbitrio del gobernante, el cual puede proceder como le plazca, sin ningún tipo de responsabilidad por la gestión que realice. Hemos llegado al totalitarismo, partiendo de la democraciaque fue lo que ocurrió en el caso de Hitler, por poner un ejemplo que todo el mundo conoce. Para Hitler, los judíos no eran personas, luego nadie podía pensar lo contrario. ¡Ay de aquel que lo hiciera!

Hoy sucede otro tanto, aunque sutilmente escondido. Por ejemplo: ¿cómo puede estar legislado, así como suena, que existe un derecho al aborto? ¿Acaso lo que hay en el vientre de una madre embarazada no es una persona? Pues lo es. Y lo es desde el instante mismo de haber sido concebida.  Una persona en su primer estado de desarrollo, pero una persona, al fin y al cabo; y por lo tanto, merecedora de respeto, comenzando por respetar su derecho a seguir viviendo.

No se pueden manipular embriones humanos (¡son personas, como personas eran los judíos; y siguen siéndolo!) y esto es así, independientemente de lo que al gobernante de turno le parezca; e incluso de lo que a la mayoría le parezca; e incluso aun cuando todos se volviesen locos y pensaran que en el vientre de la madre no hay una persona sino un “algo”, “un ser vivo” que no se sabe exactamente lo que es (por más que la genética haya demostrado que sí que se sabe).

Se podrían poner infinidad de ejemplos: la ideología de”género”, el mal llamado “matrimonio” entre homosexuales (que no es tal), el divorcio “express”, la eutanasia (que está a la puerta), etc… PUES BIEN: TODOS ESTOS CONSENSOS SE IMPONEN. 

¡Y cuidado con el que se atreva a pensar en público de otra manera! Será vilipendiado, insultado, degradado, humillado, considerado como persona “non grata”. Será tildado de fascista, retrógrado, intolerante y mil cosas más por el estilo, que no significan nada. Y no significan nada porque no son verdad. Da qué pensar el hecho de que los que proceden a base de insultos eso es precisamente lo único que saben hacer, porque ¡de razonar y de argumentar, con fundamento, nada de nada! El insulto a la razón nunca puede suponer un progreso. La historia es una buena maestra, en este sentido. Pero hoy se desconoce la historia; y lo poco que se conoce proviene de fuentes que han manipulado la realidad histórica, con medias verdades y medias mentiras (sobre todo éstas últimas).

Un ejemplo más, para enlazar con el tema que nos ocupa. ¿Por qué se persigue tanto, hoy en día más que nunca,  a los cristianos, y de un modo particular y con mucho más odio, a los que son católicos? Posiblemente sea porque el cristiano, discípulo de Jesucristo, les mantiene siempre en la memoria la ley natural, para que no olviden que “es preciso hacer el bien y evitar el mal”. Lo más curioso de todo, sin embargo, y por decirlo de alguna manera, es que tachan de intolerantes a los católicos siendo así que, como hemos visto más arriba, son ellos, precisamente ellos, los intolerantes.

En el Catolicismo no se impone nada. La verdad (que se cree) es revelada. Si se cree –y se cree de verdad-, y se conoce que es bueno aquello en lo que se cree; y si se es consecuente, tiene sentido y es normal, de toda normalidad, que se intente infundir esa creencia en los demás, pero siempre con el mayor respeto y delicadeza con su libertad, y sin imponer nunca nada a nadie. 

“Es impropio de la Religión obligar a la Religión” (creo que esta frase es de Pascal). Otra cosa, bien distinta, es que algunos cristianos hayan procedido, alguna vez, de ese modo; pero actuando así, han ido en contra de su propia Religión, que es una Religión de Amor y de Libertad. No son, precisamente, un ejemplo a imitar. Nuestra auténtica referencia (la única, en realidad) está en Jesucristo y en sus santos; y siempre bajo la fidelidad a la Iglesia Católica, instituida por Jesucristo para nuestra salvación.

Los que, por la gracia de Dios, somos católicos, no nos inventamos nada. Sencillamente, aceptamos con humildad y agradecimiento, que Dios se nos haya querido revelar a Sí Mismo, como Amor, en la Persona de su Hijo, Jesucristo, que es verdadero Dios y verdadero hombre.

¿Qué nuestra Religión es un misterio? Por supuesto que lo es.  Es un Misterio de Amor. Y por eso mismo no es nunca una imposición. El amor no se impone, o no sería amor. Así somos los seres humanos. Hemos sido creados por el Amor y para el Amor. Sólo amando de verdad, según el modo en el que Dios entiende el amor, es como nos realizamos como personas. Esto es lo normal y lo natural. Esa es nuestra naturaleza. Lo que salga de esto no es natural.

La realidad no es algo que nosotros inventamos, sino algo con lo que nos encontramos. Nuestra misión es la de razonar e investigar, con los medios de que dispongamos a nuestro alcance, para conocer esa realidad que ya existe, independientemente de lo que a nosotros nos pueda parecer. Y así podemos usar, sin temor a equivocarnos, aplicando sencillamente el sentido común (que es, por cierto, el menos común de los sentidos), expresiones como las siguientes (proposiciones verdaderas):

Un cerdo es un cerdo. 
Un aborto es un asesinato de un ser humano inocente e indefenso. 
El matrimonio lo es, por definición, entre un hombre y una mujer, con vistas a la procreación.


Cuando falta el Amor, es decir, cuando falta Dios, nos fabricamos nosotros nuestros propios ídolos y decidimos lo que está bien y lo que está mal. Eso es lo que está ocurriendo hoy en día. Y así nos va. Habrá, entonces, que elegir: ¿Elegimos a Dios, que conoce todo tal y como es, porque es quien lo ha creado? ¿O nos elegimos a nosotros mismos, declarándonos dioses y afirmando DE UN MODO ABSOLUTO que todo es relativo; y que todo está bien siempre que esté consensuado, en un consenso que puede variar de un día para otro?

Sí, es cierto que podemos elegir entre esas dos opciones fundamentales. Pero no todo podemos elegirlo, a saber: no podemos elegir las consecuencias de nuestra elección. Porque si hay algo que está claro es que esas dos opciones son incompatibles (principio de no-contradicción).

La felicidad, a la que todos aspiramos, siempre llega como un regalo, en función de lo que hayamos decidido; aunque, ciertamente, si una elección nos coloca en el camino de la felicidad, la otra nos separa de la felicidad. Esto es obvio. No es igual, por lo tanto, elegir el camino del Amor, que elegir el camino del egoísmo. Las consecuencias son diferentes. Por supuesto que podemos seguir pensando que da igual elegir una cosa u otra. Pero nuestro pensamiento no crea la realidad. Conviene no olvidarlo.

Pues bien: ¡Que ese Dios, en quien no crees, te ilumine! Y si es verdad que luchas con sinceridad, estoy convencido de que, en tu vida, Dios se te hará patente algún día. Por ello pido.

Un sincero y sentido abrazo

jueves, 6 de diciembre de 2012

Ofrecimiento de Obras [José Martí]


Te ofrezco, Señor, este nuevo día que ante mí pones.

Quiero hacer rendir al máximo mis talentos, poniendo todos los bienes que de Tí he recibido al servicio de los demás, porque en ellos estás Tú, Señor.

Quiero poner en Tí toda mi confianza, sabiendo que sin Tí nada puedo hacer.

Quiero que tu Ley esté impresa en mi corazón: amar tu Ley. Y estar siempre alegre, porque ésa es tu voluntad.

Dame paciencia, para no desanimarme, y para seguir siempre luchando contra todo lo que hay en mí, y en las personas a las que quiero, que se opone a Tí.

Quiero que Tú vivas en Mí; y ser un fiel espejo tuyo.

Purifica, Señor, mi corazón: que no haya mezcla en él, ni dobles intenciones.

Que llegue, Señor, tu Mensaje, a aquellas personas a las que aún no ha llegado tu Luz.

Quiero tener siempre tus Palabras en mi corazón: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, que al alma no la pueden tocar”

Quiero fiarme completamente de Tí, y poner todos los medios para adquirir una buena formación humana, científica y espiritual.

Y ayudar a los demás a hacer lo mismo, por puro amor, con paciencia y alegría, sin irritarme al no ver progresos rápidos ni en mí ni en los demás.

Saber que el fruto es seguro; y que el tiempo de la siega es algo que sólo Tú conoces. Y Tú siempre esperas. No tener prisa. Y aprender a batallar en lo concreto.

Tú eres mi amigo, Señor. Y si Tú confías en mí, ¿por qué no habría yo de hacerlo?

Gracias, Señor, por todo. Amén

jueves, 27 de septiembre de 2012

Oración de agradecimiento [José Martí]

Gracias, Señor, porque eres bueno. Tu bondad me ha dado el ser, la vida. Mis padres han sido colaboradores tuyos, los que tú has escogido para que yo venga a este mundo. Pero Tú eres la verdadera causa, la causa última de mi existencia. Tú, Señor: pues sin Tí nada sería. 

Por eso levanto a Tí mi corazón y todo mi ser: toma mi vida y haz de mí lo que quieras. Te pertenezco, porque Tú eres mi Dios y mi Señor y yo soy tu criatura y, por lo tanto, absolutamente dependiente de Tí. ¡Oh, Señor: Tú eres lo que da sentido a todo cuanto es!.Todo recibe de Tí su consistencia. Por eso te doy gracias y me alegro de vivir.

Durante el día y durante la noche, Tú, Señor, siempre estás conmigo. Tu Presencia a mi lado me fortalece y me ayuda a vivir, ilumina mi vida y me llena de una profunda alegría.

La conciencia, Señor, de que Tú eres real, más real que todo lo que me rodea, me conforta; e impide que me desespere en los peores momentos.

Quiero, Señor, amar las cosas y a las personas, porque Tú estás en todo y en todos. Quiero que este amor sea real, auténtico, no fingido; y, por lo tanto, desprovisto de interés personal. Quiero que sea un amor puro, sincero, sencillo y verdadero.

Que ame lo bello, Señor, porque la hermosura de la Creación y las invenciones de los hombres, todo habla de Tí. Pero que no me apegue a nada. Que mi único, verdadero y profundo deseo sea, Señor, amarte. Dame una mirada limpia y pura; y una confianza en Tí muy grande, total y absoluta, que nada ni nadie pueda destruir jamás.

Acércame a Tí cuando yo me separe de Tí, Señor. No me dejes, aunque yo te deje. Compadécete de mí y perdóname cuando no soy bueno. Aunque sea un proceso lento y doloroso, concédeme, Señor, la gracia que necesito para dejarme transformar por Tí del modo y manera que Tú quieres para mí. 

Sólo el acercamiento a Tí, Señor, hace posible que yo pueda compadecerme, de verdad, de las miserias y sufrimientos de los demás.

Que me dé cuenta, de una vez por todas, de que las frases bonitas (si se quedan sólo en frases bonitas) no sirven para nada. Más bien son contraproducentes y desalentadoras. Las frases bonitas son realmente bonitas (y verdaderas) cuando se hacen vida. Como Tú has dicho, Señor, y no quiero olvidarlo nunca: "Si estas cosas entendéis, seréis dichosos si las ponéis en práctica" (Jn 13, 17)

Ayúdame a entender tu Palabra, que eres Tú mismo, y a dejarme transformar por ella. Sin Tí mi vida no tiene ningún sentido; y todo es absurdo. Pero contigo la vida es bella.

Tengo presente tus palabras: "Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5) y también las palabras esperanzadoras del apóstol Pablo, palabras bíblicas inspiradas por el Espíritu Santo, palabras de Dios, en definitiva; y, por lo tanto, palabras verdaderas: "Todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Fil 4,13).

Como el apóstol Pablo desearía escuchar de Tí, Señor, esas palabras alentadoras que me ayuden en los momentos difíciles y, en realidad, en todos los momentos: "Te basta mi gracia, pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza" (2 Cor 12,9)

Con tu gracia, me gustaría poder decir también, y decirlo de corazón: "Cuando soy débil es cuando soy fuerte" (2 Cor 12, 10), pues "habita en mí la fuerza de Cristo" (2 Cor 12, 9)

No hundirme cuando lleguen las pruebas y las tentaciones; incluso alegrarme y desearlas, pues al fin y al cabo  sirven "para que no tengamos puesta la confianza en nosotros mismos, sino en Dios" (2 Cor 1,9).  

Ser muy consciente, como cristiano, y en unión con todos los cristianos en el seno de la única Iglesia católica, de que "Dios ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para que irradien el conocimiento de la gloria de Dios, que está en el rostro de Cristo" (2 Cor 4-6); pero sin olvidar nunca que "llevamos este tesoro en vasos de barro, para que se reconozca que la sobreabundancia del poder es de Dios y que no proviene de nosotros" (2 Cor 4,7) y de que "nuestra capacidad viene de Dios" (2 Cor 3,5).

Te pido que me concedas la gracia de vivir conforme a estas profundas verdades contenidas en el Nuevo Testamento, y el convencimiento de que me concederás lo que te pido, pues cuento, para ello, con tu Palabra: "Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa" (Jn 16, 24) ... "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (Lc 11,13)

Esa es la razón por la que un cristiano, aunque sufra, puede ser inmensamente feliz, porque tiene a Jesús; y con Él lo tiene todo. De ahí el profundo agradecimiento que brota de su corazón, dirigido a Aquel que "es la imagen del Dios invisible y primogénito de toda creación" (Col 1, 15), Jesucristo, nuestro Señor, de quien dice la Biblia que es "el Alfa y la Omega, el que es, el que era, el que viene, el Todopoderoso" (Ap 1, 8); y que nos interpela directamente al corazón: "Mira, he aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras" (Ap 22,11).

Ante lo cual sólo nos queda inclinarnos, con sincera humildad y agradecimiento,  y responder a ese deseo amoroso de Jesús de estar con cada uno de nosotros, cuando dice: "Sí, voy enseguida" (Ap 22,20a),  con esas hermosas palabras contenidas en el penúltimo versículo del Nuevo Testamento, que compendian lo que debe ser la actitud de un cristiano ante la vida, una actitud basada en la confianza en el Señor y en la esperanza segura, amorosa y alegre, de su venida definitiva: "¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22,20b)

miércoles, 15 de agosto de 2012

Amistad con Dios [José Martí]


Puede que nos cueste trabajo decir, pensar y desear lo que escribo a continuación. Tal vez, incluso, lo veamos imposible. Pero si nos vemos incapaces de hacerlo, como es mi caso, pidamos al Señor que nos lo conceda, con la absoluta seguridad de que así será, porque tenemos su Palabra: "Si me pedís algo en mi Nombre, Yo lo haré" (Jn 14, 14). ¡Danos, Señor, la fe que necesitamos para dirigirnos a Tí con plena confianza y abrirte del todo nuestro corazón! ¡Danos, Señor, el sentir como Tú sientes y ver todo como Tú lo ves! "Quédate con nosotros, porque se hace tarde y está ya anocheciendo" (Lc 24,29)


¡Qué alegría que Dios sea Dios
y ser yo su criatura!
Ser poca cosa es maravilloso.
Vivir en la verdad nos hace libres.

"¡Qué alegría que hayas querido ser mi amigo!
Tu amistad me enamora
y me llena de gozo.
Frente a este hecho real de tu encarnación,
de tu muerte y resurrección,
cualquier otra realidad palidece.
Nada hay más hermoso
que dártelo todo, Señor,
en cada instante,
y dártelo con alegría".

Entregarse de lleno a las cosas.
Saber-sin sombra de duda-
que el Señor está ahí, siempre,
en todo lo que hagamos,
a nuestro lado,
mirándonos con inmenso amor
y con cariño indecible.

Es hermosa
esta batalla amorosa
en la que ambos,
amante y amado,
se empeñan en dar más,
dándose del todo,
el uno al otro
y el otro al uno,
tierna y delicadamente,
en las cosas más pequeñas,
las más simples,
con sencillez de enamorados.

"Mi vida es un canto
de acción de gracias.
Todo lo que tengo
de Tí lo he recibido.
Todo es tuyo,
yo soy tuyo
y esta vida que me has dado
a Tí te la entrego,
en cada momento,
porque es tuya
y no me pertenece.

¡Tómala, pues, Señor...
...pero, eso sí...
...dame, a cambio, tu Vida,
dame tu Corazón!"


José Martí

viernes, 6 de abril de 2012

Necesidad de la fe y de la confianza en el Señor (José Martí)

ORACIÓN DE SÚPLICA

Tienes que ayudarme, Señor. Yo voy a intentar poner de mi parte todo lo que esté en mis manos, y esto independientemente de que tenga ganas o no, porque quiero estar contigo y quiero tenerte junto a mí.

Por eso, quiero trabajar, cada día con más empeño; empezar de nuevo, como si fuera el primer día de mi vida, y en este día me lo jugara todo.

Necesito que me ayudes, que des ilusión a mi vida, porque tengo motivos, todos los motivos, para estar alegre y agradecido.

Y si esto no lo veo, o no lo siento, por las razones que sean, ayúdame, porque sin Tí estoy perdido y mi vida se queda vacía y sin contenido.

Te necesito, porque sin Tí estoy muerto, mi vida es sosa y aburrida si Tú me faltas.

No me dejes, compadécete de mí, porque me encuentro solo y triste, con muchas posibilidades de hacer cosas y con poca ilusión. Y esto me hace sufrir, inútilmente.

Si he de sufrir, que sea por Tí y junto a Tí, haciendo tu voluntad, no teniendo otra voluntad que no sea la tuya.

Amar el trabajo, el estudio, el esfuerzo, las virtudes humanas y sobrenaturales; amar todo, y amarte a Tí por encima de todo.

Sin Tí, Señor, mi vida es muy triste y sin Tí esta vida no es vida.

Pero Tú estás conmigo, no me dejas solo. Yo sé que eso es así, Señor, aunque alguna vez, o muchas veces, no lo sienta: es sólo por mi falta de fe.

Según tus palabras, la victoria que vence al mundo es nuestra fe. Que esas palabras tuyas se hagan realidad en mi vida.

Dame, Señor, esta fe, que tanto necesito, dame el estar junto a Ti, dame tu vida y tu alegría, Señor, porque ninguna otra cosa me produce contento, sino hastío, cansancio  y aburrimiento.

Quédate a mi lado: no importa que no te sienta. Tú quédate conmigo, porque si estás conmigo, entonces soy feliz. Nada más necesito, ni nada más quiero: sólo tener tu amor.

Esto que deseo para mí con urgencia, te lo pido también para aquellos a quienes quiero, porque sólo Tú puedes darles la felicidad que necesitan, incluso aunque ellos no lo sepan.

Quiero acabar esta oración haciendo mías las palabras tomadas de la liturgia de la misa, dirigidas a Tu Padre y nuestro Padre: “No tengas en cuenta, Señor, nuestros pecados, (ni nuestras desidias y abandonos, ni nuestras cobardías y abatimientos) sino la fe de tu Iglesia y conforme a tu Palabra concédenos la paz y la unidad. Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén"

miércoles, 4 de abril de 2012

El buen uso de la libertad (José Martí)

Dios me ha creado libre
para que yo, libremente,
pudiera decidirme por Él.

Se ha fiado de mí, confiando
en que yo le diría que sí,
que le quería;
arriesgándose
a que mi respuesta fuera  que no.

Atarme a Dios,
atarme a Jesús,
libremente y por amor,
cuando sé que Él se ha atado primero a mí,
libremente y por Amor,
porque le importo,
porque para Él soy valioso,
¿hay acaso algo más hermoso?

¿Por qué, si eso es así, como lo es,
no me fío yo de Él?
¿Por qué no le entrego ya mi vida,
toda entera, de una vez?

San Pablo, y con él todos los discípulos de Jesús, y todos los santos, y la Virgen María, de un modo singularísimo,
absolutamente todos, se fiaron de Dios, se fiaron de Jesús,
haciendo uso de la libertad que Él mismo les había dado.  “Yo sé muy bien de quién me he fiado” (2 Tim 1,12). “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38)

Estas respuestas, de San Pablo y de la Virgen María, personas humanas como yo, dadas con plena conciencia y libertad,
me sirven de ejemplo y de estímulo para actuar, yo también, del mismo modo.

La razón de esta enorme “locura” de Dios, como es la de haberme creado libre, estriba, ni más ni menos, que en la razón de ser del amor: el amor entre dos personas sólo es posible si ambas actúan con plena libertad. Sin libertad no es posible el amor.

Para que el Amor de Dios, por cada uno de nosotros, fuera “real” (es decir, para que pudiera darse verdadera reciprocidad de Amor entre Él y nosotros) era “necesario” que nos crease libres. Y eso es lo que hizo, arriesgándose así –y exponiéndonos también a nosotros al riesgo- a que malográramos “libremente” nuestra vida.

Se trata de un misterio, imposible de entender por nuestras solas fuerzas, tanto el hecho de que Dios nos ame con verdadero amor de enamorado, a cada uno, de un modo único y exclusivo, como lo que supone este amor para nosotros; nuestra respuesta es esencial para que se pueda dar este amor de un modo efectivo.

Sabemos que esto es así, porque Jesús (que es Dios mismo, el único Dios, pero en su Segunda Persona) nos lo ha revelado. Y nosotros nos fiamos de Él y creemos en Él. No debemos tener miedo de amar, y de amar del modo en que Dios entiende el amor, que es el único modo de entenderlo como realmente es.

Resumiendo: El enamoramiento libre del Señor por nosotros le ha llevado a crearnos libres para que, también nosotros, nos enamoremos libremente de Él. Como ya se ha dicho antes, sin libertad no puede haber amor. Hagamos un buen uso de esta libertad que se nos ha dado. Merece la pena.

lunes, 19 de marzo de 2012

NO ESTAMOS SOLOS (3 de 3) [José Martí]




El Señor no nos deja solos. Para Él somos sumamente importantes. “Eres a mis ojos de muy gran estima, de gran precio y te amo” (Is 43, 4). Pero, ¿qué ocurre con nuestra respuesta? Porque, en realidad de verdad, los únicos que no están solos son aquellos que aman al Señor como Él los ama, es decir, aquellos que son verdaderamente sus discípulos. Y esto no vale para todo el mundo.  “Yo conozco a mis ovejas y LAS MÍAS ME CONOCEN A MÍ” (Jn 10, 14). De nuevo aparece el tema del amor. No es suficiente con que el Señor me quiera, de lo que no me cabe la menor duda. ¡Es que, si yo a Él no lo quiero, no se puede hablar "propiamente" de amor; es un amor incompleto, pues el amor supone siempre una relación entre un yo y un tú que "se dicen" mutuamente su amor, en completa reciprocidad del uno para con el otro y del otro para con el uno!

De modo que podría muy bien ocurrir que aun cuando Él esté con nosotros, a nuestro lado, suplicando nuestro amor, estuviéramos realmente solos, soledad producida por nuestra respuesta negativa a su amor; o por nuestra falta de respuesta, que viene a ser lo mismo. Esto es fácil de entender si entendemos lo que significa amar. Aunque Él esté a mi lado, si Él para mí no significa nada; o lo que es peor, si yo no quiero que Él signifique nada para mí, a todos los efectos es como si no estuviera a mi lado, como si estuviera solo. 

Únicamente el amor, el Amor de Él hacia nosotros y de nosotros hacia Él, en relación bilateral, puede sacarnos de nuestro aislamiento y de nuestra soledad. Y el problema no es suyo, porque ahí está el ofrecimiento amoroso que continuamente Él nos está haciendo, sino que es nuestro, nuestro y sólo nuestro; y de esta actitud tendremos que dar cuenta, pues libertad y responsabilidad son caras de una misma moneda.

Que no nos quepa la menor duda: únicamente se queda solo el que quiere quedarse solo, el que no quiere saber nada de Dios ni de su Amor. El infierno, como decía Dostoyevsky, es el tormento de la imposibilidad de amar; es la continuación de la suma de decisiones que vamos tomando día a día, cuando decidimos no querer saber nada ni querer tener parte en nada con Aquél que tanto nos quiere.  

Me vienen a la memoria aquellas palabras de queja de Jesús: “¡Jerusalén, Jerusalén!,…, Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste” (Lc 13, 34). Y también aquellas otras dirigidas por Jesús a las vírgenes necias que se quedaron sin aceite, porque no estaban preparadas para la venida del Esposo: “¡En verdad os digo que no os conozco!” (Mt 25,12).Sólo entraron a las bodas las vírgenes que estaban preparadas, con las lámparas encendidas; es decir, aquellas para quienes el Esposo era realmente importante; y pusieron todos los medios para estar con Él, porque lo querían.

Deberíamos tener siempre presente, en nuestra mente y en nuestro corazón, que por nadie somos ni podemos ser más queridos que por el Señor. Eso hará posible que, aunque sea poco a poco, nos vayamos acercando cada vez más a Él, con la absoluta seguridad de que: primero, no vamos a ser rechazados jamás; y segundo: no tenemos otra alternativa para ser felices de verdad, ya en esta vida, que la unión amorosa con Jesús.

¿Difícil? Sí, pero no imposible: “Todo es posible para el que cree” (Mc 9, 23). Si nos faltan las fuerzas no tenemos más que acudir a la lectura de la Sagrada Biblia,  como ya se ha dicho al comienzo de este artículo, bien sea del Antiguo Testamento (Proverbios, Salmos, Eclesiástico, Isaías, etc…) o bien, y sobre todo, del Nuevo Testamento. Ahí encontraremos sobradas fuerzas para conseguir del Señor todo lo que le pidamos, aunque nos parezca imposible: “Hasta ahora no habéis pedido nada en mi Nombre; pedid y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa” (Jn 16,24).

Tenemos la absoluta seguridad, seguridad que nos viene de la fe, de que esto es así, porque tenemos Su palabra y la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que una espada de doble filo: entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón…; todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuenta” (Hch 4, 12-13)

Por lo tanto, “puestos los ojos en Jesús” (Heb 12,2), mirando en lo más hondo de nuestro corazón, sabiendo que Él se encuentra ahí, “corramos con constancia la prueba que se nos propone” (Heb 12,1). Esta prueba es nuestra propia vida. Para vivir bien y vivir felices no debemos apartar nunca nuestra mirada de Jesús. Por nosotros mismos nada podemos: " Sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 5). Eso es completamente cierto. Pero no son menos ciertas las palabras de San Pablo, que podemos hacer nuestras si vivimos en íntima unión con Jesucristo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Fil 4,13).
 
Es preciso redescubrir a Jesús, volver hacia Él nuestra mirada, pues “ningún otro nombre hay bajo el cielo dado a los hombres por el que podamos salvarnos” (Hch 4,12). Y saber que en Él lo podemos encontrar todo: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33)

¿Dónde está Él? -nos podemos preguntar. Tenemos también respuesta a esta pregunta, por parte del mismo Jesús: “... el Reino de Dios está ya en medio de vosotros” (Lc 17,21). Aunque no debemos olvidar nunca que, en último término, depende de nosotros hacer efectiva esa realidad, poniendo a nuestro alcance todos los medios que podamos, naturales y sobrenaturales, pues "el que no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en Él" (Lc 18,17).

No me resisto a finalizar este post sin poner por escrito una poesía de Amado Nervo, escrita el 7 de septiembre de 1915, que hace referencia, precisamente, a esa presencia de Dios en nosotros. Es de una belleza extraordinaria. Su título es:

CONTIGO

Espíritu que no hallas tu camino,
que hender quieres el cielo cristalino
y no sabes qué rumbo
has de seguir, y vas de tumbo en tumbo,
llevado por la fuerza del destino:

¡Detente! Pliega el ala voladora:
¡buscas la luz y en tí llevas la aurora;
recorres un abismo y otro abismo
para encontrar al Dios que te enamora,
y a ese Dios tú lo llevas en tí mismo!

¡Y el agitado corazón latiendo
en cada golpe te lo está diciendo,
y un misterioso instinto,
de tu alma en el oscuro laberinto,
te lo va noche a noche repitiendo!

…¡Mas tú sigues buscando lo que tienes!
Dios en tí, de tus ansias es testigo,
y, mientras pesaroso vas y vienes,
como el duende del cuento, Él va contigo.

lunes, 12 de marzo de 2012

NO ESTAMOS SOLOS (2 de 3) [José Martí]




Miles son las citas bíblicas que nos pueden servir de consuelo en los momentos de adversidad: un consuelo “real”, no de simple sentimentalismo, porque es Dios mismo quien nos habla: su Palabra está recogida en las Sagradas Escrituras. Traeré a colación “algunas” de ellas, que a mí me han ayudado especialmente, y que me siguen ayudando, impidiéndome caer en el desaliento. Si bien lo pienso, la razón fundamental que me llevó a escribir algo y comenzar este blog fue precisamente la lectura de los siguientes versículos de la carta de San Pablo a los Corintios: 

“Bendito sea DIOS, Padre de nuestro Señor Jesucristo… que NOS CONSUELA EN TODAS NUESTRAS TRIBULACIONES PARA QUE TAMBIÉN NOSOTROS SEAMOS CAPACES DE CONSOLAR A LOS QUE SE ENCUENTRAN EN CUALQUIER TRIBULACIÓN,  MEDIANTE EL CONSUELO CON EL QUE NOSOTROS MISMOS SOMOS CONSOLADOS POR DIOS” (2 Cor 1, 3-4)

No estamos solos, como digo. Le tenemos a Él. Y para Él somos, cada uno, lo más importante. Si acudimos al Antiguo Testamento podemos leer:

“Aunque camine por valles oscuros, nada temo, porque Tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23, 4)
No temas que Yo estoy contigo (Is 43, 5)
¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré! (Is 49, 14-15)
Mi delicia es estar con los hijos de los hombres (Prov 8, 31)

En el Evangelio, podemos escuchar palabras que proceden directamente de la boca de nuestro Señor:

No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros (Jn 14, 18). Padre, quiero que donde Yo estoy estén también conmigo los que Tú me has confiado,…, (Jn 17,24),…, para que el amor con el que Tú me amaste esté en ellos, y Yo en ellos (Jn 17,26)

Venid a Mí todos los que andáis fatigados y agobiados que Yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera (Mt 11, 28-30)

Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna; no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mi mano (Jn 10, 27-28)
Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él (Jn 14,23)

Y en el resto del Nuevo Testamento se insiste por doquier en la misma idea. Y es que somos importantes para Dios, de modo que somos realmente importantes; lo somos porque Él así lo ha querido, pero lo somos. Es como para estar enormemente agradecidos por este inmenso bien que nos ha dado con la vida: a Él mismo:

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? (1 Cor 3, 16)

Tenemos, además, la seguridad de la fe, que no es un mero sentimiento, sino una realidad. Dios no es ningún invento, ni un producto de nuestra fantasía: Él se ha revelado a Sí Mismo por Amor. Y es precisamente nuestro amor lo que él busca de nosotros. Ese es su deseo con relación a nosotros. ¿Cuándo caeremos en la cuenta de que ninguna otra cosa merece la pena en esta vida? Hemos sido creados para amar y para ser amados. Todo lo que separa de Dios nos separa del Amor, y nos hace esclavos. “Todo el que comete pecado es esclavo del pecado” (Jn 8,34). Y Él nos quiere libres, para que podamos amarle sin trabas, y experimentar así –de verdad- el Amor que Él nos tiene.

Por otra parte no debemos olvidar algo que es vital para nosotros y es que  “si tenemos puesta la esperanza en Cristo sólo para esta vida, somos los más miserables de todos los hombres (1 Cor 15, 19). Jesucristo, que es verdadero hombre; y que sufrió, padeció y murió crucificado… es también verdadero Dios: ha resucitado y vive con su cuerpo glorioso en el cielo, junto a su Padre, por toda la eternidad. Y ése es también nuestro destino, y lo que hace de nuestra vida una maravillosa aventura de amor; un amor, aquí incoado, pero que no tiene fin. “El amor es fuerte como la muerte” (Ca, 8, 6)Por eso nos esforzamos y trabajamos: “Amados hermanos míos, manteneos firmes, inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo no es vano en el Señor” (1 Cor 15,58).

Ésa es la razón por la que no debemos tener miedo. Si lo tenemos a Él, ¿qué podemos temer? Cuando Jesús dijo a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: “Señor, ¿a quien iríamos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Hijo de Dios” (Jn 6, 67-68). El Señor se emociona cuando se ve correspondido con amor al gran Amor que Él nos tiene. Por eso, clama dirigiéndose a su Padre: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien” (Mt 11, 25-26). Y esa es también la razón por la que podemos decir, con San Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 10)

Sólo los sencillos, los humildes, los limpios de corazón, los misericordiosos, los que ansían la santidad, los pobres, los pacíficos,…, sólo ellos tienen capacidad para entender esta maravilla. A los demás les está vedada: Dios nunca se impone al hombre. El Amor no puede imponerse. Desgraciadamente, hay mucha gente que no quiere saber nada con Él. ¿Qué más quisiera Él sino que se convirtieran y le abrieran su corazón, porque entonces Él los sanaría? Pero Él no puede obligar a nadie a que lo quiera, pues la libertad es característica esencial del amor. Un amor que no fuese libre sería una contradicción en sí mismo. 


(Continúa)