martes, 20 de febrero de 2018

Sobre el padrenuestro (P Santiago Martín)


Duración 10:29 minutos

5. LA CONCUPISCENCIA DE LOS OJOS por Eudaldo Forment


Duración 21:06 minutos


En sentido general, concupiscencia es el deseo que el alma siente por todo aquello que le produce satisfacción.

A pesar de que hoy en día creemos que la concupiscencia se refiere únicamente a cuestiones de índole sexual, el concepto es más amplio y atañe a todas las dimensiones de la conducta humana. De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la concupiscencia es el deseo de los bienes terrenos y, en especial, el apetito desordenado de placeres deshonestos.

En sentido teológico la concupiscencia es la apetencia de los placeres de los sentidos y de los bienes terrenales


Ello no quiere decir que todos esos apetitos sean malos, tal como analizaremos posteriormente, ya que todos los placeres de los sentidos y el deseo de bienes terrenos son, de por sí, buenos y forman parte de nuestra propia constitución desde que Dios nos creó

Pero se convierte en algo negativo cuando nuestros deseos se oponen radicalmente a la voluntad divina

Cuando los bienes terrenales y los placeres se convierten en el objeto último de la voluntad humana, la persona se cierra en sí misma, obstruye su apertura radical a los demás y su comunicación con Dios, quien debe ser el horizonte propio del ansia de felicidad para cualquier ser humano.

La concupiscencia de los ojos (1ª. Juan 2:16) lleva a la violencia y a la injusticia, prohibidas por el quinto mandamiento. 

La codicia y la fornicación tienen su origen en la idolatría, condenada por las tres primeras prescripciones de la ley. El décimo mandamiento se refiere a la intención del corazón y resume, con el noveno, todos los preceptos de la ley.

En cuanto al desorden de la concupiscencia nos habla el catecismo, al decirnos que el apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos. 

Así, desear comer cuando se tiene hambre, o calentarse cuando se tiene frío, son deseos buenos en sí mismos, pero con frecuencia no guardan la medida de la razón y nos empujan a codiciar injustamente lo que no es nuestro y que pertenece o es debido a otra persona.

Eudaldo Forment

sábado, 17 de febrero de 2018

Las tentaciones de Jesús (Padre Alfonso Gálvez)

Homilía del 21 de febrero de 1999

Duración 14:45 minutos

FUENTE:



La misa, como actualización de la muerte del Señor, es lo más bello que existe (A.Gálvez)


Como bien sabemos, se quiere eliminar el sentido sacrificial de la santa Misa. En esta homilía del padre Alfonso Gálvez (del 20 de marzo de 2008) se explica con detalle aquello en lo que consiste, esencialmente, la Misa, así como la importancia de la cruz en la vida cristiana... hasta el punto de que si ésta (la cruz) se eliminara, se habría eliminado el Cristianismo.

Y todo ello por no caer en la cuenta de que lo más hermoso que puede ocurrirle a un cristiano es la unión en totalidad con Jesucristo, participando en Su propia muerte, la cual es la expresión máxima del amor, pues "nadie tiene amor mayor que el de quien da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).

Como se trata de un archivo de audio no puedo (no sé) subirlo a youtube, de modo que coloco el link correspondiente. Su duración es de 22:40 minutos

miércoles, 14 de febrero de 2018

Oración, ayuno y limosna en Cuaresma (Padre Jordi Gutiérrez)

Duración 8:52 minutos

Preparándonos para la Cuaresma ... tiempo de alegría, en el Señor (José Martí)


Comienza la Cuaresma y son muchos quienes la consideran como sinónimo de tristeza: grave error ... sobre todo si los que así piensan son cristianos. Deberían adquirir, en este caso, un mayor conocimiento de su fe, porque el contacto amoroso con el Señor sólo puede producir alegría. Nuestros pecados son reconocidos como tales pecados. Sentimos, en lo más profundo de nuestro ser, el haber ofendido al Señor tantas veces a lo largo de nuestra vida. Y, al mismo tiempo, y como fruto de ese arrepentimiento, experimentamos la misericordia y el amor de Dios, quien hace borrón y cuenta nueva ... y nos devuelve la alegría que el pecado nos había arrebatado ... haciendo de nosotros "criaturas nuevas". Todo esto no es causa de tristeza.

Pero es necesario ser humildes. Esta virtud de la humildad, al decir de santa Teresa de Jesús, supone un "andar en la verdad". El humilde, por definición, es aquél que ama la verdad, empezando por la verdad acerca de sí mismo. Y reconoce que él no es Dios sino una criatura, reconoce que todo lo ha recibido y que nada tiene como propio. Y este reconocimiento le lleva a la gratitud, le lleva a decir: "Gracias, Señor, por todo". ¿Por todo? Sí, por todo. ¿También por los momentos difíciles de nuestra vida? También. ¿Y por nuestros pecados? También, en la medida en que nos han servido para darnos cuenta de que esos pecados son la verdadera causa de todos los males que el mundo padece ... y -arrepintiéndonos de ellos- nos han conducido al conocimiento de Aquél que es la causa de todo bien. La humildad, el reconocimiento de la verdad, aunque nos cueste, nos libera y nos llena de inmensa alegría.

Cuando las cosas no salen como uno quisiera, cuando ante las contrariedades nos ponemos tristes o de mal humor, si bien se piensa, en el fondo lo que hay, en cierto modo, es falta de humildad, falta de aceptación de nuestra realidad concreta y un gran desconocimiento de lo que verdaderamente somos, por nosotros mismos.

Es evidente que a nadie que esté en su sano juicio le puede gustar el tener contrariedades y el que las cosas salgan de modo contrario a lo que él ha previsto. Esto sería masoquismo; y sería algo enfermizo. 


El humilde no es, en absoluto, un masoquista. Humilde es aquel que se sabe muy poca cosa, que es consciente de su realidad ante Dios. Es aquel que sabe que sólo una cosa es necesaria y todo lo demás es secundario.  Por eso, las contrariedades no pueden derrumbarlo. 

El humilde sufre ante los acontecimientos adversos (dolor, enfermedad, etc.), como cualquier otra persona ... pero no se pone triste. La tristeza (si es un estado de ánimo habitual) conduce a la muerte  y en el fondo de toda tristeza no hay sino una actitud nihilista, de fatalismo, de falta de esperanza.

La tristeza -y la consiguiente desesperación ante la vida- equivale a un "tirar la toalla". Viene a decir: todo es inútil. No hay nada que hacer. Sólo queda morir

Es un grave pecado contra la virtud de la Esperanza el pensar que Dios nos ha dejado solos y nos ha abandonado... ¡eso es una gran mentira con la que el Diablo nos quiere envenenar! 

La maravillosa verdad es que Dios nunca nos deja solos... ¡porque nos quiere!: "¿Puede una mujer olvidarse de su niño de pecho, no compadecerse del hijo de sus entrañas? ¡Pues aunque ellas se olvidaran, Yo no te olvidaré!" (Is 49, 15).

Ante la realidad del sufrimiento y ante las contrariedades (del tipo que sean) tenemos que actuar como hizo Jesús, nuestro Maestro y Señor, nuestro Modelo y nuestro Amigo ... que se postró en tierra, mientras oraba, diciendo: "Padre mío, si es posible, aleja de Mí este cáliz; pero que no sea como Yo quiero, sino como quieres Tú" (Mt 26,39). "Padre, si quieres, aparta de Mí este cáliz; pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya" (Lc 22, 42).

El masoquismo y la humildad están reñidos. El humilde no es ningún bicho raro. 
No es una persona que odie la vida y que le guste pasarlo mal. Todo lo contrario: Es la persona más normal del mundo. 

El humilde ama la vida, porque ésta es un Don de Dios; y por ello disfruta intensamente y es feliz, en la medida en la que eso es posible en este mundo. No busca ni ama las contrariedades. Eso es absurdo.

Sin embargo, y éste es su auténtico distintivo, las soporta sin tristeza ... porque sabe que en este mundo todo pasa. Sabe que sólo una cosa es necesaria; sabe, pues, lo más importante. 

El hombre humilde es el verdadero sabio, el que conoce el secreto de la felicidad, que no es otro sino el de estar junto a Jesús y vivir su propia Vida: "Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque Mi suyo es suave y Mi carga ligera" (Mt 11, 29)

Y precisamente porque ama a Jesús y desea vivir como Él y junto a Él, no persigue otro objetivo que el de parecerse a su Maestro

Y esto es lo que puede llevarle -y de hecho le lleva- a desear padecer por Jesús, no por el padecimiento, en sí mismo, sino porque ésa es la señal cierta de que el amor que dice tenerle es verdadero ... y no un mero sentimiento. 


La Cruz es el único camino para estar verdaderamente cerca del Señor: "Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de Mí" (Mt 10, 38). "Quien no carga con su cruz y viene tras de Mí, no puede ser mi discípulo" (Lc 14, 27).


Esto es algo que el Apóstol Pablo entendió muy bien: "Por eso -decía- me complazco en las flaquezas, en las afrentas, en las necesidades, en las angustias, por Cristo: pues cuando soy débil entonces es cuando soy fuerte" (2 Cor 12, 10). Y poco antes había dicho: "Con mucho gusto me gloriaré en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo" (2 Cor 12, 9b).


San Pablo se tomó muy en serio la vida cristiana. Y pudo decir lo que muy pocos serían capaces de decir, con verdad: "Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo" (1 Cor 11, 1). 


Esto demuestra hasta qué punto se había identificado con Jesús, haciéndose uno con Él, lo que se puso de manifiesto en todo momento de su existencia, pudiendo llegar a decir: "Para mí la vida es Cristo" (Fil 1, 21).


Pobreza, humildad, amor verdadero, felicidad ... todo eso y mucho más confluye en beneficio de aquéllos que han descubierto que Jesús es el Camino y lo toman como guía en toda su vida. Merece la pena ser cristiano. Es un gran don y un regalo inmerecido, por el que tenemos que estar continuamente agradecidos.


José Martí

lunes, 12 de febrero de 2018

La comunión en la mano, charla magistral por el P. Justo Lofeudo, M.S.E.


Duración 29:38 minutos

Sobre la Santa Misa (Gabriel Ariza)



¿Qué es la misa?

La Santa Misa es:

La celebración del misterio-sacrificio Pascual (pasión, muerte, resurrección) de Jesucristo. Hecho presente y eficaz al interno de la comunidad cristiana: “Celebramos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven Señor Jesús!”;

La presencia verdadera, real, sustancial de Cristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad: verdadero Dios y verdadero Hombre;

El baquete-comunión con Cristo y, gracias a Él, con los hermanos: mediante su sacrificio, Cristo nos une maravillosamente a sí mismo y entre nosotros, a modo de constituir una “sola cosa”;

Cristo en la misa:

Alaba y da gracias a Dios Padre (eucaristía);

Actualiza su sacrificio Pascual (memorial);

Se hace presente realmente con su Cuerpo y con su Sangre en el pan y en el vino consagrados con el poder del Espíritu Santo (transustanciación);

Se convierte en comida y bebida para nuestra salvación eterna (banquete).

¿Quién ha instituido la misa?

Cristo Señor ha instituido la Misa el jueves Santo, la noche en que fue entregado.

¿Qué quiere decir que la misa es el memorial del sacrificio de Cristo?

La Santa Misa es un memorial porque hace presente y eficaz sobre el altar, de modo incruento, el sacrifico que Cristo, en modo cruento, ha ofrecido al Padre en el Calvario por la salvación de todos los hombres.

La Santa Misa no es, por tanto, solamente el recuerdo de los acontecimientos del pasado, sino que hace presente y actual aquel único sacrificio perfecto de Cristo sobre la Cruz.

Idénticos son la victima y el oferente: Cristo. Identica la finalidad: la salvación de todos. Diverso es el modo de ofrecerse: cruento sobre la Cruz del Calvario, incruento en la Santa Misa.

¿Qué quiere decir ‘transubstanciación’?

Significa que en la Misa, gracias al poder del Espíritu Santo, el pan de grano y el vino de uva se convierten, sustancialmente, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

¿Qué relación existe entre la Misa y la Iglesia?

La Eucaristía expresa y contituye la Iglesia, como auténtica comunión del pueblo de Dios, en su rica pluralidad y en su íntima unidad. El mismo pan eucarístico, hecho a base de muchos granos, y el vino eucarístico, hecho de muchas uvas, significan la unidad y la pluralidad del pueblo cristianos que celebra la Eucaristía.

La Eucaristía hace la Iglesia, en el sentido que la Eucaristía la reúne, la manifiesta, la nutre, la fortalece, la hace crecer en calidad y la envía a toda la humanidad.

Y al mismo tiempo, la Iglesia hace la Eucaristía, la celebra, la ofrece al Padre, unida a Cristo en el Espíritu Santo.

La Eucaristía es el culmen de la liturgia. Es el compendio y la síntesis de nuestra fe. Contiene todo el tesoro espiritual de la Iglesia, es decir, a Cristo mismo, nuestra Pascua y nuestro pan vivo. Es el lugar privilegiado en el cual la Iglesia confiesa su fe y la confiesa en el modo más alto y más completo.

¿Cuál es la relación entre la misa y la vida cotidiana?

La Misa contituye el centro de toda la verdad cristiana para la comunidad cristina, universal y local, y para cada uno de los cristianos.

De hecho la Misa:

Es el culmen de la acción con la cual Dios santifica al mundo en Cristo, y del culto que los hombres dan al Padre;

Es fuente y vértice de toda la vida cristiana. Se pone al centro de la vida eclesial. Ella une el cielo y la tierra. Abarca y penetra toda la creación;

Es el punto de llegada y de partida de toda actividad de la comunidad cristiana y de cada fiel. De la Misa que se va al mundo, o sea, se va hacia la propia actividad cotidiana con el propósito de vivir lo que se ha celebrado (Misa – enviados – misión en el mundo).

Y a la Misa que se regresa, o sea, todos llenos del propio trabajo (Eucaristía, ofrecimiento y alabanza por todo y de todo que se ha hecho por medio de Cristo);

Es el centro, la norma, el modelo y el momento más sublime de toda oración de la Igelsia y de cada cristiano;

Es la cita de amor semanal, o cotidiana, con Aquel che se ha entregado totalmente por nosotros;

Es el sacramento en el cual se manfiesta y se actualiza el misterio de Cristo, el misterio de la Iglesia, el misterio de la persona humana, la cual se expresa y se realiza completamente en la celebración de la Misa;

Es la luz y la fuerza para nuestro peregrinar terreno y suscita y alimenta nuestro deseo de vida eterna: el paraiso.

¿Existe una oración que sea igual o supere a la misa?

Absolutamente no. La Santa Misa supera la cualquier oración, y más aún, ninguna otra acción de la Iglesia iguala su eficacia al mismo título y al mismo grado. La Misa es lo más hermoso que la Iglesia pueda tener en su camino por la historia. En ella se encierra todo el bien espiritual de la Iglesia.

¿Es obligatorio participar en la misa?

Los cristianos tienen la obligación de participar en la Misa todos los domingos y en las otras fiestas de precepto, a menos que haya graves motivos (enfermedad…). En el caso de que no haya motivo grave, el cristiano que no cumple con esta obligación comete un pecado mortal.

¿Por qué es una obligación asistir los domingos?
Porque Cristo Jesús resucitó el domingo. Y la resurrección de Cristo es el evento central de toda la vida de Cristo y de nuestra fe cristiana: “Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe” (1 Cor. 15,14).

¿Cómo se santifica el domingo?

Participando en la Santa Misa.

Dedicándose a aquellas actividades que permiten:

Dar culto a Dios (mayor tiempo dedicado a las oraciones personales y familiares, a los encuentros y a las lecturas de profundización religiosa; visitando el cementerio…);

Atender la propia vida familiar, conyugal;

Asegurar el justo y necesario descanso del cuerpo y del espíritu;

Dedicarse a las obras de caridad, sobre todo en el servicio a los enfermos, a los ancianos, a los pobres…

¿Cuál debe ser nuestra actitud en relación con la Santa Misa?
La Santa Misa, por lo que es en sí misma, requiere de nuestra parte:

Una fe grande (“misterio de la fe”) que lleva a acoger toda la riqueza del misterio;

Una disponibilidad continua para profundizar, mediante la catequesis, aquello que se celebra, de modo que pueda convertirse en Vida para nuestra vida.

Una formación adecuada, en favor de una participación plena, consciente y activa en la celebración eucarística.

Una participación festiva y comunitaria. Precisamente debido a este carácter comunitario de la Misa, son de gran importancia:

Los diálogos entre el celebrante y la asamblea;

El canto: signo de la alegría del corazón: “El que canta, ora dos veces”;

Los gestos y las actitudes (estar de pie, de rodillas, sentados…), que expresan y favorecen la intención y los sentimientos interiores de participación, y que son signo de la unidad de espíritu de todos los participantes;

Una pureza de conciencia: sólo quien está en paz con Dios y los los hermanos participa plena y eficazmente en la Misa;

Una participación completa. Lo cual exige:

Puntualidad para llegar al inicio de la Misa;

Participación atenta a la mesa de la Palabra de Dios;

Participar del banquete del Cuerpo de Cristo (Tomad y comed todos de él…”);

¿Es necesario comulgar cuando vamos a la Misa?
Es una cosa muy buena que los católicos, cada vez que participan en la Santa Misa, se acerquen a tomar la Sagrada Comunión. Sin embargo, no se permite comulgar más de dos veces al día.

¿Quién puede comulgar?

Puede comulgar todo católico que esté en gracia de Dios, esto es, quien después de haber examinado atentamente su conciencia, sepa que no está en pecado mortal, ya que en tal caso cometería un sacrilegio: “Quien come de modo indigno el pan o bebe el caliz del Señor… come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,27-29).

¿Cómo acercarse a la comunión?

Con respeto: también con las actitudes del cuerpo (los gestos, vestiduras dignas…) se expresa el respeto, la solemnidad, la alegría de este encuentro con el Señor;

Con el ayuno por lo menos de una hora;

Después de haber participado, desde el inicio, de la celebración de la Misa, y comprometiéndose a agradecer a Dios per el gran don recibido, aún después de la Misa, a lo largo de todo el día y durante toda la semana.

¿Por qué es importante respetar las normas litúrgicas en la Santa Misa?

Las normas litúrgicas:

Expresan y tutelan la Santa Misa, la cual, en cuanto obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es la acción sagrada por excelencia;

Permiten respetar y actualizar el intrínseco vínculo entre profesión y celebración de la fe, entre la lex orandi y la lex credendi. La sagrada Liturgia, en efecto, está íntimamente unida con los principios de la doctrina, y el uso de textos y ritos no aprobados conlleva, por consecuencia, que se debilite o se pierda el nexo necesario entre la lex orandi y la lex credendi

Los fieles tienen el derecho de exigir de sus pastores que se celebre en modo íntegro el sacrificio de la Santa Misa, en plena conformidad con la doctrina del Magisterio de la Iglesia.

Son expresiones del auténtico sentido eclesial. A través de ellas pasa todo el flujo de la fe y de la tradición de la Iglesia

La misa no es propiedad privada de nadie, ni del celebrante, ni de la comunidad en la cual se celebran los Misterios. La obediencia a las normas litúrgicas de descubre y se valora como el reflejo y testimonio de la Igleisa una y universal, hecha presente en toda celebración eucarística.

Garantizan la validez, la dignidad, el decoro de la acción litúrgica, y con ello también el “hacerse presente” de Cristo.

Conducen a la conformidad de nuestros sentimientos con los sentimientos de Cristo, que se expresan en las palabras y en los ritos litúrgicos.

Exprimen y garantizan el “derecho” de los fieles a una celebración digna, y por tanto, también su derecho a exigirla. En caso de que haya incumplimientos y abusos, deben señalarse, en la verdad y con caridad, a la legítima aautoridad (al Obispo o a la Santa Sede).

¿Qué daños causan los abusos litúrgicos?
Los abusos litúrgicos no sólo deforman la celebración, sino que provocan inseguridad doctrinal, perplejidad y escándalo en el pueblo de Dios. No respetar las normas litúrgicas contribuye a oscurecer la recta fe y la doctrina católica en lo que respecta a este Sacramento admirable. Los abusos litúrgicos, más que una expresión de libertad, manifiestan un conocimiento superficial o bien una ignorancia de la gran tradición bíblica y eclesiástica relativa a la Eucaristía, que se expresa en tales normas.

El Misterio confiado a nuestras manos es demasidado grande para que alguien se permita tratarlo con tal arbitrio personal, que no respete su carácter sacro y su dimensión universal.

¿Que han dicho algunos santos acerca de la Eucaristía?

“Si vosotros sois el Cuerpo de Cristo y sus miembros, entonces vuestro mismo misterio se encuentra sobre la mesa eucarística. Debéis ser lo que veis y debéis recibir los que sois” (San Agustín).

“Solamente la Iglesia puede ofrecer al Creador esta oblación pura (la Eucaristía), ofreciéndole con agradecimiento lo que proviene de su misma creación” (San Irineo).

“La Palabra de Cristo, que pudo crear de la nada lo que no existía, ¿no puede tranformar en una sustancia diversa aquello que existe? (San Ambrosio).

“La Eucaristía es casi la coronación de toda la vida espritual y el fin hacia el cual tienden todos los sacramentos” (Santo Tomás).

El Primicerio

De la Basílica de San Carlos y San Ambrosio

Monsignor Raffaello Martinelli

NB: Para profundizar el argumento, se pueden ver los sugientes documentos pontificios:

Pablo VI,Encíclica Mysterium fidei, 1965;

Juan Pablo II:

Carta, Dominicae Cenae, 1980

Encíclica, Ecclesia de Eucharistia, 2003;

Catecismo de la Iglesia Católica, nums.1322-1419;

Congregación para el Culto Divino, Intrucción Redemptionis Sacramentum, 2004.

¿Cómo defender la fe? (Parte 1) Sabiduría, Ciencia y Fe [Padre Santiago Martínez]


Duración 25:52 minutos

domingo, 11 de febrero de 2018

DOMINGO DÍA DEL SEÑOR, SANTORAL: NUESTRA SEÑORA DE LOURDES



El 11 de febrero de 1858 [Hoy se cumplen 160 años desde que tuvo lugar este acontecimiento] Bernadette, una niña de catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando acercándose a una gruta, una de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.

Bernadette al principio se asustó, pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo. Al mismo tiempo que la niña, la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos. Al finalizar, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.

El 18 de febrero en la tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: 

“Ven aquí durante quince días seguidos”. La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó: “Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro”.

La noticia de las apariciones se corrió por toda la comarca, y muchos acudían a la gruta creyendo en el suceso, otros se burlaban.

En la novena aparición, el 25 de febrero, la Señora mando a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo, produciéndose el primer brote del milagroso manantial de Lourdes.

En las apariciones, la Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que en el lugar fuese erigida una capilla y mandó a Bernadette a besar la tierra, como acto de penitencia para ella y para otros. El pueblo presente en el lugar también la imitó y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.

El 25 de marzo, a pedido del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora ¿Quien eres?, y ella le responde: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Luego Bernadette fue a contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que una jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción, declarado por el Papa Pío IX en 1854.

En la aparición del día 5 de abril, la niña permanece en éxtasis, sin quemarse por la vela que se consume entre sus manos.

El 16 de julio de 1858, la Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.

En el lugar se comenzó a construirse un Santuario, el Papa Pío IX le dio el titulo de Basílica en 1874. Las apariciones fueron declaradas auténticas el 18 de Enero 1862.

Lourdes es uno de los lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de personas acuden cada año y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas. La fiesta de Nuestra Señora de Lourdes se celebra el día de su primera aparición, el 11 de febrero.

El mensaje de la Virgen

El Mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse en los siguientes puntos:

1-Es un agradecimiento del cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.

2-Es una exaltación a la virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a Bernardita como instrumento de su mensaje.

3-Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.

4-Importancia de la oración, del rosario, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello); también, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y del cuidado de los enfermos.

EWTN

martes, 6 de febrero de 2018

3. LOS PECADOS CAPITALES por Eudaldo Forment

Duración 12:50 minutos

El amor bueno, en el noviazgo: Consejos (José Martí)




UN AMOR, si es BUENO:

- Lleva a Dios, al cumplimiento de su ley: favorece el acercamiento a Dios

- Es realista y sencillo: llama a las cosas por su nombre

- Es recíproco: se ama y se es amado

- Ama la verdad, lleva a la verdad, no se avergüenza, no miente.

- Es honrado y no cede cuando se trata de cosas fundamentales

- Busca el bien del otro, lo mejor para el otro, sabedor de que no hay verdadero bien si se da a Dios de lado.

- Respeta al otro

- Produce alegría.

- Es bello y es verdadero

- Sabe diferenciar entre el amor real y el amor que no es tal amor

- Abre los ojos, ve con claridad, no engaña al otro ni se engaña a sí mismo.

- Es libre, no está coaccionado por nadie a amar

- Es independiente y puro: el amor al otro no produce dependencia y contribuye al desarrollo de la personalidad de los que se aman.

Si no se da el amor bueno, lo mejor es entonces romper esa relación, sin miedo. Cortar dependencias que producen tristeza, porque separan de la fuente del amor. Cuando una puerta se cierra, otra se abre.

REFLEXIONES

UNO. Supongamos que yo estoy seguro de querer al otro, de mis sentimientos hacia él. Tengo detalles con él, pienso en él y me alegro cuando pienso en él, deseo estar con él, busco estar a su lado, etc. Todo esto es no sólo bueno, sino muy bueno, siempre que:

1. Me dé cuenta de que el otro no es Dios; y que no puedo depender de él, como si él me hubiera dado la vida y la existencia. Esa dependencia es negativa. Hace daño a la propia persona. Cierra horizontes en la vida.

2. Me dé cuenta de que en esa relación, como en cualquier relación, hay unas reglas básicas fundamentales, establecidas por Dios, con vistas a nuestro verdadero bien y a nuestra verdadera felicidad, que conviene conocer y aceptar con agradecimiento. Sólo respetando esas reglas es posible que el amor prospere y crezca. De lo contrario, disminuye y desaparece. Es preciso tener muy claro, por ejemplo, que las relaciones sexuales son para el matrimonio. De lo contrario, lo mejor es romper dicha relación, con carácter de auténtica urgencia. Aunque se sufra. ¡Cortar cuanto antes! Será un sufrimiento purificador, que hará crecer como persona, al crecer en el conocimiento y en la práctica del amor real.

DOS. ¿Qué ocurre con los sentimientos del otro hacia mí? ¿Cómo puedo yo saber si el otro me ama?

La respuesta es muy clara: mediante sus hechos más que las palabras. Los hechos son los que manifiestan el verdadero amor y que es de verdad el otro -y no mi yo egoísta- el que, de veras, me importa.

Si el otro me quiere, comenzará por lo básico en el amor, que es el respeto. Un respeto que conlleva el tener detalles, el procurar por todos los medios no ponerse en situaciones peligrosas que podrían dar lugar a relaciones que sólo son buenas en el matrimonio. Además, si el otro aspira al matrimonio, será realista, tendrá proyectos, ahorrará, etc. Dará la cara, a menos que le asuste el compromiso para toda la vida, etc.

No hay que cerrar los ojos ante los hechos, pues éstos son la respuesta a nuestro amor. Las palabras pueden engañar. Los hechos no mienten. Si no se da la reciprocidad en el amor, no hay tal amor. El amor es algo muy hermoso. Y no es bueno estropear esta palabra, desvirtuarla, llamando amor a lo que no lo es.

Sólo en el respeto a la ley de Dios es posible el amor verdadero. Si esto no se da, se trata de un falso amor. Y entonces, por el bien de los dos, lo mejor es dejarlo, radicalmente. El sufrimiento que esto puede producir no es nada en comparación con el sufrimiento –innecesario- que se produciría de continuar por esa senda equivocada que, además, (y eso es lo más grave) me alejaría de Dios.

José Martí
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