UN AMOR, si es BUENO:
- Lleva a Dios, al cumplimiento de su ley: favorece el acercamiento a Dios
- Es realista y sencillo: llama a las cosas por su nombre
- Es recíproco: se ama y se es amado
- Ama la verdad, lleva a la verdad, no se avergüenza, no miente.
- Es honrado y no cede cuando se trata de cosas fundamentales
- Busca el bien del otro, lo mejor para el otro, sabedor de que no hay verdadero bien si se da a Dios de lado.
- Respeta al otro
- Produce alegría.
- Es bello y es verdadero
- Sabe diferenciar entre el amor real y el amor que no es tal amor
- Abre los ojos, ve con claridad, no engaña al otro ni se engaña a sí mismo.
- Es libre, no está coaccionado por nadie a amar
- Es independiente y puro: el amor al otro no produce dependencia y contribuye al desarrollo de la personalidad de los que se aman.
Si no se da el amor bueno, lo mejor es entonces romper esa relación, sin miedo. Cortar dependencias que producen tristeza, porque separan de la fuente del amor. Cuando una puerta se cierra, otra se abre.
REFLEXIONES
UNO. Supongamos que yo estoy seguro de querer al otro, de mis sentimientos hacia él. Tengo detalles con él, pienso en él y me alegro cuando pienso en él, deseo estar con él, busco estar a su lado, etc. Todo esto es no sólo bueno, sino muy bueno, siempre que:
1. Me dé cuenta de que el otro no es Dios; y que no puedo depender de él, como si él me hubiera dado la vida y la existencia. Esa dependencia es negativa. Hace daño a la propia persona. Cierra horizontes en la vida.
2. Me dé cuenta de que en esa relación, como en cualquier relación, hay unas reglas básicas fundamentales, establecidas por Dios, con vistas a nuestro verdadero bien y a nuestra verdadera felicidad, que conviene conocer y aceptar con agradecimiento. Sólo respetando esas reglas es posible que el amor prospere y crezca. De lo contrario, disminuye y desaparece. Es preciso tener muy claro, por ejemplo, que las relaciones sexuales son para el matrimonio. De lo contrario, lo mejor es romper dicha relación, con carácter de auténtica urgencia. Aunque se sufra. ¡Cortar cuanto antes! Será un sufrimiento purificador, que hará crecer como persona, al crecer en el conocimiento y en la práctica del amor real.
DOS. ¿Qué ocurre con los sentimientos del otro hacia mí? ¿Cómo puedo yo saber si el otro me ama?
La respuesta es muy clara: mediante sus hechos más que las palabras. Los hechos son los que manifiestan el verdadero amor y que es de verdad el otro -y no mi yo egoísta- el que, de veras, me importa.
Si el otro me quiere, comenzará por lo básico en el amor, que es el respeto. Un respeto que conlleva el tener detalles, el procurar por todos los medios no ponerse en situaciones peligrosas que podrían dar lugar a relaciones que sólo son buenas en el matrimonio. Además, si el otro aspira al matrimonio, será realista, tendrá proyectos, ahorrará, etc. Dará la cara, a menos que le asuste el compromiso para toda la vida, etc.
No hay que cerrar los ojos ante los hechos, pues éstos son la respuesta a nuestro amor. Las palabras pueden engañar. Los hechos no mienten. Si no se da la reciprocidad en el amor, no hay tal amor. El amor es algo muy hermoso. Y no es bueno estropear esta palabra, desvirtuarla, llamando amor a lo que no lo es.
Sólo en el respeto a la ley de Dios es posible el amor verdadero. Si esto no se da, se trata de un falso amor. Y entonces, por el bien de los dos, lo mejor es dejarlo, radicalmente. El sufrimiento que esto puede producir no es nada en comparación con el sufrimiento –innecesario- que se produciría de continuar por esa senda equivocada que, además, (y eso es lo más grave) me alejaría de Dios.
José Martí
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