Los enamorados, como sabemos, viven pendientes siempre el uno del otro. El amor de enamoramiento es el mayor que nosotros, los humanos, somos capaces de imaginar. De ahí que Dios, que nos quiere tanto, nos haya manifestado, ya en el Antiguo Testamento, hasta qué extremo llega su amor con cada uno de nosotros, tomando como referencia el amor humano entre los esposos. Y lo ha hecho en ese libro poético de la Biblia que es el Cantar de los Cantares.
Según el padre Alfonso Gálvez, fundador de la Sociedad de Jesucristo Sacerdote, "aunque el amor humano conyugal no agota el contenido del amor, posee características y matices diversos de los otros modos de amar que lo hacen, precisamente por eso, el más apto de todos para describir lo que es un amor absoluto de intimidad, de entrega recíproca y de comunión de vidas en totalidad. Por lo demás, como el amor divino-humano es absoluto e inefable, el Cantar utiliza el lenguaje poético, que es el que emplea el hombre cuando intenta hablar de aquellas cosas que no puede terminar nunca de expresar. Lo inefable aquí empieza en el momento en que Dios, que pudo haber tenido con el hombre simples relaciones de amor, propias del Creador y su criatura, decide establecer con él las relaciones propias del amor perfecto" (Comentarios al Cantar de los Cantares Vol I, 1994)
Aunque todo el libro del Cantar refleja este enamoramiento personal de Dios con cada persona, yo he entresacado del mismo solo aquellos versículos en los que se habla expresamente de la mirada de amor entre esposa y Esposo.
El Esposo:
Paloma mía,
en los huecos de las peñas,
en los escondites de los riscos,
dame a ver tu rostro,
dame a oir tu voz,
que tu voz es suave,
y es amable tu rostro (Can 2,14)
¡Qué hermosa eres, amada mía,
qué hermosa eres!
Son palomas tus ojos
a través de tu velo (Cant 4,1)
Me robaste el corazón,
hermana mía, esposa,
prendiste mi corazón
en una de tus miradas (Cant 4,9)
Aparta ya de mí tus ojos
que me matan de amor (Cant 6,5)
En el caso de la esposa, en lo que se refiere a la mirada, propiamente dicha, esto es lo que he encontrado:
Es mi amado como la gacela o el cervatillo.
Vedle que está ya detrás de nuestros muros,
mirando por las ventanas,
atisbando por entre las celosías. (Cant 2,9)
Mi amado es puro y sonrosado,
se distingue entre millares.
Su cabeza es oro, oro fino;
sus cabellos, racimos de dátiles,
negros como el cuervo.
Sus ojos son como palomas
a la vera del agua,
bañadas en leche,
posadas en la orilla.(Cant 5, 10-12)
No obstante aparecen otras expresiones que suponen, implícitamente, esa mirada amorosa del amado.
La esposa:
Béseme con besos de su boca.
Más deliciosos que el vino son tus amores;
de aroma exquisito tus perfumes (Cant 1,2-3)
¡Qué hermoso eres, amado mío!
¡Qué gracioso!
Hasta nuestro lecho es una floresta (Cant 1,16)
¡La voz de mi amado!
Ya está aquí, ya viene,
saltando por los montes,
brincando por los cerros. (Cant 2,8)
Mi amado es para mí y yo para él;
él pastorea entre azucenas (Cant 2, 16)
Yo duermo, pero mi corazón vela.
La voz de mi amado llama a la puerta. (Cant 5,2)
Os conjuro, hijas de Jerusalén,
que, si encontráis a mi amado,
le digáis que desfallezco de amor. (Cant 5,8)
Yo soy de mi amado y mi amado es mío;
él pastorea entre azucenas. (Cant 6,3)
Yo soy para mi amado
y a mí tienden todos sus anhelos (Cant 7,11)
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