Me viene a la mente una expresión que escuché cuando era joven y que no entendí: alegría aun en las contrariedades. Siempre he pensado que las contrariedades (que suponen esfuerzo, dolor, negación de uno mismo, etc.) y la alegría eran cosas opuestas y, por lo tanto, irreconciliables. Así que me devanaba los sesos, intentando buscar una respuesta a esta cuestión: ¿Cómo es posible que se pudiera estar alegre aun en las contrariedades?. No terminaba de creer (y mucho menos entender) que tal cosa fuera posible... Es más: todavía hoy no lo acabo de entender del todo, aunque no sin cierta culpa por mi parte.
Y, sin embargo, resulta que... no sólo es posible tal conciliación sino que, de alguna manera, es precisamente gracias a las contrariedades como aprendemos a ser felices. Parece un disparate lo que acabo de decir... Tal vez mediante algún ejemplo podamos entenderlo, vosotros y yo mismo, ...,
Para ello vamos a realizar un experimento hipotético en el que compararemos las experiencias de cuatro personas que, inicialmente, se desconocen entre sí. Dos de ellas se conocieron en situaciones difíciles y muy duras, pero se ayudaron mutuamente a superar las dificultades a medida que éstas iban surgiendo, incluso a costa de realizar grandes sacrificios, tanto la una como la otra. Las otras dos personas, en cambio, se conocieron en unas circunstancias completamente diferentes y, además, mucho más agradables. De hecho, coincidieron en varias fiestas, en casinos y en discotecas ... y se rieron, jugaron y bailaron al son de la música. ¡Vamos, que se lo pasaron estupendamente!
¿Por cuál de las dos experiencias os gustaría pasar? Está claro que por la segunda. Si me decís otra cosa, mentiríais como bellacos. Pues bien: Aun siendo eso así, que lo es, a mí no me cabe la menor duda (¡no sé a vosotros!) de que entre las dos primeras surgió una profunda amistad, mientras que es muy probable, por lo que atestigua la experiencia de aquellos que han vivido mucho y saben mucho (¡los viejos!) que las segundas estuvieron viéndose sólo unos pocos días y al principio: luego cada una siguió su propio camino. ¿Por qué saco esta conclusión?
El razonamiento que hago es el siguiente: Dado que la alegría va siempre unida a la amistad (alegría tanto mayor cuanto más grande sea la amistad). Dado que las dos primeras personas llegaron a ser muy amigas, precisamente compartiendo juntas momentos muy duros y muy difíciles. Y dado que las otras dos que, aunque se lo habían pasado muy bien juntas compartiendo situaciones placenteras, no llegaron a entablar una amistad duradera... con estas premisas parece que la conclusión se impone por sí misma: las contrariedades compartidas, unen mucho más a las personas que la ausencia de esas contrariedades... aunque parezca mentira. De ahí la alegría que experimentan las dos primeras cuando se ven (alegría consecuencia de la amistad que surgió entre ellas cuando compartieron juntas pruebas muy duras); alegría que no se dio, ni podía darse, en el caso de las otras dos. Es cierto que estas últimas se lo pasaron muy bien durante un cierto tiempo, pero en eso quedó todo ... acabando por olvidarse y viviendo cada una su propia vida. Así es como funcionamos. Es verdad que esto es una historia imaginada. Pero el que haya vivido un poco (incluso el que no haya vivido tanto, pero razone bien) sabe perfectamente que tengo mucha razón en lo que estoy diciendo.
(Continuará)
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