Se poseen escasos datos sobre la vida de este santo. Por Genadio sabemos que era de origen francés y sacerdote en el monasterio de la isla de Lerins (llamada hoy de San Honorado). Docto en las Sagradas Escrituras y en el conocimiento de los Dogmas, compuso un tratado contra los herejes. Muere en el reinado de Teodosio y Valentinian, hacia el año 445. Su obra más importante es el Conmonitorio, que está escrito tres años después del Concilio de Éfeso, es decir, el año 434.
El Conmonitorio es un pequeño libro, lleno de vigor y ciencia, que ha atraído la atención de los estudiosos, sobre todo a partir del siglo XVI. Sus afirmaciones han sido muy tenidas en cuenta en momentos de confusión doctrinal, porque en él se encuentra respuesta ante los riesgos de escepticismo y de relativismo teológico.
En esta obra, San Vicente de Lerins se propuso facilitar, con ejemplos de la Tradición y de la historia de la Iglesia, los criterios para conservar intacta la verdad católica.
No recurre a un método complicado. Las reglas que ofrece para distinguir la verdad del error pueden ser conocidas y aplicadas por todos los cristianos de todos los tiempos, pues se resumen en una exquisita fidelidad a la Tradición viva de la Iglesia.
El Conmonitorio constituye una joya de la literatura patrística. Su enseñanza fundamental es que los cristianos han de creer quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus: sólo y todo cuanto fue creído siempre, por todos y en todas partes. Varios Papas y Concilios han confirmado con su autoridad la validez perenne de esta regla de fe. Sigue siendo plenamente actual este pequeño libro escrito en una isla del sur de Francia, hace más de quince siglos.
Los temas clave del Conmonitorio son la fidelidad a la Tradición y el progreso dogmático.
a) Doctrina sobre la Tradición
Según san Vicente de Lerins, quien hace referencia a la lectura de los Santos Padres que le han precedido, para discernir la verdad de la fe católica de la falsedad de la malicia herética, hay que acudir, primero a la autoridad de la Ley divina (la Sagrada Escritura) y luego a la Tradición de la Iglesia católica. El término católico, que significa universal, hay que entenderlo en toda la riqueza de su contenido; es decir, universal en el tiempo ( siempre) y universal en el espacio (en todas partes).
Así lo expresa: "En la misma Iglesia católica es necesario velar con gran esmero para que profesemos como verdadero aquello que ha sido creído en todos los lugares, siempre y por todos. La expresión suena mejor en latín: "Quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus creditum est".
La Revelación no es obra humana sino de Dios; y la doctrina es un tesoro que Dios ha confiado a su Iglesia: por eso tiene, esencialmente, carácter de depósito que la Iglesia debe transmitir íntegramente a todas las generaciones. Esto decía San Pablo a Timoteo: "Guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 6, 20-21). Y dice San Vicente de Lerins en el número 22 del Conmonitorio, con relación a ese párrafo del apóstol san Pablo:
"Este grito es el grito de alguien que sabe y que ama. Preveía los errores que iban a surgir y se dolía de ello enormemente. ¿Quién es hoy Timoteo sino la Iglesia Universal, en general, y de modo particular, el cuerpo de los Obispos quienes -ellos principalmente- deben poseer un conocimiento puro de la religión cristiana y, además, transmitirlo a los demás?"
"¿Y qué quiere decir 'guarda el depósito'? Pues "estáte atento a los ladrones y a los enemigos; no suceda que mientras todos duermen, vengan a escondidas a sembrar la cizaña en medio del buen grano que el Hijo del hombre ha sembrado en su campo" (cfr Mt 13, 24-30)
"Pero, ¿qué es el depósito? Es aquello que debes creer, no lo que has encontrado tú; lo que recibiste, no lo que tú pensaste; lo que es fruto de la doctrina, no de tu ingenio personal; lo que no está reservado para tu uso privado sino que pertenece a una tradición pública. Algo que ha llegado hasta tí, pero que tú no has producido; no puedes comportarte como si fueras su autor, sino su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado sino que eres su discípulo; no te corresponde dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo".
Y más adelante: "Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a tí y transmitir. Has recibido oro, devuelve oro. No puedo admitir que sustituyas una cosa por otra. Tú no puedes, desvergonzadamente, sustituir el oro por plomo; o tratar de engañar, dando bronce en lugar de metal precioso. Quiero oro puro y no algo que sólo tenga su apariencia".
Acaba este número 22 diciendo: "Pero has de estar atento a enseñar solamente lo que has aprendido; no suceda que por buscar maneras nuevas de decir la doctrina de siempre, acabes por decir, también, cosas nuevas"
La descripción con respecto a lo que está pasando hoy en día es perfecta.
b) El progreso dogmático
Sobre esto habla San Vicente de Lerins en el número 23 de su Conmonitorio. Dice así:
"Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es, entonces, posible en la Iglesia de Cristo? Ciertamente que debe de haber progreso, ¡y grandísimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso en la fe y no de cambio. Es característica del progreso el que una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a sí misma. Por el contrario, es propio del cambio que una cosa se transforme en otra".
"Conviene, pues, que crezca la inteligencia, la ciencia, la sabiduría de todos y cada uno, tanto de un solo hombre como de la Iglesia entera, a través de las épocas y los siglos; pero permaneciendo siempre en su género; es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma significación" (Esta frase fue recogida en el Concilio Vaticano I y también por san Pío X en el juramento antimodernista: In modem dogma, modem censo, eademque sententia)
"Si se concediese, aunque fuera para una sola vez, permiso para cualquier mutación impía, no me atrevo a decir el gran peligro que correría la religión de ser destruida y aniquilada para siempre. Si se cede en cualquier punto del dogma católico, después será necesario ceder en otro, y después en otro más, y así hasta que tales abdicaciones se conviertan en algo normal y lícito. Y una vez que se ha metido la mano para rechazar el dogma pedazo a pedazo, ¿qué sucederá, al final, sino repudiarlo en su totalidad?" (¿Qué es, si no, lo que está ocurriendo ahora al consentir que, en determinados casos, los católicos divorciados y vueltos a casar por lo civil, puedan recibir la sagrada comunión?)
Alguien podría pensar, según esto, que no son posibles nuevas definiciones dogmáticas, como lo han sido el dogma de la Inmaculada Concepción, la Infalibilidad papal cuando habla "ex cathedra" y la asunción de la virgen María en cuerpo y alma a los cielos, por poner algunos ejemplos que se me ocurren.
Y, sin embargo, hay respuesta también para esta pregunta. Dice así san Vicente de Lerins:
"En realidad, ¿qué fines se propuso obtener siempre la Iglesia con los decretos conciliares, si no ha sido el que se crea con mayor conocimiento lo que antes ya se creía con sencillez; que se predique con mayor insistencia lo que antes ya se predicaba con menor empeño; que se venere con mayor solicitud lo que antes se honraba con demasiada calma? Esto y no otra cosa es lo que ha hecho siempre la Iglesia con los Decretos de los Concilios (...): transmitir a la posteridad, en documentos escritos, lo que había recibido de nuestros Padres mediante sólo la Tradición (...) especificar con términos nuevos y apropiados una doctrina no nueva"
A este respecto, el cardenal Franzelin, en su Tractatus de Divina Traditione et Scriptura (2 ª ed, Roma, 1875, 195-296), hacía notar algo que es obvio si se toma en serio lo que el mismo Conmonitorio dice en el capítulo 23 sobre el desarrollo del dogma: que la expresión "quod semper, quod ubique, quod ab omnibus" no debe tomarse en sentido exclusivo, sino afirmativo, pues no puede olvidarse que "algún capítulo de la Doctrina puede estar contenido en la Revelación objetiva y puede, también, con el paso del tiempo, hecha la suficiente explicación y proposición, pertenecer a las verdades que deben ser creídas necesariamente con fe católica porque, aunque siempre estuviese contenido en el depósito de la Revelación, sin embargo, no fue creído explícitamente siempre, en todas partes y por todos"
José Martí
Bibliografía usada:
1. GER, Tomo XXIII, págs 483-484
2. Adelante la Fe: Reglas para distinguir la verdad católica del error. Contiene enlace al contenido completo del Conmonitorio
3. "El progreso del dogma cristiano" del padre Santiago González
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