sábado, 24 de septiembre de 2016

El Conmonitorio a cámara lenta (25): LOS HEREJES RECURREN A LA ESCRITURA



25. Mas alguien se dirá: ¿es que quizá los herejes no se sirven de los testimonios de la Sagrada Escritura? Ciertamente que se sirven ¡Y con cuánta apasionada vehemencia!

Se les ve pasar de un libro a otro de la Ley Santa: desde Moisés a los libros de los Reyes, desde los Salmos a los Apóstoles, desde los Evangelios a los Profetas. En sus asambleas, con los extraños, en privado, en público, en los discursos y en los escritos, durante las comidas y en las plazas públicas, es raro que mantengan alguna cosa si antes no la han revestido con la autoridad de la Sagrada Escritura.

Basta con leer las obras de Pablo de Samosata (ver NOTA final) de Prisciliano, de Eunomio, de Joviniano y de todas las otras pestes; inmediatamente se nota el cúmulo infinito de textos bíblicos: casi no hay página que no esté coloreada y acicalada con citas del Antiguo y del Nuevo Testamento.

Mas es tanto más necesario estar en guardia y temerles cuando más buscan ocultarse y esconderse bajo la sombra de la Ley Divina.

Efectivamente, saben que sus exhalaciones pestilentes, desnudas y directas, no encontrarían el favor de nadie; por eso las perfuman con el aroma de la palabra celestial, ya que quien fácilmente rechazaría un error humano no está dispuesto a despreciar con  tanta facilidad los oráculos divinos.

Hacen lo que aquellos que, para suavizar la amargura de las medicinas destinadas a los niños, untan de miel el borde del vaso; los niños con la ingenua sencillez de su edad, una vez que han probado el dulce, se tragan sin sospecha ni temor también lo amargo. De la misma manera actúan quienes enmascaran con nombres medicinales hierbas nocivas y jugos venenosos, para que nadie, al leer la etiqueta, pueda sospechar que se trata de venenos y que no son remedios para dar salud.

A este propósito el Salvador gritaba: Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos feroces (Mt. 7, 15) ¿Qué otra cosa son esas pieles de ovejas sino las palabras de los Profetas y de los Apóstoles, con las cuales estos mismos, con mansa sencillez, han revestido como un velo al Cordero inmaculado que quita el pecado del mundo? ¿Quiénes son, en cambio los lobos voraces, sino las doctrinas salvajes y rabiosas de los herejes, que infectan el redil de la Iglesia, para desgarrar, de la mejor manera posible, el rebaño de Cristo?

Para sorprender más fácilmente a las incautas ovejas, enmascaran su aspecto de lobos, aunque conservando su ferocidad, arropándose con frases de la ley Divina como con un velo, con el fin de que, al sentir la blandura de la lana, las ovejas no sospechen de sus dientes agudos.

Pero, ¿qué nos dice el Salvador?: Por sus frutos los conoceréis  (Mt. 7, 16). Es decir, cuando ya no queden satisfechos con citar y predicar las palabras divinas, sino que empiecen a explicarlas y a comentarlas, entonces se pondrá de manifiesto su amargura, su aspereza y su rabia; entonces se esparcirá un nuevo hedor y aparecerán las novedades impías; entonces se verá por primera vez el seto arrancado (Eclesiastés 10, 8) y trasladados los linderos puestos por los padres (Prov 22, 28); ultrajada la fe católica y el dogma de la Iglesia hecho pedazos.

Personas de esta ralea eran las fustigadas por el Apóstol en su segunda carta a los corintios: Estos falsos apóstoles son operarios engañosos, que se disfrazan de Apóstoles de Cristo (2 Cor 11, 13).

¿Qué significa: «se disfrazan de Apóstoles de Cristo»?

- Los Apóstoles citaban textos de la Ley Divina, y aquellos hacían lo mismo; los Apóstoles se apoyaban en la autoridad de los Salmos y de los Profetas, y aquellos lo mismo.
- Pero cuando empezaron a interpretar de manera diferente los mismos textos, entonces se distinguieron los sinceros de los falsarios, los genuinos de los artificiales, los rectos de los perversos, en una palabra, los verdaderos Apóstoles de los falsos.

Y no es de extrañar -explica San Pablo-: pues el mismo Satanás se transforma en ángel de luz. Así no es mucho que sus ministros se transfiguren en ministros de justicia (2 Cor 11, 14-15).

Según la enseñanza del Apóstol, cada vez que los falsos apóstoles, los falsos profetas, los falsos doctores citan pasajes de la Ley Divina con los cuales, interpretándolos mal, intentan apuntalar sus errores, no cabe duda de que siguen la táctica pérfida de su autor y maestro, el cual ciertamente no la habría usado, si no hubiera comprendido que no hay mejor camino para inducir a engaño a los fieles, que introducir fraudulentamente un error cubriéndolo con la autoridad de las palabras divinas.

NOTA        
                                          
Pablo de Samosata: Fue gobernador y tesorero de la reina Zenobia de Palmira. En el año 260 fue consagrado obispo de Antioquía. No reconocía tres Personas en Dios, y negaba la Encarnación diciendo que Jesús era superior a Moisés y los profetas, pero no era el Verbo: era un hombre igual que nosotros, pero mejor en todos los aspectos. Un concilio del año 268, celebrado en Antioquía, condenó su doctrina y lo depuso de su sede.

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