martes, 13 de septiembre de 2016

El Conmonitorio a cámara lenta: EL ESCÁNDALO DE TERTULIANO (18) y FUNCIÓN PROVIDENCIAL DE ESTOS EJEMPLOS (19)




18. Lo mismo ocurrió con Tertuliano, el cual fue el más grande entre nuestros latinos, como Orígenes lo fue entre los griegos.  ¿Quién fue más docto que él, quién más experto tanto en las cosas divinas como en las humanas?

Con la maravillosa capacidad de su mente se paseaba por el conocimiento de toda la filosofía, de las escuelas filosóficas, de sus fundadores y seguidores, de todas sus disciplinas, de la historia y de las más variadas ramas del saber.

Dotado de un ingenio fuerte y profundo, no había dificultad que se propusiera resolver y que no superase y conquistase con su inteligencia aguda y poderosa.  ¿Quién sería capaz de alabar, como se debe, la estructura y el estilo de sus composiciones? Todo está en ellas concatenado con tal necesidad lógica, que obliga a asentir con él a aquellos a quienes no consigue convencer.

Se puede decir que en él cada palabra es una sentencia, cada afirmación una victoria.  Saben muy bien esto los discípulos de Marción, de Apeles, de Praxeas, de Hermógenes, los judíos, los paganos, los gnósticos y todos los demás, cuyas blasfemias fulminó, demolió y destruyó con sus muchos y poderosos libros.

Sin embargo, también él, ese Tertuliano que había llevado a cabo todas estas cosas, por haber sido poco tenaz en apegarse al dogma católico, o sea, a la fe antigua y universal,  más elocuente que profundo, al final cambió sus ideas -como dice de él el bienaventurado confesor Hilario  «... con ese error final privó de toda autoridad a sus alabados escritos».

Así pues, también él fue para la Iglesia ocasión de gran tentación. No quiero añadir más, sino sólo recordar que por haber afirmado, sin tener en cuenta el precepto de Moisés, que las nuevas furias de Montano, surgidas en la Iglesia, y las locas fantasmagorías de mujeres, delirantes de nuevos dogmas, eran verdaderas profecías, mereció que de él y de sus escritos se dijera: «Si en medio de ti se levanta un profeta ..., no escuches las palabras de ese profeta». ¿Por qué? «Porque te está probando Yahvé, tu Dios, para ver si le amas o no».

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19. El número y la importancia de estos ejemplos eclesiásticos, y de muchos otros del mismo género, no puede dejar de hacernos prudentes, y nos muestran a una luz más clara que la del sol que, según lo que nos dice el Deuteronomio, si un doctor se desvía de la fe, es la Providencia de Dios la que lo permite, para ver si amamos a Dios con todo el corazón y con toda nuestra alma.

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ALGUNAS ACLARACIONES SOBRE PERSONAJES Y TÉRMINOS USADOS:
                                                     
Tertuliano:

Quinto Septimio Florente Tertuliano nació en Cartago hacia el año 160. Estaba dotado de un ingenio agudo y de una inteligencia penetrante, a cuyo servicio ponía una elocuencia llena de agilidad y atractivo; fue uno de los escritores latinos eclesiásticos de más originalidad y de mayor personalidad. Sus escritos y su oratoria están llenos de una fuerza que arrastra, cuajados de frases magistrales, con un estilo conciso y sustancioso; muchas de esas frases se han hecho célebres: «el alma naturalmente cristiana»; «la sangre de los mártires es semilla de cristianos»; «somos de ayer y lo llenamos todo», etc.

La obra más importante de Tertuliano es el Apologeticum, dirigido a los prefectos de las provincias del Imperio Romano, en defensa de los cristianos, que eran juzgados y condenados por el solo crimen de llamarse cristianos; no pide para ellos perdón, pues no tienen que ser perdonados de nada, sino justicia.

Muchas de sus obras se han perdido, y solamente se conservan treinta y una de ellas. Su temperamento austero, apasionado y nada conciliador lo arrastró hacia la secta de los montanistas. Murió en Cartago a edad muy avanzada, seguramente después del año 220.

Marción

Marción fue el representante más notable del Gnosticismo cristiano, que con él alcanzó el máximo grado de peligrosidad para el Cristianismo y la Iglesia.

Había nacido en el Ponto y era hijo del obispo de Sínope. Excomulgado por su propio padre, hizo fortuna en negocios navieros y el año 140 llegó a Roma, donde fue acogido por la comunidad cristiana, a la que entregó un importante donativo. Cuatro años más tarde abandonaba esa iglesia para fundar no ya una escuela, según acostumbraban otros maestros de la secta, sino una contra iglesia, que fue durante siglos depositaria de doctrinas gnósticas.

La iglesia marcionita, tanto en su organización como en su liturgia, trató de imitar a la Iglesia Católica. La base de la doctrina de Marción era la absoluta oposición que pretendía ver entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Según él, bajo ningún aspecto podía éste considerarse como continuación y plenitud del Antiguo, puesto que existía una radical incompatibilidad entre el mensaje transmitido por el uno y el otro. Nada podía haber en común entre el Mesías guerrero profetizado por el Viejo Testamento y Jesús; no podía ser uno mismo el Dios bueno y misericordioso del Nuevo Testamento, y el Dios creador y justiciero de la Antigua Ley.

De ahí que, según Marción, este último, Yahvé, fuese el Demiurgo, autor del mundo visible, mientras que el Dios bueno y verdadero, desconocido hasta entonces, se habría revelado  enviando a su Espíritu -Jesucristo-, que trajo a los  hombres el evangelio del amor de Dios y la redención.

Praxeas:

A fines del siglo II, la herejía conocida con el nombre de monarquianismo enseñó que en Dios no hay más que una persona -lo cual hizo exclamar a Tertuliano: «monarquiam habemus»-. Pronto esta herejía se dividió en dos ramas:

 (a) El monarquianismo adopcionista, que dice que Cristo es puro hombre, aunque nacido sobrenaturalmente de la Virgen María por obra del Espíritu Santo, y en el bautismo Dios lo dotó de un poder divino particular y lo adoptó como hijo.
(b) El monarquianismo modalístico, que también se llama patripasionismo. Esta doctrina mantiene la verdadera divinidad de Cristo, pero enseña que fue el Padre quien se hizo hombre en Jesucristo y padeció por nosotros.

Praxeas fue partidario de esta última postura. Tertuliano lo combatió con su escrito Adversus Praxeam.

Hermógenes

Era pintor y gnóstico; llegó a Cartago desde Siria. Opinaba que la materia era eterna, igual a Dios, así admitía dos dioses. Según Tertuliano, que le combatió en el libro Contra Hermógenes, esta doctrina la dedujo de la filosofía de los paganos, y dice de él: «Coloca la materia en el mismo nivel que Dios, como si hubiera existido desde siempre, sin haber nacido ni haber sido creada. Según él, no habría tenido ni principio ni fin. Dios se habría servido luego de ella para crear todas las cosas». No fue Tertuliano el primero que escribió contra él, pues ya Teófilo de Antioquía le precedió con su obra Contra la herejía de Hermógenes, libro que se ha perdido.

Gnosticismo

El Gnosticismo era como una gran corriente de ideas y de intuiciones religiosas de diversa procedencia, aunadas por la tendencia sincretista que tanto auge alcanzó en los últimos siglos de la Antigüedad. El punto de arranque de esa corriente lo constituía el anhelo de resolver el problema del mal

¿Cómo encontrar el conocimiento perfecto, la verdadera ciencia que diese la clave del enigma del mundo y de la presencia del mal en el mundo, que aclarase el sentido de la existencia humana?

Las doctrinas gnósticas daban unas respuestas a estos interrogantes, cuyo sentido general era que existía un Dios supremo y, por debajo de él, una multitud de «eones», seres semidivinos que formaban con Aquél el Pleroma, el mundo superior y luminoso del Dios verdadero. Nuestro mundo material e imperfecto, donde reside el mal, no sería obra del Dios supremo, sino de un ser creador, el Demiurgo, que ejercía el dominio sobre su obra.

En este mundo creado se encontraba desterrado el hombre, la obra maestra del Demiurgo, pero en el que late una centella de la suprema Divinidad. De ahí el impulso que el hombre siente en lo más íntimo de su ser a unirse con el Dios sumo y verdadero. Tan sólo la «gnosis», el conocimiento perfecto de Dios y de sí mismo permitiría al hombre liberarse de los malignos poderes mundanales y alcanzar el universo luminoso, el Pleroma del Dios Padre y Primer Principio

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