domingo, 9 de octubre de 2016

El Conmonitorio a cámara lenta (30):LOS PADRES CITADOS EN ÉFESO


 30. He aquí, pues, los nombres de aquellos cuyos escritos fueron citados en aquel Concilio como jueces y testigos.

San Pedro, obispo de Alejandría, doctor insigne y mártir (1) ; San Atanasio, obispo de la misma ciudad, maestro fidelísimo y confesor eximio (2); San Teófilo, también él obispo de Alejandría, célebre por su fe, vida y ciencia (3); su sucesor, el venerable Cirilo, que actualmente ilustra la iglesia alejandrina (4).

Y para que no se pensara que aquélla era la doctrina de una sola ciudad o de una sola provincia, se recurrió también a las celebérrimas luminarias de Capadocia: San Gregorio, obispo de Nazancio y confesor (5); San Basilio, obispo de Cesárea de Capadocia y confesor (6); el otro Gregorio, obispo de Nisa, por fe, costumbres y sabiduría realmente digno de su hermano Basilio (7).

Además, para demostrar que no sólo Grecia y Oriente, sino también Occidente, el mundo latino, había mantenido siempre la misma fe, fueron leídas algunas cartas de San Félix Mártir (8) y de San Julio (9), obispos de la ciudad de Roma.

Pero no solamente la cabeza del mundo, también las partes secundarias proporcionaron su testimonio a aquella sentencia. De los meridionales fue citado el beatísimo Cipriano, obispo de Cartago y mártir; de las tierras del Norte, San Ambrosio (10), obispo de Milán y confesor.

Estos fueron los que en Éfeso, según el número sagrado del Decálogo, fueron invocados como maestros, consejeros, testigos y jueces. Manteniendo su doctrina, siguiendo su consejo, creyendo su testimonio, obedeciendo su juicio, aquel santo sínodo se pronunció sobre las reglas de la fe, sin odio, presunción ni condescendencia alguna. Sin duda se habría podido citar un número mayor de Padres, pero no fue necesario. No era, en efecto, conveniente ocupar el tiempo en una multitud de textos, desde el momento en que nadie dudaba de que la opinión de aquellos diez era la de todos los demás colegas

(1) San Pedro de Alejandría: Fue elevado a la sede de Alejandría hacia el año 300, probablemente después de haber sido director de la Escuela de esa ciudad. Tuvo que abandonar su diócesis durante la persecución de Diocleciano y murió mártir el año 311. De sus escritos sólo se conservan pequeños fragmentos de sus cartas y tratados teológicos.

(2) San Atanasio: La historia del Dogma en el siglo IV tuvo como uno de sus grandes forjadores a San Atanasio (295-373). Su existencia heroica discurrió en medio del fragor del incesante combate doctrinal, que en repetidas ocasiones le acarreó la persecución y el destierro. Atanasio es el símbolo de la ortodoxia católica frente al Arrianismo, y nadie podría serlo con mejor derecho, porque toda su vida y su obra las consagró apasionadamente a ese gran empeño. Como teólogo, su doctrina fundamental es la defensa del Hijo consustancial -homoousios- al Padre, que contribuyó a hacer prevalecer en el Concilio de Nicea (325) y expuso después ampliamente en su principal obra dogmática, los tres "Discursos contra los Arrianos" . San Atanasio, al explicar la naturaleza y la generación del Verbo, puso las bases del futuro desarrollo de la doctrina trinitaria. Pero la atención prestada a la Teología de la Trinidad, entonces en primer plano, no le impidió abordar cuestiones propiamente cristológicas, que pronto alcanzarían vivísima actualidad. Atanasio jugó también un papel preponderante en la propagación del ascetismo cristiano, gracias a su "Vida de san Antonio", que se difundió ampliamente y consiguió enorme éxito.

(3) San Teófilo era tío de san Cirilo, a quien sucedió en el patriarcado de Alejandría. De sus obras se ha perdido prácticamente todo, pues sólo se conservan algunas cartas y unos cuantos fragmentos de otros escritos. Su doctrina era perfectamente ortodoxa y por eso fue citado en Éfeso.

(4) El nombre de San Cirilo de Alejandría está inseparablemente unido a las disputas cristológicas del siglo V y a la historia de la Mariología. Frente a la doctrina nestoriana de la existencia en Cristo de dos personas separadas, Cirilo afirmó la unión hipostática y la única Persona de Cristo; frente a la negativa de Nestorio y de ciertos antioquenos a confesar la Maternidad divina de María, madre tan solo, según ellos, del hombre Cristo, Cirilo, haciendo uso de la expresión empleada ya por los dos Gregorios de Nacianzo y de Nisa, designó a María con el título de Theotokos -Madre de Dios- y promovió la sanción oficial de esta doctrina en el Concilio de Éfeso (año 431)

(5) San Gregorio de Nacianzo: Ver San Basilio

(6) San Basilio: La batalla doctrinal del Arrianismo, combatida en sus momentos más duros por San Atanasio, fue definitivamente vencida gracias, sobre todo, a tres Padres del Asia Menor, estrechamente vinculados entre sí, que la fama ha bautizado con el título común de «los grandes Capadocios»: los hermanos Basilio de Cesárea (330-79) y Gregorio de Nisa (335- 94?) y su amigo Gregorio de Nacianzo (328/29-89/90). Los tres desarrollaron su principal actividad en la segunda mitad del siglo IV. Y aunque eran muy distintos por su personalidad y temperamento, estuvieron estrechamente unidos en la doctrina y servicio de la Iglesia.

San Basilio, al que se apellidó el «Grande», fue un eminente hombre de gobierno, legislador monástico y, desde el año 370, obispo de Cesárea. Sus escritos sobre la Teología de la Trinidad fueron muy importantes, porque de una parte refutaron categóricamente el Arrianismo puro, representado por Eunomio, y por otra, al esclarecer algunos conceptos teológicos fundamentales, abrieron el camino para que los semi-arrianos fueran nuevamente atraídos a la Iglesia y la doctrina trinitaria de Nicea se aceptara universalmente en el Concilio I de Constantinopla (381).

Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa, obispos también, carecían sin embargo de las dotes pastorales de Basilio, y el primero renunció a la sede constantinopolitana, después de un breve pontificado. Fueron, en cambio, grandes teólogos, especialmente el Niseno, y en cuanto tales hicieron avanzar sobre manera la doctrina de la Trinidad y sostuvieron de modo expreso la divinidad del Espíritu Santo, proclamada por el Concilio I de Constantinopla (381). Su doctrina cristológica preparó también el camino a las futuras definiciones dogmáticas del siglo V.

(7) San Gregorio de Nisa: Ver San Basilio.

(8) San Félix I: Fue obispo de Roma del 269 al 274. Las Actas del Concilio de Éfeso contienen un extracto de una carta del Papa Félix al obispo Máximo de Alejandría y a su clero. Trata de la divinidad y perfecta humanidad de Cristo. Además se conservan dos fragmentos sobre la naturaleza de Cristo, que se atribuyen al Papa Félix, pero se ha demostrado que tanto la carta citada en Éfeso como el fragmento más pequeño de los referidos son una falsificación hecha por los apolinaristas.

(9) San Julio: Fue obispo de Roma durante los años 337 al 352

(10) San Ambrosio: La serie de los grandes Padres occidentales se abre propiamente con San Ambrosio, gobernador primero y luego obispo de Milán (333-397). San Ambrosio fue, sin duda, uno de los hombres más influyentes de su época, que vivió en el epicentro mismo de la historia de aquel tiempo y actuó como protagonista en varios episodios trascendentales. Por eso su importancia deriva, mucho más que de sus escritos, de su personalidad y de sus obras memorables. Ambrosio influyó poderosamente en la conversión de San Agustín; y en las difíciles circunstancias por las que atravesaba el Imperio Romano le tocó respaldar, con su ayuda y su consejo, a varios emperadores; a Graciano, que le veneraba como a un padre; a Valentiniano II, asesinado a los veinte años, cuyas exequias celebró en el 392; a Teodosio, a quien tuvo que excomulgar por un pecado de gobernante, la matanza de Tesalónica, pero que fue su amigo y a cuya muerte pronunció la oración fúnebre. El prestigio de san Ambrosio fue tanto que trascendió hasta lejanas Iglesias; y se comunicó a su propia sede de Milán -la Iglesia ambrosiana- una posición de preponderancia en toda la Italia del norte.

NOTA: San Vicente da los nombres de sólo diez Padres citados en el Concilio de Éfeso, aunque también fueron citados Atico de Constantinopla y San Anfiloquio de Iconio; al reducir los nombres a diez, San Vicente se deja llevar por el simbolismo imperante todavía en su época: así el número de los Padres citados coincide con el número diez de los Mandamientos.

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