FUENTE: ADELANTE LA FE (SÍ, SÍ; NO, NO)
[Esta última parte sobre la misa incluye notas a pie de página relativas a todo el escrito]
Responder a la Misa dialogada y seguir los gestos del Sacerdote sin conocer la naturaleza y los cuatro fines de la Misa y, por lo tanto, no ofreciéndola por estos fines, es un modo totalmente inadecuado de participar en la Misa.
Se puede contemplar la escena del Calvario mientras se celebra o se asiste a la Misa.
(1º) Las oraciones al pie del Altar: Jesús ora en Getsemaní, viendo la Pasión próxima que le viene y los pecados de la humanidad, entra en agonía, suda sangre; unámonos íntimamente con sus sentimientos de dolor por el pecado y de dar gloria a Dios, uniformándonos a Su Voluntad.
(2º) La Antífona al Introito: los Apóstoles huyen y dejan a Jesús en manos de sus enemigos; pidamos a Jesús la gracia de no huir ante sus enemigos y de poder resistir frente a las persecuciones e incluso el martirio.
(3º) Lectura de la Epístola y del Evangelio: contemplamos a Jesús humillado y vejado en los tribunales de Pilato y de Herodes; pidamos la fuerza de no temer las críticas, las calumnias, las persecuciones que nos vienen de los tribunales humanos, sino pensar solamente en el Sumo Juez, Nuestro Señor Jesucristo, ante el cual compareceremos en la hora de nuestra muerte.
(4º) El Ofertorio: ofreciendo la patena con la hostia y el cáliz con el vino pensemos en la flagelación del Cuerpo de Jesús y en la coronación de espinas de Su Cabeza; pidamos la gracia de mortificar nuestro cuerpo, los pensamientos y someter nuestra inteligencia y nuestra voluntad a la divina Revelación y a la Ley de Dios.
(5º) El Canon: Jesús inicia el Via Crucis, abraza la Cruz por nosotros y para salvarnos del pecado; pidamos la fuerza de llevar nuestra cruz junto a Jesús.
(6º) El Hanc Igitur: Jesús es colocado en la Cruz y clavan sus manos; pidamos la gracia de no ofender jamás a Jesús y de permanecer siempre unidos a El con la gracia santificante.
(7º) La Consagración del pan y del vino: se renueva la Muerte de Jesús de manera incruenta, pero el valor infinito de los méritos que el Señor ganó derramando cruentamente su Sangre nos es aplicado realmente. Recojámonos lo más intensamente posible para que su Sangre divina nos purifique y nos una siempre más íntimamente a Él.
(8º) El Pater Noster: Jesús muere por nosotros, démosle gracias, pidamos el don de vivir y morir unidos a Él para ir al Cielo donde está sentado glorioso y triunfante.
(9º) La Comunión sacramental del Cuerpo y Sangre de Jesús: Jesús es colocado en el sepulcro, el Holocausto se ha cumplido. Pidamos hacer de nuestra vida un continuo holocausto (en unión con el de Jesús) de nuestro amor propio y unirnos perfectamente a Él mortificando al hombre viejo con todas sus concupiscencias.
De esta manera:
-Revivamos durante la Misa el Sacrificio de la Cruz
-Compartamos los sentimientos de Jesús
-Pidamos las gracias correspondientes a cada fase de su Via Crucis
-Evitemos las distracciones
-Y, sobre todo, ofrezcamos la Misa por los cuatro fines para los cuales Nuestro Señor ofreció su Sacrificio al Padre.
Nuestra Misa será vivida verdaderamente en el Espíritu del Sacrificio de Cristo y nos dará todas las gracias que necesitamos de manera tan copiosa como perfecta haya sido nuestra identificación con Cristo Sacerdote y Víctima (cfr. P. Guéranger, La Santa Messa, tr. it., Suore Francescane dell’Immacolata, Città di Castello (PG), 2008). Per Crucem ad Lucem!
-Revivamos durante la Misa el Sacrificio de la Cruz
-Compartamos los sentimientos de Jesús
-Pidamos las gracias correspondientes a cada fase de su Via Crucis
-Evitemos las distracciones
-Y, sobre todo, ofrezcamos la Misa por los cuatro fines para los cuales Nuestro Señor ofreció su Sacrificio al Padre.
Nuestra Misa será vivida verdaderamente en el Espíritu del Sacrificio de Cristo y nos dará todas las gracias que necesitamos de manera tan copiosa como perfecta haya sido nuestra identificación con Cristo Sacerdote y Víctima (cfr. P. Guéranger, La Santa Messa, tr. it., Suore Francescane dell’Immacolata, Città di Castello (PG), 2008). Per Crucem ad Lucem!
(Traducido por Marianus el eremita)
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[ii] El Jueves Santo, al decir “Esto es mi Cuerpo” y “Esta es mi Sangre”, Jesús convirtió el pan y el vino en su Cuerpo, Alma, Sangre y Divinidad y se inmoló a Sí mismo todavía en carne pasible, poniéndose bajo las especies del pan y del vino para ser recibido en Comunión sacramental por los presentes. Finalmente figuró el Sacrificio del Calvario representando y haciendo presente mística o incruentamente la Muerte que iba a sufrir física o cruentamente el día siguiente. En la Misa esto sucede no anticipadamente como el Jueves Santo, sino posticipadamente después del Viernes Santo, no en carne pasible, sino en el cuerpo glorioso y triunfante de Cristo ascendido al Cielo para no sufrir nunca más.
Además, el Sacerdote principal y único de la Última Cena y del Calvario es Cristo mismo, mientras que en la Misa hay un sacerdote ministerial secundario que actúa en persona de Cristo, Sacerdote principal. En la Ultima Cena la Sangre de Cristo bajo la especie del vino parecía estar separada de su Cuerpo bajo la especie del pan. Esta separación aparente, mística e incruenta figuraba, representaba, presentaba de nuevo y hacía presente la separación física, real y cruenta que sucedería el día siguiente en el Gólgota, donde la Sangre de Cristo se separaría realmente de Su Cuerpo y habría ocurrido su Muerte real.
La Ultima Cena fue, por lo tanto, la primera Misa celebrada por Cristo mismo y la Misa celebrada por los sacerdotes de la Nueva Alianza es su continuación, su renovación y la aplicación de los frutos de la Muerte de Cristo a todos los hombres de todas las épocas. Por ello se puede concluir que la Ultima Cena, el Sacrificio del Calvario y el Sacrificio de la Misa son un continuum, “id cujus extrema sunt unum / aquello cuyos términos forman una sola cosa”.
Además, el Sacerdote principal y único de la Última Cena y del Calvario es Cristo mismo, mientras que en la Misa hay un sacerdote ministerial secundario que actúa en persona de Cristo, Sacerdote principal. En la Ultima Cena la Sangre de Cristo bajo la especie del vino parecía estar separada de su Cuerpo bajo la especie del pan. Esta separación aparente, mística e incruenta figuraba, representaba, presentaba de nuevo y hacía presente la separación física, real y cruenta que sucedería el día siguiente en el Gólgota, donde la Sangre de Cristo se separaría realmente de Su Cuerpo y habría ocurrido su Muerte real.
La Ultima Cena fue, por lo tanto, la primera Misa celebrada por Cristo mismo y la Misa celebrada por los sacerdotes de la Nueva Alianza es su continuación, su renovación y la aplicación de los frutos de la Muerte de Cristo a todos los hombres de todas las épocas. Por ello se puede concluir que la Ultima Cena, el Sacrificio del Calvario y el Sacrificio de la Misa son un continuum, “id cujus extrema sunt unum / aquello cuyos términos forman una sola cosa”.
[iii] Los otros pueblos, todavía no pervertidos por el politeísmo y naturalmente íntegros, tenían inscrita en su espíritu la Ley natural y por lo tanto el 1º y el 3º Mandamiento, los cuales nos mandan adorar a Dios mediante el descanso, el cuidado de nuestro espíritu y el culto a Él debido. Así, entre los sacrificios de los paganos naturalmente rectos y los de la Antigua Alianza se da la diferencia análoga a la que existe entre la Ley natural y la Ley divina positiva.
[iv] Cfr. Benedicto XIV, De sacrosancto Missae Sacrificio, Paris, Migne, Cursus theol. compl., vol. XXIII, 1863; G. Bona, De Sancto Sacrificio Missae, Roma, 1658, III ed., Torino, 1910; V. Bernardi, De Sacrificio Missae, Treviso, 1934; J. Van Der Mersch, Adnotationes de Sacrificio Missae, Bruges, 1940; F. A. Piersanti, L’essenza del Sacrificio della Messa, Roma, 1940; P. Parsch, Cos’è la Messa, Milano, 1938; Ch. Journet, La Messa, Roma, 1958.
[v] Cfr. C. Corazza, La consacrazione delle due specie e le sue intime ragioni, Venezia, 1940.
[vi] A. Lepicier, In che consiste l’Essenza del Sacrificio Eucaristico, Roma, 1926; G. Roschini, L’Essenza del Sacrificio Eucarsitico, Roma, 1936; Id., Sull’Essenza del Sacrificio Eucaristico, Rovigo, 1937.
[vii] Cfr. F. Maccono, Il valore della vita. Commento dogmatico-morale al Catechismo di Pio X, Torino, SEI, II ed., 1925, vol. III, Mezzi della Grazia. Sacramenti e Orazione, cap. IV – L’Eucarestia, § 4 – Il Santo Sacrificio della Messa, pp. 164-191.
[viii] Dante habla aquí del Cielo Empíreo, que se identifica con la Esencia Divina, en la cual se goza de la Visión Beatífica de Dios (cfr. Benedicto XII [1334-1342], Constitución Benedictus Deus, DB, 530; Concilio de Vienne en Francia [1311-1312] y de Florencia [1438-1445], DB, 475 y 693), visto cara a cara como es en Su Esencia (I Cor., XIII, 2) gracias al Lumen Gloriae (Sal., XXXV, 10; Apoc., XXII, 4). El Cielo Empíreo está hecho de pura luz espiritual y cognoscitiva de la Esencia de Dios.
Dicha Ciencia infusa (I Jn, III, 2) nos llena de Amor sobrenatural y se llama teológicamente Visión Beatífica (cfr. Santo Tomás de Aquino, S. Th., I, q. 12, a. 5; Summa contra Gentiles, 1. III, cc. 53-54), o sea, que hace felices a los Bienaventurados del Paraíso (“luce intellettual, piena d’amore”, v. 40).
Además, este Amor tiene como objeto el Sumo Bien infinito que es Dios, el cual nos llena de alegría espiritual (“amor di vero ben, pien di letizia”, v. 41).
Finalmente, la felicidad de los Santos del Paraíso (S. Th., I, q. 26) trasciende y sobrepasa infinitamente toda dulzura humana y sensible o puramente intelectual (“letizia che trascende ogni dolzore”, v. 42). Cfr. La Divina Commedia di Dante Alighieri. Commento e analisi critica di Giuseppe Giacalone, Paradiso, (XXX, 40-42), Bologna, Zanichelli, II ed., 1997, pp. 675-676.
Dicha Ciencia infusa (I Jn, III, 2) nos llena de Amor sobrenatural y se llama teológicamente Visión Beatífica (cfr. Santo Tomás de Aquino, S. Th., I, q. 12, a. 5; Summa contra Gentiles, 1. III, cc. 53-54), o sea, que hace felices a los Bienaventurados del Paraíso (“luce intellettual, piena d’amore”, v. 40).
Además, este Amor tiene como objeto el Sumo Bien infinito que es Dios, el cual nos llena de alegría espiritual (“amor di vero ben, pien di letizia”, v. 41).
Finalmente, la felicidad de los Santos del Paraíso (S. Th., I, q. 26) trasciende y sobrepasa infinitamente toda dulzura humana y sensible o puramente intelectual (“letizia che trascende ogni dolzore”, v. 42). Cfr. La Divina Commedia di Dante Alighieri. Commento e analisi critica di Giuseppe Giacalone, Paradiso, (XXX, 40-42), Bologna, Zanichelli, II ed., 1997, pp. 675-676.
[ix] La Santa Messa. Breve esposizione dogmatica, II. ed., Frigento (AV), CME, 2010, p. 11-13.
[x] La Santa Messa, cit., pp. 11-16 y 47.
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