viernes, 9 de septiembre de 2016

El Conmonitorio a cámara lenta (16): CONDENAS Y BENDICIONES



16. Pero ya es tiempo de hacer una breve síntesis, para recordarlo con mayor facilidad, de todo lo que hemos dicho en torno a las herejías y a la fe católica. Cuando se repiten las cosas, se comprenden mejor y se graban más profundamente en la memoria.

Condena, pues, de Fotino, que rechaza la plenitud de la Trinidad y enseña que Cristo fue pura y simplemente un hombre.
Condena de Apolinar, el cual sostiene que la divinidad de Cristo se transformó y se corrompió, negando así la propiedad de una humanidad perfecta.
Condena de Nestorio, el cual afirma que Dios no ha nacido de una Virgen, admite dos Cristos y, rechazando la fe en la Trinidad, nos propone una cuaternidad.

Bendita, en cambio, la Iglesia Católica, que adora a un solo Dios en la plenitud de la Trinidad y la igualdad de las Tres Personas Divinas en una única Divinidad, de manera que ni la unidad de sustancia diluye la propiedad de las Personas, ni su distinción rompe la unidad de la Divinidad.

Bendita la Iglesia, la cual cree que en Cristo hay dos sustancias reales y perfectas, pero que es única la persona de Cristo; la distinción entre las dos naturalezas no escinde la unicidad de persona, ni la unicidad de persona confunde las dos naturalezas diferentes.

Bendita la Iglesia, que para proclamar que Cristo es y ha sido siempre uno profesa que el hombre se unió a Dios en el seno mismo de la Madre, y no después del parto.

Bendita sea esta Iglesia, la cual comprende que Dios se ha hecho hombre, no por una modificación de su naturaleza, sino en virtud de la persona, no de una persona ficticia o provisional, sino real y permanente.

Bendita la Iglesia, la cual enseña que esta unicidad de persona es hasta tal punto profunda, que atribuye al hombre, por un misterio admirable e inefable, lo que es de Dios y a Dios lo que es del hombre. En virtud de esta unicidad, la Iglesia no teme afirmar que el hombre, en cuanto Dios, descendió del cielo, y creer que Dios, en cuanto hombre, nació en la tierra, padeció y fue crucificado. Consecuencia de esta unicidad, la Iglesia confiesa que el hombre es Hijo de Dios y que Dios es Hijo de una Virgen.
                                                         
Bendita, pues, y veneranda, bendita y sacrosanta es esta profesión de fe, totalmente comparable a la alabanza angélica que da gloria al único Señor Dios con una trina exaltación de su divinidad (Is 6, 3). La Iglesia predica la unicidad de Cristo principalmente por esto: para respetar el misterio de la Trinidad.

Todo lo que he dicho en esta digresión, si a Dios place, lo trataré de manera más amplia y completa en otra ocasión. Ahora volvamos a nuestro tema.

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