sábado, 17 de septiembre de 2016

El Conmonitorio a cámara lenta (21) «¡OH TIMOTEO, GUARDA EL DEPÓSITO!»



21. Pensando y repensando dentro de mí estas cosas, no dejo de admirarme ante la inmensa locura de algunos hombres, ante la impiedad de su mente cegada y ante la pasión desenfrenada del error, que no les deja satisfechos con una norma de fe tradicional y recibida de la antigüedad, sino que cada día andan buscando cosas nuevas y arden continuamente en deseos de cambiar, de añadir, de quitar algo a la religión. Como si ésta no fuese un dogma celestial, que ya es suficiente que haya sido revelado una vez para siempre; como si fuera una institución humana, que no puede llegar a ser perfecta sino mediante asiduas enmiendas y correcciones.

Y, sin embargo, tenemos la Palabra Divina que proclama: No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres (Prov 22, 28); No tengas litigios con el juez (Eclesiástico, 8, 17); y también: El que echa abajo un muro es mordido por la serpiente (Eclesiastés 10, 8). Además está el mandato del Apóstol, con el cual, como si fuera una espada espiritual, han sido decapitadas y lo serán siempre todas las malvadas novedades heréticas: ¡Oh Timoteo!, guarda el depósito, evitando las novedades profanas en las expresiones y las contradicciones de la falsa ciencia que, al profesarla. algunos vinieron a perder la fe (1 Tim 6, 20-21)

Después de estas advertencias ¿habrá todavía hombres tan osados y testarudos, de una cabezonería más dura que el acero, que no se dobleguen bajo el peso de tal elocuencia celestial, que no se sientan aplastados por semejante autoridad, hechos pedazos por martillazos como esos, reducidos a cenizas por rayos de esa clase?

 «Evita -dice el Apóstol- las novedades profanas en las expresiones». No dice la antigüedad, la vetustez. Muestra claramente lo contrario, si tenemos en cuenta las consecuencias de lo que ha dicho: si se debe evitar la novedad, hay que atenerse a la antigüedad; si la novedad es impía, la antigüedad es sagrada. 

 «Y las contradicciones de una falsa ciencia». Verdaderamente que sólo como falsa ciencia puede ser calificada la doctrina de los herejes, los cuales enmascaran su propia ignorancia llamándola ciencia, del tiempo revuelto dicen que está sereno, a la tiniebla la llaman luz.

«Al profesarlas, algunos vinieron a perder la fe». ¿Qué es lo que anunciaron éstos, que les hizo prevaricar, si no fue una doctrina nueva e ignorada? 

Puedes escuchar cómo dicen algunos: venid, pobres ignorantes, los que sois comúnmente llamados católicos, y aprended la fe verdadera que, aparte de nosotros, nadie entiende. Permaneció oculta durante muchos siglos, pero ahora ha sido revelada y manifestada. Más aprendedla en secreto. Os dará alegría. Una vez la hayáis aprendido, enseñadla a otros, pero ocultamente, para que no os odie el mundo ni lo sepa la Iglesia, porque sólo a unos pocos les es dado conocer el secreto de tan gran misterio. [Todo esto es lo propio de las herejías gnósticas, que inficionan este mundo]

Pero, ¿es que acaso no son estas palabras las mismas que leemos en los Proverbios de Salomón, dirigidas por la prostituta a los que pasan y van a su camino?: "El estúpido que venga acá". Y a los pobres de mente les exhorta diciendo: "Tomad este pan de tapadillo, bebed estas dulces aguas hurtadas" (Prov 9, 16-17)  Pero, ¿qué es lo que también encontramos escrito?:  "mas ignora que los hijos de la tierra mueren junto a ella" (Prov 9, 18). ¿Quiénes son estos hijos de la tierra? Que lo diga el Apóstol: «los que vienen a perder la fe».


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