Duración 10:17 minutos
Si una poesía es auténtica, su lectura conduce necesariamente a Dios. Y si la lectura de un escrito en prosa nos lleva hasta Dios es porque ese escrito está impregnado de verdadera poesía. En ese sentido, la mejor poesía es la Palabra de Dios, que se encuentra , sobre todo, en el Nuevo Testamento. Los más grandes poetas son, y han sido siempre, los santos. Todos estamos llamados a ser Poetas. Lo seremos si dejamos actuar al Señor en nuestra vida ... Seremos, entonces, los trovadores de Dios.
miércoles, 27 de julio de 2016
lunes, 25 de julio de 2016
El Conmonitorio de San Vicente de Lerins
Se poseen escasos datos sobre la vida de este santo. Por Genadio sabemos que era de origen francés y sacerdote en el monasterio de la isla de Lerins (llamada hoy de San Honorado). Docto en las Sagradas Escrituras y en el conocimiento de los Dogmas, compuso un tratado contra los herejes. Muere en el reinado de Teodosio y Valentinian, hacia el año 445. Su obra más importante es el Conmonitorio, que está escrito tres años después del Concilio de Éfeso, es decir, el año 434.
El Conmonitorio es un pequeño libro, lleno de vigor y ciencia, que ha atraído la atención de los estudiosos, sobre todo a partir del siglo XVI. Sus afirmaciones han sido muy tenidas en cuenta en momentos de confusión doctrinal, porque en él se encuentra respuesta ante los riesgos de escepticismo y de relativismo teológico.
En esta obra, San Vicente de Lerins se propuso facilitar, con ejemplos de la Tradición y de la historia de la Iglesia, los criterios para conservar intacta la verdad católica.
No recurre a un método complicado. Las reglas que ofrece para distinguir la verdad del error pueden ser conocidas y aplicadas por todos los cristianos de todos los tiempos, pues se resumen en una exquisita fidelidad a la Tradición viva de la Iglesia.
El Conmonitorio constituye una joya de la literatura patrística. Su enseñanza fundamental es que los cristianos han de creer quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus: sólo y todo cuanto fue creído siempre, por todos y en todas partes. Varios Papas y Concilios han confirmado con su autoridad la validez perenne de esta regla de fe. Sigue siendo plenamente actual este pequeño libro escrito en una isla del sur de Francia, hace más de quince siglos.
Los temas clave del Conmonitorio son la fidelidad a la Tradición y el progreso dogmático.
a) Doctrina sobre la Tradición
Según san Vicente de Lerins, quien hace referencia a la lectura de los Santos Padres que le han precedido, para discernir la verdad de la fe católica de la falsedad de la malicia herética, hay que acudir, primero a la autoridad de la Ley divina (la Sagrada Escritura) y luego a la Tradición de la Iglesia católica. El término católico, que significa universal, hay que entenderlo en toda la riqueza de su contenido; es decir, universal en el tiempo ( siempre) y universal en el espacio (en todas partes).
Así lo expresa: "En la misma Iglesia católica es necesario velar con gran esmero para que profesemos como verdadero aquello que ha sido creído en todos los lugares, siempre y por todos. La expresión suena mejor en latín: "Quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus creditum est".
La Revelación no es obra humana sino de Dios; y la doctrina es un tesoro que Dios ha confiado a su Iglesia: por eso tiene, esencialmente, carácter de depósito que la Iglesia debe transmitir íntegramente a todas las generaciones. Esto decía San Pablo a Timoteo: "Guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 6, 20-21). Y dice San Vicente de Lerins en el número 22 del Conmonitorio, con relación a ese párrafo del apóstol san Pablo:
"Este grito es el grito de alguien que sabe y que ama. Preveía los errores que iban a surgir y se dolía de ello enormemente. ¿Quién es hoy Timoteo sino la Iglesia Universal, en general, y de modo particular, el cuerpo de los Obispos quienes -ellos principalmente- deben poseer un conocimiento puro de la religión cristiana y, además, transmitirlo a los demás?"
"¿Y qué quiere decir 'guarda el depósito'? Pues "estáte atento a los ladrones y a los enemigos; no suceda que mientras todos duermen, vengan a escondidas a sembrar la cizaña en medio del buen grano que el Hijo del hombre ha sembrado en su campo" (cfr Mt 13, 24-30)
"Pero, ¿qué es el depósito? Es aquello que debes creer, no lo que has encontrado tú; lo que recibiste, no lo que tú pensaste; lo que es fruto de la doctrina, no de tu ingenio personal; lo que no está reservado para tu uso privado sino que pertenece a una tradición pública. Algo que ha llegado hasta tí, pero que tú no has producido; no puedes comportarte como si fueras su autor, sino su simple custodio. No eres tú quien lo ha iniciado sino que eres su discípulo; no te corresponde dirigirlo, sino que tu deber es seguirlo".
Y más adelante: "Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a tí y transmitir. Has recibido oro, devuelve oro. No puedo admitir que sustituyas una cosa por otra. Tú no puedes, desvergonzadamente, sustituir el oro por plomo; o tratar de engañar, dando bronce en lugar de metal precioso. Quiero oro puro y no algo que sólo tenga su apariencia".
Acaba este número 22 diciendo: "Pero has de estar atento a enseñar solamente lo que has aprendido; no suceda que por buscar maneras nuevas de decir la doctrina de siempre, acabes por decir, también, cosas nuevas"
La descripción con respecto a lo que está pasando hoy en día es perfecta.
b) El progreso dogmático
Sobre esto habla San Vicente de Lerins en el número 23 de su Conmonitorio. Dice así:
"Quizá alguien diga: ¿ningún progreso de la religión es, entonces, posible en la Iglesia de Cristo? Ciertamente que debe de haber progreso, ¡y grandísimo! ¿Quién podría ser tan hostil a los hombres y tan contrario a Dios que intentara impedirlo? Pero a condición de que se trate verdaderamente de progreso en la fe y no de cambio. Es característica del progreso el que una cosa crezca, permaneciendo siempre idéntica a sí misma. Por el contrario, es propio del cambio que una cosa se transforme en otra".
"Conviene, pues, que crezca la inteligencia, la ciencia, la sabiduría de todos y cada uno, tanto de un solo hombre como de la Iglesia entera, a través de las épocas y los siglos; pero permaneciendo siempre en su género; es decir, en el mismo dogma, en el mismo sentido y en la misma significación" (Esta frase fue recogida en el Concilio Vaticano I y también por san Pío X en el juramento antimodernista: In modem dogma, modem censo, eademque sententia)
"Si se concediese, aunque fuera para una sola vez, permiso para cualquier mutación impía, no me atrevo a decir el gran peligro que correría la religión de ser destruida y aniquilada para siempre. Si se cede en cualquier punto del dogma católico, después será necesario ceder en otro, y después en otro más, y así hasta que tales abdicaciones se conviertan en algo normal y lícito. Y una vez que se ha metido la mano para rechazar el dogma pedazo a pedazo, ¿qué sucederá, al final, sino repudiarlo en su totalidad?" (¿Qué es, si no, lo que está ocurriendo ahora al consentir que, en determinados casos, los católicos divorciados y vueltos a casar por lo civil, puedan recibir la sagrada comunión?)
Alguien podría pensar, según esto, que no son posibles nuevas definiciones dogmáticas, como lo han sido el dogma de la Inmaculada Concepción, la Infalibilidad papal cuando habla "ex cathedra" y la asunción de la virgen María en cuerpo y alma a los cielos, por poner algunos ejemplos que se me ocurren.
Y, sin embargo, hay respuesta también para esta pregunta. Dice así san Vicente de Lerins:
"En realidad, ¿qué fines se propuso obtener siempre la Iglesia con los decretos conciliares, si no ha sido el que se crea con mayor conocimiento lo que antes ya se creía con sencillez; que se predique con mayor insistencia lo que antes ya se predicaba con menor empeño; que se venere con mayor solicitud lo que antes se honraba con demasiada calma? Esto y no otra cosa es lo que ha hecho siempre la Iglesia con los Decretos de los Concilios (...): transmitir a la posteridad, en documentos escritos, lo que había recibido de nuestros Padres mediante sólo la Tradición (...) especificar con términos nuevos y apropiados una doctrina no nueva"
A este respecto, el cardenal Franzelin, en su Tractatus de Divina Traditione et Scriptura (2 ª ed, Roma, 1875, 195-296), hacía notar algo que es obvio si se toma en serio lo que el mismo Conmonitorio dice en el capítulo 23 sobre el desarrollo del dogma: que la expresión "quod semper, quod ubique, quod ab omnibus" no debe tomarse en sentido exclusivo, sino afirmativo, pues no puede olvidarse que "algún capítulo de la Doctrina puede estar contenido en la Revelación objetiva y puede, también, con el paso del tiempo, hecha la suficiente explicación y proposición, pertenecer a las verdades que deben ser creídas necesariamente con fe católica porque, aunque siempre estuviese contenido en el depósito de la Revelación, sin embargo, no fue creído explícitamente siempre, en todas partes y por todos"
José Martí
Bibliografía usada:
1. GER, Tomo XXIII, págs 483-484
2. Adelante la Fe: Reglas para distinguir la verdad católica del error. Contiene enlace al contenido completo del Conmonitorio
3. "El progreso del dogma cristiano" del padre Santiago González
sábado, 23 de julio de 2016
miércoles, 20 de julio de 2016
Radiante tristeza (The Wanderer) [Reflexiones en torno a la muerte]
Aquí van mis reflexiones:
1. La muerte es un castigo y, como tal, debe ser necesariamente dolorosa y triste para quien la sufre y para quienes quedan en el mundo. Sobre esto no hay duda, y sobre esta verdad se basan algunos tradicionalistas tuertos, porque la realidad es que hace poco más de dos mil años, el Verbo de Dios nos redimió, “matando a la muerte con su muerte y dando vida a quienes estaban en el sepulcro”. La muerte sería profundamente triste y dolorosa, y nada más que eso, si el difunto fuera al Hades, pero como cristianos sabemos que, en el caso de quienes mueren bien (la buena muerte), del otro lado del Leteo los está esperando el Esposo con todos los bienaventurados. Y eso es motivo de alegría.
2. “La muerte necesariamente debe ser dolorosa porque supone la separación del alma y del cuerpo”, dicen otros tradicionalistas aristotelistas. Y es verdad. Pero el testimonio de los santos indica que la muerte es no sólo separación sino también liberación del cuerpo. “Ay que dura es esta vida, esta cárcel y estos yerros en que el alma está metida. Que sólo esperar la salida me causa dolor tan fiero, que muero porque no muero”, decía Santa Teresa de Jesús, doctora de la Iglesia. Es un desgarro que libera; duele, pero alivia. ("¡Wanderer es platónico!" En mi defensa digo que la teología cristiana fue platónica hasta el siglo XIII).
3. Un tradicionalista desinformado escribió un comentario al post anterior en el que decía que la muerte no pude celebrarse porque los discípulos no celebraron la muerte de Jesús. Y tiene razón. El problema es que los discípulos no esperaban que el Señor resucitara: las mujeres se acercaron al sepulcro a embalsamar el cadáver y los dos que iban a Emaús descreían de la resurrección. Se trata de un tradicionalista pasado de rosca. Nosotros tenemos la esperanza cierta de la resurrección. ¿Hay que celebrar la muerte, entonces? Yo no hablaría de “celebrar” como tampoco haría un funeral con ornamentos blancos en el que el cura se dedicara a dar gracias a Dios por el hermano que partió. Todo eso tiene tufo modernista. El funeral es de negro y se implora a Dios que perdone los pecados del difunto para que pueda ser recibido en el cielo. Esa ha sido siempre la tradición de la Iglesia. Pero todo eso no puede opacar la esperanza cierta de la alegría profunda de la resurrección. Y ese gozo, en cierto modo, es una celebración.
4. El ejemplo y la actitud de los Padres ante la muerte nos muestra que, si bien sienten profundamente la partida de sus seres queridos, la reacción no es oscura, triste y lúgubre, sino realista y esperanzadora. Recomiendo el texto de San Ambrosio sobre la muerte de su hermano San Sátiro. Esta actitud puede verse -o debería verse- en el caso de la muerte de los cristianos que, al decir de San Pablo, “pelearon el buen combate y alcanzaron la meta”. En mi experiencia, cuando muere una persona con estas cualidades, sin negar la tristeza humana que ocasiona, también aflora una profunda alegría y satisfacción: ya llegó. Es como San Ignacio de Antioquía que, en su camino al martirio romano, pedía a los cristianos que no hicieran nada para impedirlo porque quería alcanzar la meta cuanto antes. Y lo mismo ocurre con otros santos: “Ven muerte tan escondida que no te vea venir, porque el placer de morir no me vuelva a dar la vida”, cantaba también Santa Teresa.
5. Conocí a la hna. Cecilia solamente por referencia de amigos que la conocieron personalmente. Lo único que puedo decir es que la sonrisa que la acompaña en todas las fotos y, sobre todo, el rostro dormido en medio del dolor de la agonía, son más que elocuentes. Esa expresión no es impostada y no se consigue, en esas circunstancias, a mera fuerza de voluntad. Y el testimonio de quienes la rodearon en sus últimos días, desde familiares y amigos hasta médicos y enfermeras, es unánime: de ella emanaba una profunda paz y alegría. Ante eso, me rindo. Eso es presencia de Dios.
6. Finalmente, sí conocí de cerca a un hombre de Dios que murió hace ya muchos años: el padre Alberto Ezcurra. Y su actitud ante la muerte, que sabía próxima, es la del cristiano, y similar, en muchos sentidos, a la de la hna. Cecilia. Y doy dos ejemplos: cuando recibió uno de los últimos parte médicos en el que le anunciaban que ya no había terapia posible para su cáncer y que le quedaban pocos meses de vida, sugirió a sus hermanos y familiares que celebraran Navidad en septiembre porque él no llegaría al 24 de diciembre, y me imagino que habrá soltado después esa risa aguda y contagiosa que lo caracterizaba. Y también, meses antes de morir, preparó una botella de un licor que le gustaba mucho y la dejó acompañada de una nota: “Para que mis amigos brinden cuando regresen de mi funeral”. Y así lo hicieron. En el fondo, el P. Ezcurra, dejaba todo preparado para “celebrar” su muerte. Y yo lo conocí y doy testimonio que fue un hombre de Dios, que peleó el buen combate y que alcanzó la meta, y aunque lo hubiésemos querido tener muchos años más entre nosotros, también nos alegramos porque, dormido en el Señor, nos ha precedido en la posesión del Reino.
The Wanderer
martes, 19 de julio de 2016
¡No entiendo el porqué! (Padre Javier Martín)
Duración 8:07 minutos
Se puede ser feliz si se acepta la cruz y las contrariedades por amor a Jesucristo.
lunes, 18 de julio de 2016
jueves, 14 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
domingo, 10 de julio de 2016
viernes, 8 de julio de 2016
La opción por la mentira y el cumplimiento de la Justicia Divina ( Padre Alfonso Gálvez)
Duración 4:40 minutos
miércoles, 6 de julio de 2016
Apostasía generalizada (vídeo del padre Alfonso Gálvez)
Una pequeña parte de una homilía del 3 de julio. Puede verse al completo pinchando aquí
Duración: 5 minutos
lunes, 4 de julio de 2016
sábado, 2 de julio de 2016
Dios quiere ser el primero en nuestro corazón (Padre Javier Martín)
Parte de una homilía pronunciada el 26 de junio, en donde el padre Javier Martín advierte que después del Concilio Vaticano II hemos olvidado que Dios es Dios y que nosotros somos sus criaturas. Y esto tiene una importancia trascendental.
Duración 11:49 minutos
viernes, 1 de julio de 2016
lunes, 27 de junio de 2016
lunes, 20 de junio de 2016
jueves, 16 de junio de 2016
domingo, 12 de junio de 2016
sábado, 11 de junio de 2016
domingo, 5 de junio de 2016
sábado, 4 de junio de 2016
La pérdida de la Eucaristía, un cataclismo para la Iglesia (Padre Alfonso Gálvez)
Parte final de una homilía del padre Alfonso en la solemnidad de la fiesta del Corpus Christi el 29 de mayo del año en curso, en donde habla de la belleza de la Eucaristía y de la Santa Misa, así como del cataclismo universal que ha supuesto para la Iglesia la pérdida de la fe en el misterio eucarístico ... pero aunque pocos, los hay todavía que siguen creyendo en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Y en ellos está Cristo y está su Iglesia, su verdadera Iglesia, aquella contra la cual nada pueden las puertas del infierno. Una llamada, pues, a la esperanza.
Duración: 13 minutos
jueves, 2 de junio de 2016
martes, 31 de mayo de 2016
Tres vídeos del padre Alfonso sobre el misterio de la Cruz
¿Cómo entender el misterio de la cruz?
Duración 7:58 minutos
¿Por qué tanto temor ante la cruz?
Duración 4:11 minutos
La ley del Amor nos impulsa a compartir el destino de Jesús
Duración 7:18 min
lunes, 30 de mayo de 2016
EL RECHAZO DE LA CRUZ ES EL RECHAZO DEL AMOR Y DE LA ALEGRÍA [José Martí]
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Imagen de Cristo sonriente |
La cruz es el signo del cristiano. Pero es muy importante tener en cuenta que lo esencial en la vida cristiana no es el sufrimiento en sí, sino el sufrimiento junto a Jesús, el sufrimiento por amor. Lo único que da sentido al sufrimiento es el amor. En nuestro caso concreto, el sufrimiento cristiano tiene el mayor de los sentidos porque es la expresión del máximo amor posible. Un cristiano nunca sufre en solitario, sino que su sufrimiento es siempre con Jesús, y en Jesús y por Jesús. Lo único importante es el amor a Jesús, nuestro Maestro y nuestro Amigo. Todo lo demás es accesorio y, en realidad de verdad, todo lo que no sea amar a Jesús es tiempo perdido. ¿Qué ocurre? Pues que la demostración de la autenticidad del amor pasa siempre por la cruz. No hay otro camino.
Y este compromiso con Jesús conlleva trabajo, esfuerzo, ilusión, ..., cruz en definitiva. El que huye de la cruz huye de Dios. De ahí que la cruz debe ser amada, no en sí misma, sino sólo en tanto en cuanto es la cruz de Cristo, que es Aquel a quien amamos y por quien nos jugamos la vida igual que Él hizo por nosotros.
Por eso decía al principio que nadie en su sano juicio quiere sufrir. Ahora bien, si se sufre con Cristo, si al sufrir estamos participando del sufrimiento redentor de Jesucristo, porque formamos con Él un solo cuerpo, entonces esos sufrimientos nuestros son también sufrimientos suyos. Cuando un miembro se conduele todo el cuerpo se conduele. Y cuando un miembro se alegra todo el cuerpo se alegra. Si estamos con Él -y Él está con nosotros- cualquier cosa que nos ocurra siempre será buena, aunque mirada con criterios meramente humanos no lo parezca. La desgracia más grande es, por eso, el pecado, porque nos separa de Aquél que es nuestro mejor Amigo; en realidad, nuestro único amigo, pues no hay verdadera amistad entre dos personas si no está fundamentada en Él.
Frente al "misterio de iniquidad" que es el pecado (2 Tes 2, 7), no hay nada, humanamente hablando, que pueda hacerle frente. Se requiere de otro misterio, más grande aún, que es el "misterio de Amor", del amor que -increíblemente- Dios nos tiene, a todos y a cada uno, pues "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8) y, como dice san Pablo, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rom 5, 20)
Esa -y no otra- es la razón por la que Jesús dijo a Pedro, cuando éste quería separarlo de su Camino (ligado a la cruz): "¡Apártate de Mí, Satanás, porque eres para Mí motivo de escándalo!, porque no gustas las cosas de Dios sino las de los hombres" (Mt 16, 23) Y al diablo: "No tentarás al Señor, tu Dios" (Mt 4, 7).Como digo, el misterio de iniquidad, que es el pecado, es superado por el misterio del Amor de Dios, hecho realidad palpable en la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Este misterio del Amor de Dios, del que hemos sido hechos partícipes, por pura gracia, debe llevarnos a un cambio radical en nuestra vida, hasta el punto de estar dispuestos a morir antes que negar al Señor. Decía san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado; y vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 20). Y también: "Habéis muerto y vuestra vida está escondida, con Cristo, en Dios" (Col 3, 3)
El misterio de la muerte y Pasión de Cristo, por amor, es la esencia del Cristianismo y se hace realidad diariamente, en cada Misa. Por eso la Santa Misa es el centro de la vida cristiana, pues en ella se hace presente, aquí y ahora, aunque de modo incruento, lo que tuvo lugar allí y entonces. No como recuerdo, ni como memoria, sino real y verdaderamente. El único Sacrificio de Cristo en la Cruz se actualiza (sin repetirse) en la Santa Misa. Este carácter sacrificial de la Misa es desconocido por una inmensa cantidad de cristianos, porque nadie se lo ha explicado ... y la Misa ha quedado reducida a una mera celebración comunitaria, ha quedado -por así decirlo- protestantizada.
Se entiende ahora por qué san Pablo, con lágrimas en los ojos, dijera, ya entonces: "Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios es el vientre y su gloria la propia vergüenza, porque ponen el corazón en las cosas terrenas" (Fil 3, 18-19)Una inmensa mayoría de católicos no conoce, en realidad, la doctrina católica y no conoce, por lo tanto, a Jesús; lo que es una gran desdicha de la que ni siquiera, por desgracia, suelen ser conscientes los mismos que la padecen. Y todo ello por la escasez de buenos pastores en la Iglesia. Son muchos los que hacen un uso fraudulento de la palabra de Dios, tergiversándola o callando verdades verdades fundamentales de la fe, con lo que el cristiano de a pie queda confundido ... y es que lo que se le predica no es la Palabra de Dios.
No se predica, por ejemplo, el mensaje de la Cruz y la existencia y la gravedad del pecado. La Iglesia se ha hecho "mundana" en muchos de sus miembros (incluyendo gran parte de la Jerarquía). Es difícil de explicar cómo hemos llegado a esta situación ... aunque, por otra parte, si bien se piensa, es algo que se veía venir, sobre todo a partir del Concilio Vaticano II el cual tiene sus cosas buenas y muy buenas, todo hay que decirlo. Pero, por desgracia, casi todos sus documentos están escritos en un lenguaje modernista, es decir, ambivalente y ambiguo, de modo que puede dar lugar -como de hecho ocurrió- a interpretaciones no sólo diferentes, sino contrarias, de la palabra de Dios ... lo cual nunca había ocurrido en la Iglesia hasta ese momento.
Por sus frutos los conoceréis -decía el Señor. Y los frutos que observamos -que padecemos- desde hace cincuenta años, no son buenos: todos lo sabemos. Por eso hay tanta división en el seno de la Iglesia. Y vuelven a cumplirse, otra vez, las palabras de Nuestro Señor: "Todo reino dividido contra sí mismo queda desolado; y cae casa sobre casa" (Lc 11, 17).
Esto es justamente lo que está ocurriendo hoy en la Iglesia, en un proceso que va a más y que amenaza con destruirla, si Dios no lo remedia. Ponemos, pues, de nuevo, nuestra confianza en Dios y en la Virgen María, nuestra Madre, para que ayude a este mundo y a la Iglesia a salir de la gravísima situación en la que se encuentran.
José Martí
domingo, 29 de mayo de 2016
Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11) [José Martí]
Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:
La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)
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De todo lo dicho, resulta que:
(1) El pecado es una realidad misteriosa, única causa de todos los males que afectan a la humanidad. Es cierto que nadie puede querer lo malo ni ser desgraciado. Todos buscamos la felicidad; pero la verdadera felicidad, no sus sucedáneos, sólo se encuentra en la posesión y en el amor de Dios. "Nos hiciste, Señor, para Tí, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en Tí". Todos hemos sido creados con un deseo de eternidad, de absoluto. Nada, en este mundo, ni bueno ni malo, nos puede saciar. Siempre queremos más. Tal es nuestra condición, así hemos sido creados. Sólo la posesión de Dios podrá calmar esa ansia de felicidad que todos llevamos dentro. Pero el mundo rechaza a Dios. Volvemos, otra vez, a caer en la tentación con la que el Diablo engañó a nuestros primeros padres, cuando les dijo: "Seréis como dioses, conocedores de la ciencia del bien y del mal". (Gen 3, 4). Desde el momento en que el hombre ha desplazado a Dios, despreciándolo y erigiéndose a sí mismo en Dios, es imposible que pueda alcanzar la felicidad, pues va por caminos equivocados, que sólo pueden conducirle a su perdición.
"Sobre el madero, cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo" (1 Pet 2, 24a). ¡No existe amor mayor! Y además hemos sido hechos realmente capaces, por Su gracia -no por nuestros méritos- de amarlo a Él de igual manera, en perfecta reciprocidad de amor, de tú a tú. "Por sus heridas -dice san Pedro- habéis sido sanados. Pues érais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas" (1 Pet 2, 24b-25).
Ésta -y no otra- es la razón por la que Jesús dijo a Pedro, cuando éste le reprendió y quería separarlo de su camino de cruz: "¡Apártate de Mí, Satanás! Eres para Mí escándalo, porque no sientes las cosas de Dios sino las de los hombres" (Mt 16, 23). Y al diablo cuando quiere que Jesús monte un show lanzándose desde lo alto del templo, para que todos lo admiren y lo reconozcan como Mesías, le dice: "No tentarás al Señor, tu Dios"( Mt 4, 7).
Decididamente, los pensamientos de Dios no son como los nuestros (Is 55, 8). No entendemos a Dios. No entendemos sus Palabras ni su manera de enfocar la existencia. ¿Por qué la cruz? Se nos escapa. Y es que, al pensar en la cruz, nos fijamos en su aspecto de dolor y no en su significado: "Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13).
La causa del dolor, del sufrimiento y de la muerte (de la cruz, en definitiva) fue el pecado. Y Jesús cargó con las consecuencias del pecado en su propio cuerpo ... siendo así que Él no había cometido pecado ... y de esa manera nos redimió. Su amor por nosotros fue el que le llevó a actuar así, pues las puertas del cielo estaban cerradas para nosotros, a consecuencia del pecado original (misterio de iniquidad).
Mediante la muerte de Jesucristo en la cruz, el pecado fue vencido y de esta manera, lo que siempre había sido considerado como inexplicable y horroroso (porque lo era) adquirió un sentido. La cruz fue la gran victoria de Dios sobre el pecado y en ella se manifestó el mayor amor posible. En ella fue vencido Satanás. Por eso no debemos de tener miedo al dolor ni a la muerte, en tanto en cuanto unamos nuestro dolor y nuestra muerte a los de Jesucristo. Ahora todo tiene sentido. Y la vida no es una pasión inútil, como pretendía Sartre.
Esta es también la razón por la que decía san Pablo, con lágrimas en los ojos: "Hay muchos que andan como enemigos de la cruz de Cristo: su fin es la perdición, su dios es el vientre y su gloria la propia vergüenza, pues son los que saborean lo terreno" (Fil 3, 18-19).
... Y es que el que pretende arrancar la cruz del cristianismo para hacerlo asequible a la gente, lo desfigura. Lo que le presenta a la gente ya no es la palabra de Dios, sino otra cosa: hace un uso fraudulento de esta Palabra para engañarlos. Un cristianismo sin cruz es un cristianismo sin amor, porque esa huida de la cruz significa una huida de Jesús, cuya vida no queremos compartir. Y si no queremos compartir su Vida es que no lo amamos; y si no amamos a Jesús somos unos desgraciados y nada tiene sentido.
El gigantesco secreto del cristiano, como decía Chesterton, es la alegría y ésta proviene del amor a Jesús que se manifiesta en vivir agradecidos, porque Él nos amó primero y nos sigue amando. Si no estamos enamorados de Jesucristo, como Él lo está de nosotros, de cada uno de forma exclusiva y única, entonces nuestro cristianismo no tiene sentido alguno; es triste y aburrido ... y acabaremos, lógicamente, abandonando nuestra fe.
En el presente eón, la cruz y el amor van siempre unidos ... y junto al amor verdadero, la verdadera alegría, que proviene de la unión con el Señor: unión de pensamiento y unión de vida, siempre en el seno de la Iglesia Católica. Tan esencial es esta verdad al cristianismo (al Catolicismo, habría que decir) que san Pablo, al igual que Jesús, no se andaba con remilgos, en esta materia, pues nos jugamos nuestra salvación eterna: "Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema!" (Gal 1, 9)
Todas estas ideas que están contenidas en el Nuevo Testamento y que son, por lo tanto, Palabra de Dios, pues tienen al Espíritu Santo por autor, han sido escritas para nuestro bien y para que podamos salvarnos. Cada día es una nueva oportunidad para cambiar. Cada día nos ofrece Dios su Amor. Si leemos el Evangelio con atención y confianza en Dios, si nos dejamos llevar y aconsejar de un buen director espiritual, sin ningún género de duda acabaremos creyendo en la inmensidad de ese Amor que Dios nos tiene (Dios encarnado en la Persona de su Hijo), sin mérito alguno por nuestra parte.
Tenemos las palabras de Jesucristo, que es Dios y que no puede engañarnos, pues Él mismo es la Verdad (cfr Jn 14, 6): "Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; y el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre. O, ¿quién hay entre vosotros al que si su hijo le pide pan le dé una piedra? O si le pide un pez, ¿le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan!" (Mt 7, 7-11). San Lucas es aún más explícito, al decir: "¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden? (Lc 11,13). Y si tenemos el Espíritu Santo, o sea, el Espíritu de Jesucristo, es que, entonces, Cristo vive en nosotros y nosotros en Él. ¿Se puede pedir algo más grande ... y, además, con la seguridad de que nos va a ser concedido?
José Martí
sábado, 28 de mayo de 2016
Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11) [José Martí]
Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:
La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)
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Estábamos hablando de la necesidad de tener el Espíritu de Jesús, el Espíritu Santo, único modo de poder entender las realidades sobrenaturales que Dios, en su Hijo, nos ha querido comunicar, entre ellas, el inmenso Amor que nos tiene. Así nos lo dijo Jesús: "El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, Él os enseñará todo y os recordará todas las cosas que Yo os he dicho" (Jn 14, 26).
El Espíritu Santo es el gran Desconocido. Nunca habla de Sí mismo. Su misión es la de darnos a conocer el Amor de Dios. En realidad, el Espíritu Santo, que es Dios, el mismo y único Dios, en la Trinidad de Personas, viene a ser, por expresarlo de algún modo, como el corazón mismo de Dios pues es el Amor que el Padre profesa al Hijo y, a su vez, el Amor con que el Hijo profesa al Padre. La reciprocidad de Amor entre Padre e Hijo, en el seno de la Santísima Trinidad, tiene la misma Entidad que el Padre y el Hijo. Ese Amor que une al Padre y al Hijo (Personas Divinas distintas, en cuanto Personas) es también otra Persona Divina: es el Espíritu Santo. Y es ese el Espíritu que se nos ha dado para que podamos entender todas las cosas que Jesucristo nos dijo ... y aun las que no llegó a decirnos.
Pero no es un Espíritu cualquiera, pues "aunque sopla donde quiere" siempre nos habla de Jesucristo, en quien el Padre tiene sus complacencias. Un "espíritu" que nos llevara a separarnos de Jesús no sería el Espíritu Santo, no sería el verdadero Espíritu, Aquél que guía a la Iglesia, la única Iglesia verdadera, que es la Iglesia Católica.
Y el Espíritu de Jesucristo, que ese es el Espíritu Santo, si vive -de verdad- en nosotros, nos llevará, indefectiblemente, a compartir la Vida de Jesús, tomando su Cruz y haciéndola nuestra. Decía san Pablo a los colosenses: "Ahora me alegro en los padecimientos por vosotros y completo así en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en su cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1, 24). Jesucristo venció el pecado y nosotros, unidos a Él, podremos también vencerlo. Esta unión con Jesús sólo es posible si tenemos Su Espíritu. De ahí la importancia de conocer bien los Evangelios y el Nuevo Testamento, en donde se encuentra escrita la vida de Jesús y los comienzos de la Iglesia. Si así lo hacemos, y ponemos en ello toda nuestra ilusión, el Espíritu de Jesús vendrá a nosotros; lo que percibiremos cuando nos demos cuenta de que no podemos vivir sin ese Espíritu ... o lo que es igual, sin estar enamorados de Jesús, el cual se irá convirtiendo, cada día más, en Vida de nuestra vida,
Con Cristo -y sólo con Él- podemos vencer el pecado. Él ya lo ha hecho con su muerte en la cruz ... y ahora nos da la posibilidad de que nosotros podamos también hacerlo. Sabemos que tenemos su Espíritu si compartimos su Vida y tomamos la Cruz: No hay otro modo de vencer el pecado. El camino a seguir es el camino que Él tomó. Y ése es el camino que tenemos que seguir ... porque, además, dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino" (Jn 14, 6). La victoria sobre el pecado, causa de todos los males que asolan a la humanidad, pasa y va unida siempre al amor de Jesucristo. Y eso sí, Aquél que aparece en los Evangelios y no el que uno pueda inventarse: "Yo predico a Jesucristo y éste crucificado" (1 Cor 1, 23) hasta el punto de que "si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1, 9).
Un cristianismo sin cruz no es auténtico cristianismo. Recordemos que "nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Y que Jesucristo, "habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el fin" (Jn 13, 1). diciéndoles, después de haberles lavado los pies: "Os he dado ejemplo, para que como Yo he hecho con vosotros, así lo hagáis vosotros" (Jn 13, 15), que no otra cosa hizo Él en su vida: "El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en redención por muchos" (Mt 20, 28). Y "no es el siervo más que su señor. Si a Mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán" (Jn 15, 20a).
De manera que no tenemos que extrañarnos si el mundo nos persigue y no nos comprende. Eso hicieron con Jesús. Pero no todos: "Si guardaron mi Palabra también guardarán la vuestra" (Jn 15, 20b). Y también: "Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11) ... mas "a cuantos le recibieron les dio la capacidad de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su Nombre" (Jn 1, 12)
El compartir la vida de Jesús y el tener sus mismo sentimientos es el secreto de una vida lograda ... aunque ello nos pueda llevar a la muerte. Al fin y al cabo "si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto" (Jn 12, 24). ¿Cómo nos salva Jesús? La respuesta se encuentra en la Biblia: "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del hombre, para que quien crea tenga en Él vida eterna" (Jn 3, 14-15). A los discípulos de Emaús: "¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y entrara así en su Gloria?" (Lc 24, 26) "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de Mí" (Lc 24, 44). "Así está escrito que el Cristo debía padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día" (Lc 24, 46).
Las citas pueden multiplicarse:
"Dios tuvo a bien que en Él habitase toda la Plenitud, y por Él reconciliar todos los seres consigo, restableciendo la Paz por medio de su Sangre derramada en la cruz" (Col 1, 19-20). "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). "Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí. Decía esto señalando de qué muerte iba a morir" (Jn 12, 32-33). La necesidad de la cruz en la vida cristiana es una realidad esencial al cristianismo: "Quien no toma su cruz y me sigue no es digno de Mí" (Mt 10, 38) "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24). ... hasta el punto de que "quien no carga con su cruz y viene tras de Mí no puede ser mi discípulo" (Lc 14, 27).
¿Por qué esta necesidad?, podríamos preguntarnos. Y la respuesta es que estamos llamados a "tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2, 5) quien, para salvarnos, "se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2, 8). La entrega de Jesús fue libre pues esto dijo: "Nadie me quita mi vida sino que Yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para volver a tomarla. Este es el mandato que he recibido de mi Padre" (Jn 10, 18). Libremente su voluntad se identificaba con la voluntad de su Padre, cuyo cumplimiento era su alimento y para eso había venido al mundo. Por amor: "El que ni a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con Él todas las cosas?" (Rom 8, 32)
(Continuará)
lunes, 23 de mayo de 2016
Realidad del pecado: la cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11) [José Martí] [incluye vídeo del padre Alfonso Gálvez]
Enlaces a las distintas entradas sobre este tema:
La cruz de Cristo única salvación posible (1 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (2 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (3 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (4 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (5 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (6 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (9 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (10 de 11)
La cruz de Cristo única salvación posible (11 de 11)
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Antes de retomar esta serie de reflexiones en torno al misterio de la cruz de Cristo como única salvación posible, y cuyo origen hay que buscarlo en el misterio de iniquidad que es el pecado, me ha parecido oportuno intercalar aquí parte de una homilía del padre Alfonso Gálvez en la que trataba de este tema; y donde explica cuál es la razón por la que los cristianos debemos abrazarnos a la cruz que no es, ni más ni menos que para identificarnos al máximo con Jesucristo.
Duración 18:15 minutos
domingo, 8 de mayo de 2016
martes, 3 de mayo de 2016
viernes, 22 de abril de 2016
domingo, 3 de abril de 2016
Acerca del Sacerdocio (Padre Alfonso Gálvez)
Fragmento de una homilía que tuvo lugar el día de jueves santo de este mismo año, en la que el padre Gálvez habla sobre el sacerdocio. Escuchar lo que dice ayuda a darse cuenta de lo poco que sabemos los cristianos acerca de la esencia del sacerdocio.
Duración 30:42 minutos
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