21. Y bien sé qué vería:
sus ojos, que mi rostro iluminaban
como nadie entendía,
pues cuando me miraban
era a él, sin dudar, lo que me daban.
22. Su mirada buscaba,
amorosa, del río en la ribera.
Y, a menudo, quedaba
en una dulce espera
mientras él se escondía tras la higuera.
23. Sintiendo su mirada,
pendiente de la mía y amorosa,
no importa ya mi nada,
ni importa ya cosa
y mi vida la veo muy valiosa.
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