24. La
luz que de sus ojos
al
corazón atento le llegaba
quitaba
sus enojos
y tal
valor le daba
que
ya temor ninguno le quedaba.
25. Mi sonrisa brotaba
al
sentir en sus ojos la alegría;
ojos
que yo amaba,
porque
en ellos veía
aquéllo
que antes sólo lo sabía.
26. En la
hermosa aventura
que
es la vida, a su lado, no temía
hundirme
en la espesura,
pues
la luz que veía
en sus ojos, los míos encendía.
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